La mañana del 25 de mayo de 1988, el vuelo comercial 110 de la aerolínea salvadoreña Taca partía rumbo a Bélice, como única escala, para luego dirigirse directamente hasta el Aeropuerto Internacional Louis Armstrong en Nueva Orleans, Luisiana, Estados Unidos. El capitán a cargo, Carlos Dárdano y su copiloto Dionisio López, esperaban un viaje tranquilo en el recién adquirido avión Boeing 737-3T0.
Sin embargo, una mezcla de situaciones como el mal clima y fallas tecnológicas desde la torre de control, provocaron una de las más apasionantes historias en la aviación, que tuvo como protagonista al piloto Dárdano y su gran habilidad para conducir con éxito la aeronave con 45 personas a bordo, entre la tripulación y los pasajeros.
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Estando a solo 25 minutos de llegar a su destino, el radar mostró dos tormentas eléctricas. Los informes que dio la torre de control fueron inexactos y el vuelo terminó situado en medio de las dos tempestades que querían evitar, lo que provocó que las turbinas que inundaran de agua y se atascaran por el hielo, a ello se sumó la caída de un rayo que impactó en la parte del copiloto.
Cuando ambos motores CFM56-3B-1 del avión fallaron mientras atravesaban inadvertidamente la tormenta de nivel cuatro, las 13,400 horas de experiencia de vuelo del capitán Dárdano entraron en juego.
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Con el apoyo de su primer oficial Dionisio López y el instructor que estaba evaluando el rendimiento de la recientemente introducida nave, Arturo Soley, Dárdano dirigió con éxito al avión sin potencia hacia un terraplén de tierra, ubicado cerca de la instalación del Ensamblaje Michoud. Todos los pasajeros a bordo tocaron tierra, sanos y salvos.
Al empezar a funcionar los sistemas auxiliares, el capitán Dárdano y su copiloto supieron casi de inmediato que si mantenían encendidos los motores se iban a incendiar, por lo que tuvieron que tomar la difícil decisión de apagar ambos motores estando a más de un kilómetro y medio de altura.
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Sin ningún aeropuerto a la vista, el capitán apostó por una franja de 800 metros de longitud; sin embargo, este espacio se encontraba en medio de dos diques de agua. Pese a lo peligroso de la maniobra y las pocas probabilidades de que resulte con éxito, la gran experiencia de Dárdano y su tripulación, hicieron posible que el avión aterrizara sin mayores daños.
Durante la Guerra Civil de El Salvador, en 1985, la carrera de aviación de Carlos Dárdano experimentó un duro golpe. Mientras operaba un avión de carga DC-3, una bala perdida del combate en tierra perforó la cabina, llegando hasta su ojo izquierdo. Pese a que perdió la visión en ese lado, el joven Dárdano se negó a rendirse.
Luego de obtener la aprobación de la Autoridad de Aviación Civil, consiguió su licencia para operar aviones comerciales pese a su discapacidad, dando cuenta de su pasión por la aviación.