
“Con una tristeza indescriptible, informamos del fallecimiento de nuestro querido Ozzy Osbourne esta mañana. Estaba con su familia, rodeado de cariño. Pedimos a todos que respeten la privacidad de nuestra familia en este momento", es el escueto comunicado, publicado este martes 22 en redes sociales, de la familia del cantante y compositor británico Ozzy Osbourne.
Una noticia como esta supuso innumerables reacciones de los fans. Ni hablar de los cientos de artistas y músicos que manifestaron su admiración (y gratitud) por Ozzy. Para todos, la noticia significó un auténtico baldazo de agua fría. Con mayor razón cuando el pasado 5 de julio, en Birmingham, junto con los miembros originales de Black Sabbath, como Geezer Butler, Bill Ward y Tony Iommi, se despidió de los conciertos con uno que llamó Back to the Beginning.
En el año 2019, Ozzy fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson. De alguna manera, el artista sabía que no le quedaba mucho tiempo en los escenarios y todos los actos que hizo a partir de entonces, estuvieron encaminados hacia su despedida en Birmingham.
La vida de Ozzy no fue fácil. Desde muy pequeño evidenció que tenía problemas de atención, no obstante, en su hogar recibió cariño y amor. Como alma inquieta, nunca dejó de preguntarse por su lugar en el mundo y durante su adolescencia probó todo tipo de drogas hasta volverse adicto. Pero a pesar de estos vicios, Ozzy se sentía distinto, con mucho que decir y un talento vocal de su lado.
Tony Iommi, Ozzy Osbourne y Geezer Butler. Foto: Difusión.
En 1968, Ozzy fundó Black Sabbath (nombre tomado de la homónima película de 1963 de Mario Bava). Álbumes como Master of Reality y Paranoid, ambos de 1970, los cuales definieron el sentido de la poética de la banda, cuyas bases temáticas eran la oscuridad, la densidad, el ocultismo, la paranoia, la desesperación y la crítica social, le dieron solidez a la tradición de lo que llamamos heavy metal. Es decir, Black Sabbath depuró el heavy metal y le dio nivel musical a un género que desde su nacimiento estuvo acompañado por la polémica.
Ozzy Osbourne (John Michael Osbourne) es grande porque toda su vida artística fue una impostura. Pero hablamos de una impostura calculada. Ozzy sabía que tenía talento y que este no dependía solo de Black Sabbath. Como solista, entregó canciones inolvidables, pensemos en “No more Tears” o “I don´t Know”, y álbumes irregulares como Scream (2010). Ozzy, en su eterna lucha contra las drogas, le entregó al público lo que este quería ver y oír, y lo hizo siendo honesto con su tormento y proyectando una imagen poliédricamente oscura. Durante mucho tiempo se dijo que Ozzy era un satanista. No está probado. En los 80 y 90, grupos fundamentalistas tejieron teorías sobre la influencia del satanismo en el heavy metal. En ese contexto, Black Sabbath y Ozzy eran los principales puntos de crítica. Eran catalogados, literalmente, como los emisarios del mal. Lo que sí está probado era su relación con la religión anglicana. Lo de “príncipe de las tinieblas” era para vender y facturó rico con ese rótulo.
Sus fans y futuros fans no lo extrañarán. Ozzy dejó canciones con letras vibrantes, que te reconcilian con la vida sacándote de la mugre existencial. Fue un gigante.

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