El 13 de octubre de 1972 marcó una tragedia en la historia aeronáutica cuando el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que se dirigía hacia Santiago de Chile, sufrió un accidente en la cordillera de los Andes. A bordo viajaban 45 individuos, entre ellos, 19 integrantes del equipo de rugby del colegio Christian Bross de Uruguay.
De esta cifra, 29 perdieron la vida, mientras que 16 lograron sobrevivir a las adversas condiciones. Un relato cinematográfico, lanzado en salas de cine el 15 de diciembre y disponible en Netflix desde el 4 de enero, aborda, a través de la ficción, diversos eventos relacionados con el siniestro, tanto previos como posteriores al mismo.
Dentro del contexto de la supervivencia humana, se analiza cómo 16 individuos lograron superar las pésimas circunstancias que tuvieron que afrontar. La pregunta clave es: ¿qué les permitió sobrevivir a un desastre aéreo, enfrentarse a las adversidades de una cordillera cubierta de nieve y afrontar innumerables desafíos psicológicos durante un periodo de 72 días?
La cooperación grupal, la capacidad de tomar decisiones críticas en momentos de crisis y la adaptación a condiciones extremas son factores fundamentales que contribuyeron a su supervivencia en una situación como la que vivieron los protagonistas de esta historia.
Muchos turistas acuden al lugar de la tragedia de los Andes. Foto: Federico More
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Según lo reportado por 'Sociedad de la Nieve', un sitio web especializado en el estudio de esta tragedia, en los días iniciales posteriores al accidente, vieron a Marcelo Pérez del Castillo, capitán del equipo de rugby presente en el vuelo, asumir un rol crucial como líder, quien organizó equipos de trabajo entre los sobrevivientes. Roberto Canessa, Gustavo Zerbino y Liliana Methol integraron el equipo médico encargado de atender las lesiones y dolencias de los afectados.
Los miembros más jóvenes del grupo de sobrevivientes, entre ellos, Roy Harley, Carlos Páez, Diego Storm y Gustavo Nicolich, recibieron la responsabilidad de mantener el orden y la limpieza en el refugio improvisado dentro de los restos del avión. Por otro lado, aquellos que presentaban heridas se dedicaron a la tarea de transformar la nieve en agua potable, una actividad menos demandante desde el punto de vista físico.
Solo 16 personas lograron sobrevivir a la tragedia. Foto: Sociedad de la nieve
Un giro dramático ocurrió el 23 de octubre, cuando, a diez días del desastre, el grupo logró poner en funcionamiento una radio a través de la cual se enteraron que las operaciones de rescate habían sido oficialmente suspendidas. Este devastador anuncio provocó que Pérez del Castillo se desmoronara emocionalmente y abandonara su posición de liderazgo. Ante esta situación, Fito Strauch, Eduardo Strauch y Daniel Fernández emergieron como las nuevas figuras organizativas, por lo que asumieron la coordinación de las labores necesarias para la supervivencia del grupo.
Una de las decisiones más desgarradoras y cruciales para la supervivencia del grupo fue la de recurrir al consumo de la carne de aquellos que ya habían fallecido. Este acto, impulsado por la extrema necesidad de subsistencia en ausencia de fuentes convencionales de alimento, se convirtió en un elemento esencial para mantener con vida a los sobrevivientes. Esta medida, tomada en circunstancias extraordinarias, refleja la intensidad de la lucha humana por sobrevivir ante condiciones adversas y extremas.
"Estábamos acostumbrados a convivir con la muerte, a alimentarnos de nuestros amigos que hace dos días estaban vivos. Eso fue muy duro, pero la capacidad del hombre es ilimitada, cómo puede estirar el umbral del dolor. Llegar a adaptarse a algo que parece monstruoso terminó siendo algo natural", afirmó Zerbino a Teledoce.