La idea es que una mayoría del Congreso voluntariamente sometida a Fuerza Popular todavía tiene tiempo suficiente para amarrar las elecciones del 2026. Las tareas para esto son colocar partidarios del actual bloque FP-APP-PL en los cargos sensibles del Poder Judicial y del sistema electoral. Tal cual fue la estrategia de Vladimiro Montesinos.
Pero el bloque que mencionamos no va a durar para siempre. Los motivos de esa confluencia no son permanentes. Keiko Fujimori quiere la presidencia, y eso pasa por resolver su denso problema con la justicia. César Acuña quiere conservar su cuota de poder, o acrecentarla. Vladimir Cerrón quiere, como sugiere, codearse con los de arriba, y seguir libre.
No son aspiraciones paralelas. Arreglados el PJ, el JNE y la ONPE, Fujimori no necesitará a sus socios de hoy. Incluso PL sería una incomodidad. Vladimir Cerrón, como Fujimori, quiere seguir sacándole la vuelta a la justicia, pero sus recursos son mucho menores. Pensemos entonces en un acuerdo transitorio, del que cada uno verá qué puede sacar.
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¿Y qué pasa con la dupla Dina Boluarte-Alberto Otárola? ¿Son realmente socios de la mayoría FP+? El asunto es que su objetivo, durar, termina en el año en que los demás comienzan. Quizás Otárola consiga algo de una victoria del fujimorismo y sus aliados, pero Boluarte sería una piñata ideal para los recién llegados.
Todo esto lleva a la pregunta sobre cuáles son los planes pos-2026 de Dina Boluarte, si acaso los tiene. La primera presidenta mujer en la historia del Perú tiene que estudiar la manera de salir bien librada de la experiencia. El país no le va a agradecer haber participado en la aniquilación final del peligro Pedro Castillo.
Si además ella deja un país hecho tiras en lo económico y lo social, su perspectiva va a empeorar todavía más. Pues eso obligará todavía más a sus socios de hoy a ser sus verdugos de mañana. El golpe al que se refieren los medios por lo de la JNJ en realidad se produjo cuando los socios de la conquista se unieron para elegir una directiva en el Congreso.
No es difícil, entonces, imaginar a Boluarte como una oveja a la que los días conducen inexorablemente al matadero político. Funcionarios judiciales y electorales, vayan empacando.