Opinión

En barrena, por Jorge Bruce

“En lo que a este columnista respecta, lo más alarmante es el progresivo deterioro del valor de la palabra y la verdad, y sus consecuencias para la salud mental de los peruanos”.

Bruce
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Se dice que un avión entra en barrena cuando empieza a “descender verticalmente y en giro, por faltarle, deliberadamente o por accidente, la velocidad indispensable para sostenerse en el aire” (Drae). La imagen habla por sí sola. El proceso de degradación moral, económica y social que padecemos, nos trae cada día la prueba de este descenso interminable hacia el vacío. No voy a flagelar a los sufridos lectores con las pruebas de esta catástrofe, pues están a la vista de todos. Acaso valga la pena mencionar que estamos entrando en modo full Montesinos con los psicosociales.

Estas maniobras de distracción de magos de feria barata las conocemos de sobra. Desde los extraterrestres hasta el amante de ultratumba de una vedette. Signos inequívocos de que los mafiosos en el poder no las tienen todas consigo y que, es un decir, podría estar comenzando a resquebrajarse la santa alianza entre cerronistas y fujimoristas.

En lo que a este columnista respecta, lo más alarmante es el progresivo deterioro del valor de la palabra y la verdad, y sus consecuencias para la salud mental de los peruanos. Si a un niño sus padres lo tratan con violencia, lo desprotegen ante los peligros circundantes y le proporcionan un régimen de mentiras grotescas, el resultado será previsiblemente desastroso. Con esas actitudes irresponsables y delincuenciales, se está engendrando a una persona insegura, desprovista de elementos de soporte esenciales.

Elementos tales como la confianza básica, la aspiración hacia el bien común, el respeto de los derechos ajenos, la esperanza de un futuro mejor construido sobre la base del esfuerzo y la educación. Precisamente todo aquello que, como se puede constatar a diario en las calles de nuestras ciudades, ya no solo escasea, sino que está, poco a poco, desapareciendo.

En un panorama tan desolador como el de una película de Tarkowski o cualquier filme posapocalíptico, el Perú se va desmoronando entre comportamientos psicopáticos, depresivos, ansiosos o de plano psicóticos. La patología es el producto de un medio ambiente perturbador, pero también el último reducto en el cual refugiarse en un entorno hostil y oscuro. Cualquier alucinación –o alienación– es preferible a la realidad, en la economía psíquica.

Al punto que lo único que parece darnos una brizna de ilusión, es que el avión termine su caída en picada y se estrelle. En esa lotería letal, solo queda esperar tener la suerte y temple de Juliana Koepecke, quien salió despedida de una aeronave Lansa en plena selva y sobrevivió. Mientras tanto, quien pueda sostener la vela en esta obscuridad casi absoluta, tiene el imperioso deber moral de hacerlo.