Regreso una vez más al “pez de oro”. El notable libro de Gamaliel Churata que en realidad se llamó Arturo Pablo Peralta Miranda y que está registrado que nació en Arequipa, calle Beaterio (19 de junio de 1897 – 9 de noviembre de 1969). Desde muy pequeño radicó con su familia en Puno.
Junto con su hermano Alejandro, fueron baluartes para consolidar una iluminada cultura de la región. En aquella convulsionada realidad del altiplano peruano encontraron el estímulo de su creación literaria y motivaciones para una fecunda praxis política.
La obra cumbre de Churata sin duda es “El pez de oro”, pero es mucho más porque fue fundador del grupo culturalista Bohemia Andina (1915), de la revista literaria La Tea (1917), del Centro Cultural Orkopata, y del Boletín Titikaka (1919-1931). Como bien dice la doctora Guissela Gonzales Fernández en “El proceso americano. Evolución de una estética en los artículos de Gamaliel Churata”, el prolífico escritor es considerado como uno de los cuatro grandes del movimiento indigenista, junto con Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre.
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Muchos peruanos no conocen quién fue Churata. Allá, por el verano de 1975, en la casa de Santa Beatriz que teníamos como refugio los jóvenes poetas de Hora Zero —Jorge Pimentel, Tulio Mora, Alfredo Portal, Miguel Burga y otros inmortales— leíamos “Paterson” de William Carlos Williams. Nos sorprendíamos con aquel texto emulsionado de poesía, prosa, collage e, incluso, con fragmentos de publicidad, como una suerte de urdimbre épica, montaje de escenas, imágenes amalgamadas y escasez de verbos conectivos. De pronto descubrimos el “El pez de oro” de Gamaliel Churata. Lo trajo a nuestro corazón el poeta puneño Omar Aramayo.
En su libro “Ideología y política”, José Carlos Mariátegui dice del libro de Churata que: “ha devenido para inaugurar y organizar un debate; no para clausurarlo. Es un comienzo y no un fin”, se reafirma el Amauta. Si no leyeron a Churata, hay que leerlo. Con la intensidad de James Joyce y su “Finnegans wake”, última novela de 1939. Libro casi prohibido para traducirlo al español, según los doctores literarios. Que para este texto de Joyce requiere una preparación previa e incluso una vocación y carácter determinados, es cierto. Pero si les mostrase a estos sabiondos “El pez de oro”, seguro que lo calificarían como una herejía.