El terruqueo se originó en las miasmas del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), en el despacho del asesor personal de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos. Comenzó a emplearse para justificar los secuestros, desapariciones y asesinatos. Los estalinistas practicaron la fórmula para purgar a los sospechosos de traición y luego fusilarlos. Los nazis los imitaron también para eliminar a sus opositores internos. Practicaban actos terroristas −como el incendio del Reichstag− para atribuírselos falsamente a otros, y así buscar la aprobación popular mediante brutales represalias. Cuidado, después del terruqueo el siguiente paso es la acción violenta.
El ataque senderista en Tarata molestó tanto a Fujimori que cuadró a Montesinos exigiéndole una respuesta, lo que inmediatamente consumó el Destacamento Colina, un grupo de oficiales y efectivos del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), a las órdenes del régimen de facto, en 1992. Secuestraron, torturaron y asesinaron a un profesor y 9 estudiantes de La Cantuta. Cuando era evidente que los autores habían sido elementos del Ejército por indicaciones de Fujimori y Montesinos, la mayoría fujimorista del Congreso aprobó un informe en el que se afirmaba que estos habían sido eliminadas por diferencias con otros compañeros ’'terroristas’': ’'(No se descarta) que un grupo terrorista de ideología distinta sea el responsable de la desaparición, (o que) elementos de la misma tendencia hayan saldado sus discrepancias internas, procediendo a desaparecer a estas personas’'. El terruqueo de las víctimas les permitió a los fujimoristas concluir que ’'está indubitablemente demostrado’' que ni el general Nicolás Hermoza ni Vladimiro Montesinos ’'hayan tenido ninguna intervención o participación en los sucesos materia de investigación’'. Montesinos y Hermoza, que respondían al mandato de Fujimori. El terruqueo justifica crímenes.
En el mismo gobierno, Fujimori y Montesinos pagaron a la mayoría de medios y a la ’'prensa chicha’' para terruquear a la oposición política y a los periodistas independientes, entre ellos al autor de esta columna. En reiteradas ocasiones me vincularon con Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, agrupaciones que más bien intentaron eliminarme mientras cumplía con mi trabajo periodístico.
Una vez un importante funcionario del SIN me confió cuál era el objetivo de las campañas de terruqueo contra los enemigos del gobierno de Fujimori y Montesinos: ’'Incrustar todos los días en el imaginario de la gente la sospecha de que una persona es un terrorista para que desconfíe de esta, algo que prende rápidamente porque el miedo al terrorismo, subiste, no ha desaparecido’'. El despreciable terruqueo ha regresado con fuerza de la mano de los notorios herederos de sus creadores.