Evidentemente César Acuña cometió un serio error al enjuiciar al autor y al editor de Plata como cancha. El juez terminó de consolidar la metida de pata al fallar en su favor. El líder de APP queda, con toda razón, como el malo de la película mediática, por largo tiempo. Contratar a un abogado tan eficaz le ha resultado contraproducente.
El obvio atentado contra la libertad de expresión y un veredicto judicial discutible han lanzado al libro a las alturas del bestseller. No había mucha curiosidad por la vida y milagros de este personaje opaco, pero ahora muchos van a querer saber qué es lo que lo ha molestado tanto, al grado de lanzarlo al suicidio político.
Quizás Acuña calculó que si el escándalo de una tesis trufada de plagios (hace más de 10 años) no afectó demasiado su imagen pública, el manotazo a una obra política sobre su persona no le crearía mayores problemas. Pero su nuevo tropiezo es de otro calibre, y además los tiempos han cambiado. Hoy la prensa se siente bajo ataque.
Acuña podrá seguir manejando su partido y su bancada como siempre, pero su figura en la competencia electoral ha quedado aun más empañada que antes. Lo cual es mucho decir. Su recurrente sueño de alcanzar la presidencia desde el éxito económico y con pocas ideas se va a ubicar todavía más lejos de lo que ya estaba.
Un aspecto paradójico del escándalo en curso es que probablemente Acuña va a perder más adelante, o ver relativizado su triunfo. Aun si no pierde en lo estrictamente legal, la sensación de irresponsable ataque a una importante libertad pública va a tomar largo tiempo en disiparse, si acaso llega a hacerlo.
El único alivio, por así llamarlo, para Acuña es que los ataques a las libertades de prensa y de expresión ahora vienen apareciendo por todas partes. Suelen venir desde los extremos ideológicos, por lo que sorprende ver un ataque tan serio lanzado por un político que hasta hace poco era considerado de centro-derecha.
Estamos, pues, ante un caso de suicidio político por abogado. Una cosa era presionar a sus familiares y allegados para revertir feas acusaciones. Otra cosa es saltarse un principio constitucional a la garrocha.