López Aliaga y Castillo: la misma vaina

Situaciones críticas como la actual por la pandemia suelen ser aprovechadas por candidatos extremos que buscan votos en el malestar profundo de la ciudadanía, la falta de entusiasmo por la elección, la escasa confianza en los candidatos, el radicalismo en las intenciones, y la gana de patear el tablero.

Pasó en 1990. Pasaría en 2021.

En 1990, por crisis profundas en el plano social (terrorismo y muertes), económico (grave crisis económica del primer gobierno aprista) y político (colapso de sus protagonistas por la frustración que produjo Alan García).

Crisis parecida a la actual de 2021: en lo social (pandemia con más de 150,000 muertos), económico (más de 2.2 millones de empleos destruidos), y político (grave desprestigio del elenco estable por la corrupción e ineptitud).

En 1990, ese escenario produjo el triunfo sorpresivo de Alberto Fujimori, y en 2021 lo quieren aprovechar candidatos extremos como Rafael López Aliaga (RLA) en la ultraderecha y Pedro Castillo (PC) en la ultraizquierda, con estilos y ofertas que se parecen mucho.

Para empezar, discursos agresivos, como RLA que llama porquería a todo con lo que discrepa, o PC contra quienes él cree que “oprimen al pueblo”.

Asimismo, gran desconocimiento y hasta falta de respeto por la institucionalidad, como PC prometiendo que “el 28 de julio desactivaré el TC pues defiende la corrupción”, o RLA que “el 28 de julio se expropiarán los peajes”.

Ambos, RLA y PC, son dinamita contra la racionalidad económica, el primero un merca total, y el segundo un rabioso anti inversión privada.

Los dos, además, se acercan al delito sin sonrojarse. RLA con deudas millonarias por impuestos, y PC apañador de condenados por corrupción, como Vladimir Cerrón, además de querer indultar a Antauro Humala, y no esconder su cercanía con el Movadef.

PC y RLA también se hermanan en su rechazo al enfoque de género y los derechos de gays, matrimonio entre personas del mismo sexo, despenalización del aborto o la eutanasia, y en su coincidencia en la misoginia.

Los dos, finalmente, detestan a la prensa y buscan limitar la libertad de expresión. En suma, de izquierda y de derecha, un par de fascistas que son, en el fondo, la misma vaina.

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