El papa Francisco abandonó el hospital Gemelli de Roma donde permanecía tras ingresar por una bronquitis y, a su salida, se bajó del coche para dejar en claro ante las cámaras que se encuentra bien: "Todavía estoy vivo", declaró en su habitual tono bromista, pero con la voz cansada.
El pontífice, de 86 años, quien está hospitalizado desde el miércoles, salió a las 10.20 horas locales del Gemelli sentado en el asiento del copiloto de un pequeño coche blanco de la marca Fiat, escoltado por la Policía y por sus agentes de seguridad.
"Padre, ¿cómo se encuentra?", preguntó una reportera. Ante esto, el pontífice, ya sobre la calzada y ayudado de un bastón, respondió: "Todavía vivo, ¿sabe?", una declaración directa que acompañó con una de sus habituales anécdotas.
"Me viene a la mente una cosa que una vez me dijo un viejo, un hombre más anciano que yo, ante una situación como esta: 'Yo, padre, a no conozco la muerte, pero la he visto venir... ¡Es fea, eh!'", rememoró el pontífice, entre risas.
Al bajar del coche, Francisco dedicó un agradecimiento a las decenas de periodistas que en estos tres días de hospitalización han seguido la evolución de su salud: "Gracias por vuestro trabajo, un bello trabajo", refirió ante las cámaras y micrófonos.
En este sentido, aseguró que ha leído las crónicas que escribían sobre él: "Bellos artículos, cosas precisas para evitar fantasías. Son bravos, bravos", elogió.
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Luego, también tuvo palabras de encomio para la "heroicidad" de los médicos y del personal sanitario: "Yo admiro mucho a la gente que trabaja en los hospitales", confesó.
En estos días ingresado y convaleciente, en un apartamento de uso exclusivo de los pontífices inaugurado en tiempos de Juan Pablo II, Francisco ha leído la prensa y ha rezado en la capilla.
El último 31 de marzo, además, visitó a los niños de la unidad de neurocirugía y oncología, llevándoles huevos de Pascua y otros detalles. Incluso, llegó a bautizar a uno de ellos, el pequeño Miguel Ángel. Esta visita fue, según reconoció a su salida, el momento "más hermoso".
Por otro lado, Francisco reconoció que no tuvo miedo cuando el último miércoles, después de presidir la audiencia general con los fieles, le sobrevino un malestar que dificultaba su respiración. "No, miedo no", afirmó.
"No sé, sentí como un malestar. Como cuando tienes mal el estómago y te sientes mal", describió.
En ese momento, se percató de la presencia a su lado de un niño con el brazo escayolado. "¿A ti qué te ha pasado", le preguntó. El menor entonces le explicó que había tenido una mala caída parando un balón jugando al fútbol, por lo que el papa pidió un bolígrafo y le firmó las vendas.
Antes de volver al vehículo y despedirse de los presentes, el pontífice abrazó a una pareja que perdió a su hija.
La Santa Sede prevé que Francisco también imponga la tradicional bendición "Urbi et Orbi" del Domingo de Resurrección desde la logia central de la basílica de San Pedro, ocasión en la que cada año suele leer un mensaje en el que repasa la situación del mundo.