La primera víctima de la guerra es la verdad, dijo el senador estadounidense Hiram Johnson durante la primera guerra mundial, y la actual entre Israel y Hamás, que amenaza con implicar más naciones y espacios, rondando el riesgo de la guerra mundial o nuclear, no es excepción, con la concurrencia vehemente, además de la muerte y mentira, del odio, prejuicio, racismo e ignorancia esparcido por el mundo.
Antisemitismo y la islamofobia crecen con intensidad. Por ejemplo, esvásticas pintadas en universidades de Nueva York (Columbia y Cornell) y estrellas de David en casas y tiendas de judíos en París; o el apuñalamiento de un niño palestino de seis años en Illinois.
El Perú no escapa al drama. Izquierdistas que creen que su posición política es siamesa de Palestina y que casi justifican el ataque de Hamás del 7 de octubre como quien defiende el atentado de Tarata de Abimael porque el capitalismo no resuelve la pobreza. O los que creen que todo musulmán, islámico o árabe es asesino por naturaleza.
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Reyes del doble rasero, piensan que se debe tomar partido en esta guerra, por un lado, u otro, al margen de lo que suceda, sin entender que se puede reconocer el derecho de Israel a defenderse del Hamás terrorista, cuyo fin es liquidarlo, como demostró en la masacre que mató a 1,400 israelíes y secuestró gente –incluidos niños–, pero no a bombardear indiscriminadamente la Franja de Gaza, donde ya hay 8 mil muertes (incluidos niños).
Son los que no entienden, como el estupendo diario israelí Haaretz, que se puede defender la democracia israelí y los derechos de los palestinos, además de responsabilizar a Netanyahu por lo sucedido, abriendo debates que rechazan los campeones del odio, prejuicio, ideologización y la ignorancia.
Y que no comprenden, como acaba de plantear el gran historiador israelí Yuval Noah Harari en la televisión japonesa, que quienes participan en redes sociales y medios deben ser conscientes que toda opinión que expresamos forma el mundo: “¿Con qué frecuencia nos detenemos a considerar si estamos siendo lo suficientemente responsables y si las semillas que esparcimos en el mundo y sembramos en la mente de los demás son de odio y violencia, o de compasión y reconciliación?”.