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Opinión

Un pueblo sin gobierno ni bancada

“Para quienes siempre señalamos su ideario partidario y práctica política como expresión de las taras de la izquierda reaccionaria, lo más exacto es decir que Perú Libre es una farsa”.

Tras lo acontecido con el presidente Castillo y Perú Libre, Indira Huilca considera que el partido fundado por Vladimir Cerrón es "una farsa". Foto: difusión
Tras lo acontecido con el presidente Castillo y Perú Libre, Indira Huilca considera que el partido fundado por Vladimir Cerrón es "una farsa". Foto: difusión

La crisis de gobierno tenía hasta ahora como principales actores a la oposición golpista y a un presidente errático e inoperante. Esta semana, el drama ha entrado a una nueva temporada, esta vez con el aporte decisivo de Vladimir Cerrón y su partido Perú Libre. Hasta hace muy poco, partido y presidente mantenían una relación que le permitía al primero disfrutar una cuota de poder en el Ejecutivo y al segundo, sortear situaciones críticas en el Parlamento.

Por debajo de ese mínimo, cada quien actuó a su aire: el presidente obtuvo su “bancada magisterial” a costa de escaños de Perú Libre y Perú Libre se afirmó como parte del establishment parlamentario, haciéndose indistinguible del coro de politicastros, antiderechos, ultraconservadores y defensores de represores.

Veamos si no el desempeño del vocero perulibrista, Waldemar Cerrón: avaló la cuestionada elección de miembros del TC, se “lució” en la defensa del proyecto de ley del “Día del niño por nacer”, sacó cara por el congresista fujimorista Nano Guerra García por “trabajar” desde la playa, apoyó la iniciativa para quitar la obligatoriedad del carnet de vacunación y coronando tan brillante trayectoria, votó reiteradamente a favor de archivar la denuncia constitucional contra Manuel Merino por su responsabilidad en la fatal represión de las movilizaciones de noviembre 2020, de la mano de sus colegas de Acción Popular, Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País y Podemos Perú, en una de las más agraviantes alianzas proimpunidad de las que se tenga memoria desde la Ley de Amnistía para el grupo Colina.

Así, las razones oficiales por las cuales el partido “rompe” con el gobierno —resumidas en la invitación al presidente a renunciar a su militancia— son tan poco creíbles que a nadie sorprenden otras lecturas que se refieren más bien a los cálculos básicos de los hermanos Cerrón y compañía, frente a escenarios próximos como la elección de la mesa directiva del Congreso, la campaña electoral para las regionales y municipales, así como la hipótesis de que un adelanto de elecciones podría ser la ola que los revuelque junto a Pedro Castillo.

Estas explicaciones, más allá de si estamos o no de acuerdo con ellas, en realidad se quedan cortas pues se agotan en factores como la conveniencia o el oportunismo y conducen a pensar que la única consecuencia importante es que se debilita la permanencia del presidente Castillo en el cargo.

Quisiera apuntar a una consecuencia mucho más grave que producen los vaivenes de la relación entre Castillo y Vladimir Cerrón. El electorado que en 2020 los sacó de los márgenes de la vida política y los llevó al poder, una vez más es dejado de lado.

Esto, que es una constante en la democracia peruana, es quizá más grave en esta oportunidad, pues la oferta electoral de Castillo no fue construir el “segundo piso” del sistema (Alejandro Toledo), el “cambio responsable” (García II) ni la “inclusión social” (Ollanta Humala), sino la reivindicación de un pueblo olvidado por la representación política y postergado históricamente por la desigualdad económica.

A los hombres y mujeres de ese “pueblo pobre en un país rico”, ¿de qué le sirven las votaciones retrógradas de Waldemar, la expulsión de Castillo o el machismo-leninismo-oportunismo del doctor Vladimir?

En la evaluación de Perú Libre no cabe hablar de “traición” —palabra que lamentablemente funciona como comodín para evitar la autocrítica—. Ni siquiera en relación a su abandono de la asamblea constituyente, bandera que les quedó grande. Para quienes siempre señalamos su ideario partidario y práctica política como expresión de las taras de la izquierda reaccionaria, lo más exacto es decir que Perú Libre es una farsa.

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