En América Latina, un país es conocido por ser el más caro de la región, con precios un 27% más caros que en otras naciones, incluyendo Reino Unido, Alemania y Francia. Esto no solo aplica en los productos de lujo, sino también a bienes de uso diario como la pasta dental, cuyo costo puede llegar a $6.00 dólares por un solo tubo, mientras que en otros países de la región se puede comprar un paquete de tres por un precio similar.
Según un análisis del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), hay diversos factores que contribuyen a que los precios de la nación se tripliquen desde que el producto es importado hasta que llega al consumidor final. A continuación, descubriremos cuál es este país y exploramos en detalle las razones detrás de estos altos costos.
Uruguay ha sido clasificado como el país más caro de América Latina, con precios significativamente más altos que en otras naciones de la región. En comparación con sus vecinos, los productos en Uruguay son más del doble de caros que en Bolivia, un 80% más caros que en México y un 20% más caros que en Brasil y Argentina. Esta situación no solo afecta a los productos de lujo, sino también a los bienes esenciales como alimentos, bebidas y productos de higiene personal.
El CED encontró que los productos de higiene y limpieza en Uruguay son un 58% más caros que el promedio de países, los alimentos y bebidas no alcohólicas un 55% y los artículos de informática y electrónica un 43%.
Las razones detrás de los altos precios en Uruguay son múltiples y complejas. Uno de los factores principales es la falta de producción nacional de muchos productos, lo que obliga al país a depender de las importaciones. Ignacio Umpierrez, economista e investigador del CED, señaló a la BBC que con solo 3.5 millones de habitantes, el mercado uruguayo es pequeño y está altamente concentrado en pocas empresas, lo que les permite fijar precios elevados sin mucha competencia.
Además, Uruguay enfrenta costos adicionales de transporte y logística debido a su ubicación geográfica. Sebastián Fleitas, profesor de economía en la Universidad Católica de Chile, explica que "Uruguay está lejos del mundo, y por eso tiene costos de transporte y logística mayores". Estos también son transferidos a los consumidores, elevando aún más los precios.
Otro factor clave es la regulación estricta y a veces ineficiente del mercado. Las grandes empresas en Uruguay tienen exclusividad sobre las fichas técnicas de muchos productos importados, lo que impide que otras compañías puedan traer los mismos productos a precios más bajos. Esto crea una barrera contra la competencia y permite que los precios se mantengan altos.
Las regulaciones en Uruguay, aunque están destinadas a proteger al consumidor, a menudo terminan elevando los precios. Por ejemplo, para que un producto pueda ser importado, debe estar registrado sanitariamente ante el Ministerio de Salud Pública. Sin embargo, las grandes empresas suelen ser dueñas de estas fichas técnicas, impidiendo que otras empresas importen los mismos productos.
Un estudio de la consultora CPA/Ferrere reveló que las reglas fitosanitarias que prohíben la importación de frutas y verduras también contribuyen a los altos precios. Estas regulaciones, aunque se justifican en términos de protección de la salud, en realidad actúan como medidas proteccionistas que limitan la oferta y elevan los precios. Un caso claro es que el tomate se paga el triple en Uruguay en comparación con Brasil.
El sistema tributario y los altos cobros energéticos también juegan un papel crucial en el elevado costo de vida en Uruguay. Además del IVA, muchos productos están gravados con otros impuestos que aumentan su precio final. Uruguay tiene el litro de gasolina más caro de América Latina, y casi la mitad del precio se debe a impuestos. La petrolera estatal ANCAP tiene el monopolio de la fabricación de combustibles, lo que limita la competencia y mantiene los precios altos.
La electricidad en Uruguay también es costosa, en parte debido a las inversiones en energías renovables. Estos costos se transfieren a los consumidores, quienes terminan pagando precios elevados no solo por la energía, sino también por los productos que dependen de ella.