Durante los años 80, el padre Ricardo Rezende, en aquel entonces perteneciente a la comisión pastoral de la tierra de la Conferencia Episcopal, tenía como labor recorrer diversos terrenos agrícolas del Estado de Pará, ubicado en la Amazonía de Brasil, con la finalidad de orientar a los agricultores a que lucharan por sus derechos. Han pasado cuarenta años y ahora se desempeña como docente de la Universidad Federal de Río de Janeiro, donde coordina el grupo de investigación sobre el trabajo esclavo contemporáneo. Durante todos estos años ha recopilado pruebas para que la empresa alemana Volkswagen responda por los abusos cometidos, tras confirmar su apoyo a la dictadura brasileña.
Como parte de sus descargos sobre el caso ante medios franceses, Rezende indicó que Pará fue “el epicentro del conflicto agrario y de la mano de obra esclava”, pues la multinacional alemana los llevaba desde diversos estados con promesas falsas de un trabajo remunerado y los explotaban sin paga y con múltiples abusos a labores relacionadas con la agricultura y la ganadería. Una vez llegados a nuevos “centros de trabajo”, les cobraban con su trabajo los gastos de viaje, precios de uniformes e implementos, alimentación, entre otros, haciendo imposible el “pago de deudas” para con sus empleadores, en un régimen laboral denominado servidumbre por deudas.
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Con la cantidad de pruebas y testimonios presentados por Rezende, el Ministerio Público de Brasil abrió una investigación a la multinacional alemana buscando que asuma su responsabilidad y alcance un acuerdo, para lo cual han citado a la compañía para el 14 de este mes en Brasilia.
Se pudo conocer que la firma europea ocupaba 140.000 hectáreas y empleaba a cientos de personas en territorio brasileño. Entre las acusaciones que realiza la Fiscalía, detalla que “la falta de tratamiento contra la malaria, la prohibición de salir de la finca mediante guardias armados o a causa de las deudas contraídas, alojamientos insalubres y alimentación precaria”, fueron algunas de las condiciones bajo las que trabajaban los agricultores.
Empresa reconoció en su país haber perseguido a sus trabajadores de la fábrica de Sao Paulo y los indemnizó. Foto: Getty Images
En el trascurso de la dictadura, Volkswagen era el mayor fabricante de autos en Brasil y con actividades ligadas a la agricultura y ganadería apoyaba los esfuerzos del régimen dictatorial por colonizar y agilizar la economía en Pará, ubicado al este de la Amazonía brasileña y ocupando el doble de territorio que Francia.
“Había muchos asesinatos, el ambiente era muy duro”, relata el sacerdote. “No podíamos contar con la Policía, con el Poder Judicial o con el Ministerio Público, tampoco con la sociedad civil, ni con la prensa”, señala sobre el gobierno militar, agregando que para ellos “la Iglesia católica era comunista, subversiva. Nuestra palabra no valía nada ante el juez”.
Tras varios intentos por encontrar justicia para sus compatriotas, Rezende aprovechó que la empresa reconoció en Alemania haber apoyado a la dictadura brasileña y presentó todas las pruebas que había obtenido (declaraciones de sobrevivientes y documentos) ante la justicia de Brasil, quienes admitieron el caso. Actualmente, el territorio que alguna vez fuera la finca Volkswagen se encuentra reducida a ruinas. Aunque los abusos y asesinatos vienen siendo investigados, Pará es un territorio al margen de la ley donde abundan los conflictos agrarios, tala ilegal y deforestación.