Cultural

Carlos Fuentes sí tenía a quienes escribirles

Rescate. Presentamos dos misivas del escritor mexicano, dirigidas entre 1964 y 1966, a Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, extraídas del libro Las cartas del boom.

La cartas inéditas de Carlos Fuentes a los dos escritores más sobresalientes del boom. Foto: Difusión
La cartas inéditas de Carlos Fuentes a los dos escritores más sobresalientes del boom. Foto: Difusión

El diálogo entre los autores del boom fue dinámico y vivo, lleno de emoción y saber literario. Así lo revela el libro Las cartas del boom (Alfaguara). Aquí una muestra: dos cartas de Carlos Fuentes, una dirigida  a Mario Vargas Llosa y la otra a Gabriel García Márquez, en los años 60 (N. E).

Primera carta a Mario Vargas Llosa

México, 29 de febrero de 1964

Querido Mario:

Acabo de terminar La ciudad y los perros, y me cuesta trabajo escribirte y saber por dónde empezar. Siento envidia, de la buena, ante una obra maestra que, de un golpe, lleva la novela latinoamericana a un nuevo nivel, y resuelve más de un problema tradicional de nuestra narrativa. Hablaba con Cohen en Londres y coincidíamos en que el futuro de la novela está en América Latina, donde todo está por decirse, por nombrarse, y donde, por fortuna, la literatura surge de una necesidad y no de un arreglo comercial o de una imposición política, como tan a menudo sucede en otras partes. Ahora, al leer una detrás de la otra El siglo de las luces, Rayuela, El coronel no tiene quien le escriba y La ciudad y los perros, me siento confirmado en este optimismo: creo que no hubo el año pasado otra comunidad cultural que produjera cuatro novelas de ese rango.

El penoso ascenso narrativo a través de las novelas impersonales o documentales, de la selva y el río, la revolución y la moraleja ilustrada nos permitió llegar a un Carpentier, que convierte esa materia documental en mito, y a través del mito lo americano es lo universal. Pero la plena personalización de la novela latinoamericana (en un doble sentido: personajes vivos vistos desde el punto de vista personal de un escritor) solo se alcanza, creo, en La ciudad y los perros. ¿Para qué te voy a decir todo lo que me ha impresionado en tu maravillosa obra? El misterio auténtico, secreto, de la obra; la increíble encarnación de todos los problemas planteados en la actualidad de los personajes, de manera que el relieve moral de la obra corre paralelo a y es inseparable de la trama novelesca: has matado, para siempre, la terrible disposición nuestra a la acotación, la moraleja, el sermón: no hay nada en tu obra que no se desprenda tácitamente de la propia acción, y lo que se desprende ¡es tanto! ¿Qué no podría encontrarse en la tragedia que personifican Alberto y el Jaguar, Teresa y el Boa, el flaco Higueras y Gamboa?: la primera gran creación literaria de una ciudad, Lima, y sus gentes; la mejor novela latinoamericana sobre la adolescencia, pero también una gran novela universal sobre el mito doloroso de la promesa, la juventud, la edad de oro mentirosa y espléndida en la que tantas cosas son anuncio nunca cumplido, plenitud de actos que la convivencia no admite después, pesadilla que por milagro se sobrevive: la adolescencia que no se puede conservar, la madurez que no vale la pena conservar: ese contraste soberbio que ofrece Gamboa; la pulverización de los resortes internos de todas nuestras castas militares, sí, pero la revelación de todos los hilos de los códigos de autoridad que el hombre ha creado para enmascarar su vida, para no ser; las edades de la imaginación, la reinvención de la realidad en los sueños y los actos de tus seres… Son tantas cosas. Y dije: tragedia. Lo he sospechado, he encontrado el otro polo, la novela cómica, en la espléndida Rayuela de Julio. Ahora tú demuestras algo que yo intuía solo en teoría: se puede rescatar el tema trágico en nuestro tiempo. Algunos críticos, como Steiner, piensan que la línea del pensamiento judaico-progresivo, de Jehová a Freud pasando por Marx, ha secado la fuente de la tragedia en aras de las necesidades de la justicia.

El encuentro con el destino, en Tebas o en Gaza, ciega y destruye. El encuentro con la injusticia, en Jerusalén o Petrogrado, exige la compensación. Nuestro destino ha dejado de fluir en la vida para petrificarse en la historia. Pero precisamente el fracaso de las ideologías, las contradicciones de la praxis, la paradoja toda que niega la tragedia y sale a combatir la injusticia y a implantar la razón, para amanecer con las manos teñidas de injusticia en nombre de la justicia y los ojos cegados, otra vez, por la locura invocada en nombre de la razón, ¿no nos conduce de nuevo, fatalmente, a una visión trágica del hombre y de la historia? ¿Y no es esta visión trágica la única capaz de abrazar la realidad, sí, de la vida externa, política, económica, histórica, junto con la realidad, también, que el dualismo degenerado, materialismo vs. idealismo, ha querido negar en detrimento de la verdadera dialéctica: la realidad de las preguntas metafísicas? Rayuela en el extremo de la gran novela cómica, en la línea de Pantagruel y Ulises, y La ciudad y los perros en el extremo de la gran novela trágica rompen esa supuesta imposibilidad y sus productos (las novelas de costumbres, de edificación, de discusión civilizada o de denuncia plana), y vuelven a abrir la gran avenida de la creación. Lo extraordinario es que tu libro y el de Julio no solo significan una superación definitiva en América Latina, sino en el mundo. Y no puedo olvidar —perdona la confusión de estas líneas— otro hecho magnífico de La ciudad y los perros: esa asimilación perfecta de la renovación técnica a la materia novelada, esa ausencia de forma gratuita, de experimentación consumida en sí misma (y hay mucho de autocrítica en esto). Por todo ello, querido Mario, gracias.

Hablé de tu libro durante media hora en un programa de TV, y se agotó en el curso de una semana.

Ya hice que el Fondo enviara a Castellet y Barral los ejemplares de Artemio Cruz.

¿No vienes a México con el General?

Cuando quieran tú y Julia, en mi nueva guarida, que parece ideada por un Heathcliff-Drácula, tienen un apartamiento esperándolos. So don’t hesitate.

¿Cómo va la nueva obra? ¡Qué paquetazo tienes encima! ¿Cuándo es la discusión de Salzburgo? Te abraza con enorme admiración tu amigo, Carlos Fuentes.

lr.pe

PUEDES VER: Un caso vigente

Segunda carta a Gabriel García Márquez

París, 15 de abril de 1966

¡Magíster magnífico!

Tus primeras 70 cuartillas de Cien años de soledad son magistrales, y el que diga o insinúe lo contrario es un hijo de la chingada que deberá responder a los sangrientos puñales de largo alcance del joven escritor gótico C. Fuentes. Kafka, Faulkner, Borges, Mark Twain: con esas páginas, querido Gabriel, ingresas al no man’s land de esas grandezas y esas compañías. Tu mentor G. Greene, desde ahora, es tu mozo de estoques. Digo Borges: se nos olvida que esa adjetivación lapidaria, exacta, sabrosa es también la de Historia universal de la infamia: el punto justo entre nuestros “labios de coral” y “selvas de violencia”, y su reacción en la infinita pobreza de lenguaje de cierta literaturilla a la moda en ciertos parajes de Aguascalientes y Culiacán. ¡Qué vuelo, máster, qué sapiencia, qué humor! Le decía ayer a Monegal, en una entrevista para Mundo Nuevo, que América Latina, culturalmente, ha pasado de la utopía de fundación a la epopeya de encarnación y de esta al mito de re-conocimiento, de re-conquista: tus páginas son las tres cosas, la totalidad de nuestro mundo, un nuevo espacio sagrado-profano: nuestro LUGAR.

Leyenda, mito o fábula, es una obra que nos rescata: nos rescata de la naturaleza, de la zoología y de la geografía: no es otro el sentido de la imaginación original, creadora. Me desprendí a duras penas de tus hojas y se las mandé al cuate de Sudamericana, como me indicó Harss.

Estoy hasta las orejas de trabajo; Hileman me manda tambaches de cincuenta cuartillas de Cambio de piel para que revise su traducción; estoy en la recta final de Zona sagrada, que estará lista a fines de mes; y no deja de ser un laborioso placer tener tanto cuate a la mano y la oportunidad de hablar horas enteras con Cortázar, Vargas Llosa, Monegal, Martínez Moreno, Benedetti, etc.

Cortázar se está leyendo Cambio de piel y tiemblo como gelatina. De La casa verde de Vargas, grandes elogios de todos los que la han leído. Artemio Cruz, un exitazo en Italia y Francia: séptimo lugar en la lista de bestsellers italianos, y aquí un torrente de entrevistas y críticas de primer orden. Máster, si algo sé ya es que Europa (de los EEUU ya lo sabía y lo hemos comentado) está abierta de par en par a la literatura latinoamericana. Tenemos, por primera vez, todo por decir, todas las maneras para decirlo y también todo el polo receptivo internacional. Y tu prestigio y la esperanza que todos tienen en ti son inmensos. Tenemos el toro agarrado por los cuernos y no es hora de dormirse o distraerse; hay un arco de fuerza integrada, creo, por un sentido comunitario y personal muy verdadero entre toda la gente que realmente vale. A los pigmeos nadie les hace caso y sus libritos regresan rechazados a la tierra que los vio nacer. Parigi è conquistato, caro maestro: vámonos, que son rieles.

Divina tu idea de Patsy mon amour. ¿Cómo va eso? ¿Qué hace Juan Ibáñez? ¿Qué pasa con “Fuera del mundo”?

Me separé de Barbachano para darle plena libertad a Juan para negociar y hacer su película. No le voy a tolerar que me deje chiflando en la loma. ¿Cómo fue Tiempo de morir en Cartagena? Ya sé que en Mar del Plata, con sobrada razón, nos mentaron la madre. ¡¡¡Cuéntame de Colombia!!!

Me voy corriendo a cenar con Fernando de Fuentes. Besos a Mercedes.