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Opinión

Campeones en marcha atrás, por Jorge Bruce

“Atravesamos un periodo deprimente, en el cual mucha gente prefiere no enterarse de lo que pasa, y esto favorece a los usurpadores del poder, así como a los violadores de derechos”.

larepublica.pe
jorge bruce

Si nos limitamos a entender lo que está sucediendo en el Perú por las noticias que se suceden a diario, concluiríamos que estamos en una decidida regresión de lo avanzado en las últimas dos décadas. Noticias tan diversas como el trato abusivo padecido por un grupo de cadetes desnudos en el patio del colegio Leoncio Prado, la lucha por conseguir que una niña embarazada de 11 años, violada una y otra vez por su padrastro, pueda acudir al aborto terapéutico, o la enésima intentona de los “padres de la patria” para secuestrar el último bastión de nuestra frágil democracia, a saber, los organismos electorales, parecen corroborar la velocidad con que marchamos hacia atrás.

En todos esos ejemplos hay muchas personas en las redes sociales que defienden esas flagrantes violaciones de los derechos humanos. Algunos dicen que ese maltrato a los estudiantes del colegio que Vargas Llosa convirtiera en un mito sirve para forjar su carácter, hacer que se vuelvan “hombres”.

Deshumanizar a las personas las hace humanas. O bien que Mila, la niña de 11 años, debe recibir acompañamiento para ser una buena madre. Se le niega su derecho a ser niña y no ser violada. O bien ignorar lo evidente en política: que nos están robando la democracia en nuestras narices.

Poco importa la ideología de los choros. Si te arrebatan el celular en la calle, da lo mismo si el ladrón es comunista (no cree en la propiedad privada) o capitalista (hay que generar riqueza). Digo esto porque mucha gente se indigna más cuando los corruptos son de izquierda, que cuando son de derecha. A Montesinos o a las constructoras les daba lo mismo cuando los sobornaban.

Sin embargo, la realidad siempre es más compleja de lo que se observa a simple vista. Atravesamos un periodo deprimente, en el cual mucha gente prefiere no enterarse de lo que pasa, y esto favorece a los usurpadores del poder, así como a los violadores de derechos. El reflejo prevaleciente hoy parece ser el de la huida. Sea literal –irse del país– o mental: refugiarse en su propio mundo y sobrevivir.

La esperanza, esa planta de cuidados delicados, crece en los lugares más insospechados. En el amor y la memoria. Lugares de nuestro mundo interno que no permiten olvidar a las personas fallecidas durante la pandemia, o asesinadas en las protestas de diciembre a febrero. Rosa María Palacios nos cuenta de esa niña que tenía seis años cuando se produjo la matanza de Cayara, quien debió esperar 35 años para obtener justicia (pero no se rindió). Conozco funcionarios probos del servicio público que no ceden. No será fácil luchar contra un secular autoritarismo en nuestra sociedad informal, pero ya lo hemos hecho antes.