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Opinión

De Allende a Pinochet, 50 años después, por Augusto Álvarez Rodrich

La conmemoración del golpe en debate intenso en Chile.

larepublica.pe
AAR

Santiago. Medio siglo después, el golpe de Augusto Pinochet contra Salvador Allende sigue dividiendo a la sociedad chilena, en el contexto de su conmemoración que tendrá como eje el próximo 11 de setiembre.

Una expresión de la controversia fue la renuncia del escritor y periodista Patricio Fernández al cargo de asesor principal del presidente Gabriel Boric en la conmemoración a cargo del Ministerio de las Culturas y las Artes. Parece que no será reemplazado.

Su renuncia fue una respuesta a las presiones de un grupo de parlamentarios, principalmente del Partido Comunista, y de varias organizaciones de derechos humanos, que acusaron a Fernández de pretender ‘relativizar’ el golpe de Pinochet que dio lugar a una de las dictaduras más sangrientas y criminales de la historia latinoamericana.

Pero no es cierto que Fernández pretendiera eso, en modo alguno, sino que, como explicó en su carta pública de renuncia dirigida al presidente Boric, “al cabo de medio siglo de uno de los acontecimientos más violentos y dolorosos de nuestra historia, parece ser un buen momento para reflexionar como comunidad justamente sobre aquello que nos enorgullece y aquello que no quisiéramos repetir jamás”.

Esto también incluía la revisión de los graves errores del gobierno de Allende, lo que no implica en modo alguno menoscabar la actuación criminal de Pinochet y la junta de gobierno.

Las diferencias de opinión fueron bien representadas en el debate televisivo conducido por el periodista Matías del Río en TVN entre cuatro políticos de izquierdas y derechas, entre quienes hay coincidencia sobre lo inaceptable del golpe y sus crímenes, pero sí discrepancias grandes sobre la evaluación histórica y la forma de ver el futuro.

Tiene razón el exeditor de The Economist Michael Reid cuando comentó la semana pasada la renuncia de Fernández: “Lástima que fue linchado políticamente por decir lo obvio: que la historia puede (y debe) debatir las causas del golpe de 1973, pero que todos deben denunciar lo que ocurrió después. La ultraizquierda es el espejo del pinochetismo en que quieren silenciar la discrepancia”. Comentario válido también al Perú, donde los extremos destruyen la sensatez y los consensos.