En estos últimos días, la idea de un mandato de Dina Boluarte durando hasta el 2026 ha comenzado a crujir. Sigue siendo una posibilidad que esto ocurra y considero que hay que pedirle resultados mientras ejerza, pero el escenario se va complejizando en diferentes frentes. Y esto recién comienza.
Entre la ciudadanía, no solo está el bajo nivel de aprobación de su gestión, sino que se le percibe como una mandataria cuyo accionar está por debajo de lo actuado por el profesor cajamarquino. De acuerdo con las encuestas del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), a los siete meses de gestión (febrero del 2022), Pedro Castillo, con todos los problemas que tenía, contaba con un 28% de aprobación. En comparación, Dina Boluarte, luego de un período semejante al frente del Gobierno, tiene una aprobación que está por debajo de la mitad de su antecesor (12%), y en el interior esta cifra solo es de 9%.
En la encuesta de junio del IEP se preguntó directamente si se creía que el gobierno de Dina Boluarte era mejor, igual o peor que el de Pedro Castillo. Algo más de la mitad considera que el gobierno de Boluarte es peor. Sin embargo, en la capital, 62% considera que es mejor que Castillo (imaginamos que es su mal menor) y, de manera opuesta, fuera de Lima, el 59% considera que es peor que Castillo. Si en Lima pierde apoyo, lo pierde todo.
Por otro lado, y de algún modo vinculado a lo anterior, está la reaparición de Keiko Fujimori buscando poner al fujimorismo a cierta distancia del gobierno. El partido naranja no tiene intención alguna de asociarse mucho a una mandataria con tan alto nivel de desaprobación. Ya bastante tienen con la baja popularidad del Congreso y la pérdida de seguidores en su propio espectro político como para cargar con el rechazo de la población a la actual gestión.
Se sabía que el apoyo era circunstancial, pero Fuerza Popular ya ha puesto algunas cartas sobre la mesa. En el hemiciclo no tiene la presencia con la que contaba en el 2016, pero es una de las bancadas más articuladas. En la medida que se avance con las reformas que interesan a los congresistas, esa distancia y crítica se hará más evidente.
Coincidentemente con ello o no, los medios han comenzado a revelar con mayor insistencia problemas vinculados a financiamiento ilegal de la campaña de Boluarte, posibles intervenciones indebidas del presidente del Consejo de Ministros, etc. En otros momentos, la aparición de denuncias sobre algún tipo de malos manejos de los mandatarios en los programas dominicales solo ha ido creciendo hasta terminar en su destitución. Una alerta más.
Además, se anuncia una nueva ola de protestas. Todavía enfrenta problemas de organización, liderazgo y motivación, pero se están reactivando. Se entiende que a nivel de organización varios de los grupos implicados están coordinando acciones. Ahí está buena parte de sus retos. Como se ha mostrado, el sentir en Lima no es el que existe en otras regiones. Además, liderazgos claros no hay por ahora y existe toda una discusión sobre consignas que generará trabas porque los temas que dividieron antes siguen vigentes.
Un sector vuelve con la propuesta de asamblea constituyente y, no está claro, si además, de apoyo a Castillo. Lo cierto es que en las marchas que derrocaron a Merino hubo quienes solo pedían eso, quienes pedían asamblea constituyente y hasta lemas de antivacunas. Lo que había era un objetivo claro al frente. Ese consenso mínimo se tiene que desarrollar. Es difícil motivar cuando casi todos los que ofrecieron un mejor gobierno, desde el 2001 a la fecha, están hoy en la cárcel o enfrentando juicios, Castillo incluido. Mejor que nadie se arrogue la verdad última.
La fragmentación política, vista en las elecciones al Congreso del 2020 y en las presidenciales del 2021, sigue siendo el principal problema para articular una salida democrática. Al fujimorismo no le ganó un panetón. Fue con las justas un panetoncito. Hay que salir de esa dinámica.
Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.