Por: Ángel Páez
De haber conocido el caso del corresponsal de La República en Puno, Phillip Knightley muy probablemente pudo haber incluida la historia de Liubomir Fernández en ese libro que es un clásico del periodismo: La primera baja (2002), título tomado de la famosa frase atribuida al senador estadounidense Hiram Johnson: “Cuando comienza la guerra, la primera baja es la verdad” (1917).
En un minucioso y documentado recuento, Knightley relata cómo en conflictos históricos los gobiernos y sus servidores militares han pretendido imponer la censura o el amedrentamiento, e incluso la muerte, a periodistas que informaban diferente a lo que decían los comunicados oficiales.
Como ocurrió con el reportero del periódico inglés The Times, William Howard Russell, encargado de reportear sobre la guerra de Crimea (1853-1856). Los militares ingleses suponían que Russell debía destacar el valor, el patriotismo y el heroísmo del Ejército, pero el periodista más bien publicó descarnadas crónicas sobre la deficiente conducción de las tropas y el elevado número de muertos debido a una insuficiente atención médica a los heridos.
“La reina Victoria manifestó que estaba disgustada con The Times por el ataque de Russell al jefe del Ejército. El príncipe Alberto tachó a Russell de ‘miserable escritorzuelo’. El antiguo secretario de Guerra, Sidney Herbert, escribió: ‘Confío en que el Ejército linche al corresponsal del The Times’, y se insinuó que la conducta del periódico y de Russell bordeaba la traición”, recordó Phillip Knightley en su libro.
Similares y peores expresiones recibió Liubomir Fernández por haber informado que seis soldados murieron ahogados cuando intentaban cruzar el río Ilave por orden de su jefe de patrulla. El periodista de La República estaba en el lugar de los hechos cuando ocurrió el incidente.
Llegó hasta la zona después de varias autorizaciones de los líderes aimaras que no dejan pasar a nadie. Los comunicados oficiales indicaban que los militares no tuvieron otra salida que escapar intentando atravesar las aguas del Ilave, en medio de una lluvia de piedras, huaracazos e insultos de los aimaras. El reportero contaba con videos, audios y testimonios que demostraban que los jefes militares mentían.
En una demostración de pleno respaldo del régimen de Boluarte, el jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas autorizó trasladar a un grupo de periodistas limeños hasta el cuartel del Ejército en Ilave para entrevistar a los sobrevivientes y repitieran la versión oficial. Era el mismo estilo de Fujimori y Montesinos cuando pretendían ocultar sus crímenes.
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Mentir es fácil; informar con la verdad es más complicado. Además, si mientes, no vas a merecer ni una mención a pie de página en un libro como el de Phillip Knightley.