Las relaciones internacionales deben ayudar a resolver problemas como la precarización de la democracia o el auge de la corrupción, pero diferenciando, para darle la bienvenida amable o el rechazo contundente, entre la cooperación útil y la injerencia indebida.
Las declaraciones recientes y simultáneas sobre la crisis peruana del canciller de la Unión Europea Josep Borrell, y del exaltado que ejerce la presidencia de Colombia Gustavo Petro, permiten establecer con claridad esa diferencia.
Petro fue al Consejo Permanente de la OEA a discursear con el aire de estadista que pretende, pero que, por más que lo intenta, le sale tan mal, y volvió a defender a Pedro Castillo como la víctima de sectores que no lo dejaron gobernar y que hoy lo tienen como preso político, con prescindencia absoluta de que fue un golpista y un ratero.
Como el mexicano Manuel López, Petro defiende, por razones ideológicas, la autocracia y la corrupción de Castillo, lo cual explica su defensa de regímenes sustentados en lo mismo, como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba. A ese par de impresentables no les interesa los principios, sino la defensa de los socios y rufianes de su club.
Lo hace, además, con la prepotencia del que cree que el Perú es su chacra. Por ello, es acertado el enfriamiento de las relaciones con Colombia y México decidido por Torre Tagle mediante el retiro de los embajadores, y es una vergüenza que eso sea criticado por gente afín al gobierno de Castillo, aduciendo, incluso, que eso impide la extradición de asesinos como Sergio Tarache.
El mensaje de Borrell, en cambio, es pertinente y valioso pues resalta la preocupación en Europa, como en muchas otras partes, por el “deterioro institucional que ha ido agravándose y que está desembocando en una verdadera crisis de representación política”, promoviendo “el diálogo, el compromiso y la negociación” con una “defensa de la legalidad, los derechos ciudadanos y los intereses públicos”.
Mensajes de un diplomático experimentado y capaz como Borrell, que toman partido por el país, deben ser oídos con mucha atención por todos en el Perú. En cambio, las bravatas interesadas de ese energúmeno de Petro, como las de López, deben ser rechazadas con toda contundencia.