No llores por ti, Argentina: el domingo se las arregló para conseguir la peor pareja para la segunda vuelta, algo en lo que los peruanos somos expertos —como en 2021, entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori—, y ahora tendrá que escoger entre el ministro de economía que destruyó lo que quedaba de su economía y un trastornado con signos evidentes de salud mental alterada y peligrosa.
Es, para empezar, el peor escenario para su dañada economía, coinciden The Economist y The New York Times.
Sergio Massa trae el prontuario del peor desempeño económico en décadas —en un país con tradición de desmadres financieros—, con una inflación de 140% al año, devaluación de 100% en cuatro años y elevación de la pobreza a 40% de la población.
Javier Milei ofrece un programa incumplible de fuegos artificiales como la eliminación del banco central, la dolarización y la pulverización del gasto público, que no llevarán a nada bueno.
Asimismo, ambos ofrecen proseguir la institucionalización del despelote. Massa representa a una maquinaria político-electoral mafiosa que ha vuelto a la población adicta al clientelismo fácil: para pasar a la segunda vuelta, se farreó un equivalente a 1% del PBI.
Por su parte, Milei es una grave amenaza a la democracia, que se asesora con perros clonados, declara que su compatriota, el papa Francisco es “un izquierdista hijo de puta” y a cuya compañera de plancha presidencial no le interesan los asesinados por ese sí ídem Rafael Videla y su dictadura militar.
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Antes de criticar a esos candidatos, habría que volver la mirada a los ciudadanos que los votan, pues, con cualquiera de los dos, Argentina garantiza agrandar su crisis dentro de un proceso que ya tiene décadas de decadencia en las que la acumulación del enojo social por la corrupción y el desvarío empujan a la gente a votar por opciones que rompen todas las reglas sin sentido racional de futuro, o prometen mantener lo más putrefacto de la situación actual.
Más o menos, un espejo de lo que ha ocurrido en la última elección en el Perú, pero, principalmente, de la pesadilla que podría suceder en el futuro cercano, acercándolo al desmadre de ese gran país que podría ser Argentina. Perón, Perón, qué grande… ¡S.O.S.!