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Opinión

Las marchas fueron un paso, por Hernán Chaparro

“Hay que valorar positivamente las marchas, pero a la vez recordar que ellas mismas no son un fin, que hay que sembrar en otros espacios, que el objetivo es juntar a todos los que crean...”.

larepublica.pe
Chaparro

La actual situación de precariedad democrática implica tanto al sistema político como a la sociedad civil y es poco probable que un cambio radical, en ese sentido, se dé en el corto plazo. Sin embargo, se tiene que seguir haciendo cosas hoy y mañana, aunque las posibles soluciones sigan mostrando sin fin de grises, aunque la ruta sea larga. Porque los caminos de salida serán difíciles de visualizar, pero la actual situación es inaceptable para quienes creemos en la convivencia democrática.

Además, genera un clima de inestabilidad que detiene las inversiones e impacta, por lo tanto, en el necesario crecimiento y desarrollo. Por lo tanto, implica también al sistema económico.

En ese sentido, es importante que el sector empresarial revise su actitud hacia el actual Gobierno. Los comunicados gremiales, la encuesta entre gerentes y declaraciones de economistas vinculados muestran que ven al actual Gobierno como un mal menor versus Castillo o la incertidumbre. Pero, de continuar Boluarte de presidenta, la incertidumbre se mantendrá y la precariedad institucional se profundizará, pues el congreso actual solo promete leyes con nombre propio, copamiento de más instituciones y mayor precariedad política.

Es cierto que buscar un adelanto electoral tiene el gran problema de que la oferta es muy precaria. Existe el riesgo de repetir la fragmentación y mantener el desgobierno, pero sería la oportunidad de contar con un ejecutivo con mayor legitimidad. La actual situación de Boluarte y Otárola es de estar a merced de un Congreso desbocado en apetitos personales.

La marcha del 19J mostró que la oposición a la actual situación no se puede terruquear ni criminalizar, como intentó el Gobierno, algunos partidos y un sector de medios. Ese discurso esquemático se cayó. Que los argumentos sean que no se logró la convocatoria deseada es un tema que se puede leer de muchas maneras, pero deja en el aire a los que toman al general Arriola como vocero político del Gobierno y de sus propias pesadillas. En ese sentido, la marcha permitió dar un paso adelante.

Finalmente, lo que se pidió y reclama es democracia. Y democracia para la gente es que el poder actúe con sentido de justicia, que vele porque las leyes sean iguales para todos. Eso lo hemos escuchado muchas veces en entrevistas, dinámicas grupales, encuestas. No es solo votar. E igualdad ante la ley no es lo que comunica hoy el ejecutivo, el congreso ni los partidos políticos ahí presentes.

Sin embargo, es solo un paso. Luego de la caída de Merino, la idea de una “generación Bicentenario” resultó atractiva. Lo que el tiempo puso en evidencia fue que esa movilización tuvo justificados motivos, pero también mucho de espontaneidad y que, una vez cumplida la meta, la mayoría no desarrolló ninguna otra actividad que los vincule a una acción política o social. En ese sentido, las recientes marchas son, de nuevo, una oportunidad de poner en la agenda ciudadana que se necesita ser activo con relación a los asuntos públicos.

El tema de fondo sigue siendo que no tenemos partidos políticos sólidos, que los medios masivos y sociales parcializan el debate público y que, a la vez, nuestra sociedad civil está profundamente fragmentada. Si esos espacios colectivos son precarios o inexistentes, la gente y las empresas tienen otras alternativas en la baraja. Todas ayudan a sobrevivir, pero nada nos dará viabilidad como país. Reconstituir ese tejido social, mediático y político es el reto, y no se debería perder de vista.

En ese sentido, hay que valorar positivamente las marchas, pero a la vez recordar que ellas mismas no son un fin, que hay que sembrar en otros espacios, que el objetivo es juntar a todos los que crean que las instituciones, todas, se legitiman en su accionar y que el crecimiento y desarrollo económico no es una cuerda separada por donde hay que ir cerrando uno o los dos ojos.