Las historias sobre pactos para alcanzar la fama siempre han existido. Así da cuenta la leyenda de Niccolò Paganini, el virtuoso violinista del que se creía que sus dotes se debían a una cercana relación con Lucifer, según indica la leyenda que data de los años 1800.
“Sobre Paganini se habló en efecto de su pacto con el diablo para hallar una explicación de que puedan sonar tantas notas, en secuencias ultrarrápidas”, sostuvo Juan Krakenberger en “Sinfonía Virtual”, revista de música clásica, sobre las ideas formadas a partir del gran dominio del músico sobre el violín.
Su primer concierto lo ejecutó a los 8 años, y poco después estrenó su primera sonata para violín. Foto: retrato de Paganini hecho por Georg Friedrich Kersting.
Niccolò Paganini, quien nació en Génova, Italia, en 1782, era conocido por su performance escénica, su virtuosismo e intensidad con el violín. Según refieren diversos medios, incluso las asistentes del público solían desmayarse durante sus actuaciones.
Tal como indica el diario español “La Razón”, fue un periodista de la “Gazzeta Piamontese” quien lo definió como el “violinista del diablo” después de acudir a uno de sus conciertos.
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“Tiene algo de diabólico, una habilidad casi sobrenatural. Muy a menudo su violín ya no es un violín, es una flauta, la limpísima voz de un canario bien amaestrado; supera las más incomprensibles dificultades con una facilidad indecible”, escribieron.
Tan impresionante era el talento del italiano, que se aludía a algo sobrenatural para explicar su maestría del violín. Su fama creció tanto que los boletos para sus conciertos eran demasiado caros. Así, con su muerte en 1840, la leyenda no hizo más que intensificarse.
En Génova, donde había pedido ser enterrado, el obispo impidió que sepultasen los restos del “hereje”. Debido a su fama, su hijo no conseguía el permiso para su inhumación, razón por la cual lo enterraron en una isla frente a la costa italiana. Recién en 1893, el nieto de Paganini logró que sus restos fuesen sepultados en Parma.
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Sin embargo, el violinista genovés fue mucho más que esto. Es considerado uno de los arquetipos del virtuosismo del violín y uno de los máximos representantes del Romanticismo.
Compuso un cuerpo de música de cámara que incluye 250 composiciones en varias combinaciones instrumentales. Los 24 caprichos para violín son una de sus obras más conocidas, así como “La campanella”, que han servido de inspiración a numerosos compositores.