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Opinión

Palabras de maestro, por Raúl Tola

“Convendría que el entorno del presidente lo haga entrar en razón, le llame la atención y lo ayude a sobrevivir políticamente. El propio Castillo parece incapaz de hacerlo”.

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La semana pasada se cerró con una encendida polémica por unas declaraciones del presidente Pedro Castillo. Mientras la premier Mirtha Vásquez se presentaba ante el Congreso para solicitar el voto de investidura, Castillo propuso desde Bagua Grande trabajar en una ley para “estatizar o nacionalizar el gas de Camisea”.

Este error le costó una andanada de críticas al presidente, que volvió a poner en evidencia lo poco preparado que está para un cargo tan complejo y exigente como la presidencia de la república, demostró su poca consciencia sobre el impacto de las palabras y el efecto de los gestos presidenciales y, de paso, revivió la imagen de desorden, improvisación y falta de liderazgo en la que vive entrampado su Gobierno.

Al despertar el fantasma de las estatizaciones, Castillo se alineó con Vladimir Cerrón y Guido Bellido. Al menos en teoría, rompió con ambos cuando el expremier dijo que nacionalizaría Camisea si el consorcio no se sentaba a renegociar sus utilidades. De paso, obligó al Gobierno a gastar unas energías y un tiempo que no sobran en los momentos que corren.

Con todo esto, el presidente conspiró contra la confianza al gabinete que encabeza Vásquez, quien planteó un discurso conciliador, pensado para recuperar las formas democráticas y, por fin (luego de meses perdidos en peleas conceptuales grandilocuentes y estériles), mostrar a un Gobierno preocupado por la gestión pública. Asimismo, atentó contra un capital escaso, indispensable para gobernar y, más todavía, para emprender reformas: la confianza. ¿Cómo podría salir adelante algo tan delicado como el paquete tributario en estas circunstancias?

Uno habría esperado que, luego de la tormenta de comentarios negativos, el presidente hubiera aprendido la lección y, en lugar de seguir declarando alegremente sobre temas sensibles que apenas maneja, escogería la prudencia y el silencio. En cambio, este jueves, a la salida de un homenaje al fallecido congresista de Perú Libre, Fernando Herrera Mamani, se encontró con un grupo de ciudadanos que le pedía cerrar el Congreso. Cuando uno de ellos se le acercó con una cámara a preguntarle si lo haría, contestó que eso solo le corresponde “al mismo pueblo”.

Estas palabras fueron pronunciadas al paso, a través de la ventana de un vehículo oficial, pero, en las actuales circunstancias, con sectores del Congreso a la caza del menor pretexto para emprender un proceso de vacancia, en medio de una insoportable polarización, serán tomadas como una provocación y quizá definan el destino del gabinete Vásquez. Convendría que el entorno del presidente lo haga entrar en razón, le llame la atención y lo ayude a sobrevivir políticamente. El propio Castillo parece incapaz de hacerlo.