Tras dos años y medio de trabajo, la comisión independiente sobre los abusos sexuales en la iglesia francesa, compuesta por una veintena de profesionales con diversas especializaciones, debe entregar esta semana sus conclusiones en un informe de casi tres mil páginas, incluyendo los anexos.
Esta comisión documenta entre 2,900 y 3,200 casos de pederastas, desde 1950 hasta la fecha. “Se trata de una estimación mínima”, ha declarado Jean-Marc Sauvé, presidente de dicho grupo investigador. La cifra se refiere a una población total de 115 mil sacerdotes o religiosos en un período de setenta años. A los delincuentes se les denomina “pedocriminales”.
La Comisión Sauvé, como se le conoce ahora, comparará la prevalencia de la violencia sexual en la iglesia de Francia con otras instituciones, como asociaciones deportivas y escuelas, así como el círculo familiar. Y evaluará, asimismo, los “mecanismos, principalmente institucionales y culturales” que han podido favorecer los abusos sexuales, y presentará 45 propuestas.
Éric Boone, de 49 años, fue la primera víctima a la que escuchó esta comisión. “No puedo decir que no haya un día en el que no piense en ello (Boone fue abusado por un fraile dominico cuando tenía doce años y permaneció en silencio durante tres décadas)”, señaló en Religión Digital. “Será como un monumento, como un acto de memoria. Son escritos que permanecerán y ya nadie podrá decir que no era verdad (…) Hará que mi propia historia forme parte de una historia más amplia”, agregó. Por su parte, Jean-Marie (82 años), quien prefirió no revelar su apellido, expresó: “Quiero que la Iglesia reconozca esta extrema violencia que arruinó mi infancia, que asuma que estos actos son crímenes más que pecados. Pero, sobre todo, que no pase página”.
Estos son apenas un par de testimonios de personas que han sido marcadas de por vida por unos hechos traumáticos que provocan devastación y desolación.
Lamentablemente, en el Perú, pudiendo hacerse algo similar a partir del Caso Sodalicio, se prefirió pasar página. La Conferencia Episcopal, fuera de tener una reunión con los sobrevivientes y comprometerse a enviar una carta al papa Francisco, que nunca envió, no hizo nada más. El único esfuerzo serio provino de parte del excongresista Alberto de Belaunde, cuyo concienzudo informe, por desidia de sus colegas, jamás se vio en el pleno.
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Buena noticia para las víctimas francesas, que tendrán la oportunidad de sentirse reivindicadas. Iniciativas eclesiásticas como esta, que llegan a buen término, deben ser saludadas, pese al costo reputacional que, sin duda, impactará a la iglesia francesa. En contraste, debe resaltarse la repudiable omisión y desidia de la iglesia católica en el Perú, así como el desdén de nuestra infame clase política, ante los casos de abusos sexuales perpetrados por religiosos católicos.