Ashley Summers, una estadounidense de 35 años, murió en circunstancias inexplicables tras consumir agua demasiado rápido. Summer viajaba por Freeman Lake con su esposo y sus dos hijas pequeñas cuando comenzó a sentirse extremadamente deshidratada. Se quejaba de sentirse mareada y con dolor de cabeza.
Para saciar rápidamente su sed, comenzó a tomar el agua a gran velocidad. Llegó a casa, con síntomas de incomodidad, y a los minutos se desmayó en el garaje. Su familia la llevó de emergencia al Hospital Arnett en Indiana.
Ashley bebió cuatro botellas de agua en solo 20 minutos, dijo su hermano Devon Miller a WRTV. En ese corto lapso, consumió los litros recomendados a lo largo del día. Cuando Summers llegó al hospital, los médicos descubrieron que tenía una inflamación en el cerebro.
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Blake Froberg, toxicólogo del hospital, explicó que muertes como la de Ashley a menudo ocurren durante los meses de verano, y que quienes trabajan al aire libre o hacen ejercicio regularmente tienen más probabilidades de sufrirla.
"Hay ciertas cosas que pueden poner a una persona en mayor riesgo, pero lo que suele suceder es que tiene demasiada agua en el cuerpo y no suficiente sodio", explicó Froberg. Summers fue donante de órganos que eventualmente salvó la vida de otros cinco al donar su corazón, hígado, pulmones, riñones y algo de tejido óseo largo, informó su familia.
La deshidratación ocurre cuando se usan o pierden más líquidos de los que se consumen, y el cuerpo no tiene suficiente agua y otros líquidos para llevar a cabo sus funciones normales.
La deshidratación ocurre cuando el líquido perdido no se reemplaza. Beber muy poca agua es tan malo como beber demasiada. Por lo tanto, el mecanismo de la sed es el mejor indicador para los jóvenes. Esto no sucederá con los bebés o los ancianos, que dependen de un tercero para proporcionarles una hidratación adecuada.