En España, el jubilado Carlos San Juan se hartó de que su banco le regateara la atención personal y de que le hiciera sentir tonto por sus problemas con cajeros, aplicaciones y con una revolución digital que siembra el pánico entre muchos ancianos.
Tras un incidente con un cajero automático, en el que se negaron “por completo a salir y atenderme”, y se negaron también a que entrara en la oficina, porque carecía de “cita previa”, según explicó en Madrid a la AFP, este urólogo valenciano jubilado de 78 años dijo basta y redactó el manifiesto “Soy mayor, no idiota”, que firmaron primero un centenar de amigos y conocidos.
Era diciembre de 2021. San Juan tocó una fibra sensible, el manifiesto acabó en la plataforma change.org y lleva casi 650.000 firmas. Fue recibido por las autoridades y acabó poniendo a los bancos en un aprieto que se tradujo la semana pasada en la firma, ante la ministra de Economía, Nadia Calviño, de un protocolo en el que se comprometen a mejorar su atención a los ancianos.
Así, “las oficinas ampliarán sus horarios de atención presencial al cliente”, “los mayores recibirán atención preferente” y “se adaptarán los cajeros, aplicaciones y páginas web con lenguaje y vista simplificados”, según la Asociación Española de Banca.
De este modo, San Juan espera que se ponga fin al “drama de personas con cartillas (libreta), mayores, haciendo cola, con discapacidades motoras, con silla de ruedas, con andadores, con bastones, que venían un día y otro día”. O el suyo propio.
“Tengo (el mal de) Parkinson. Normalmente, acudo (al banco) a horas en que no voy a generar colas, porque me pongo más nervioso”, narra este anciano amable y elocuente.
Reclama paciencia para la gente de su edad —“aunque tengamos voluntad de aprender, podemos aprender hoy y pasado mañana haberlo olvidado”— y le gustaría abandonar ya el foco público porque no quiere “un exceso de protagonismo”.
Los ancianos no se oponen “para nada a la digitalización”, aclara, “la digitalización ha venido para quedarse”, pero lo que pide “es un tránsito más humano” hacia la nueva era.
El presidente de la Asociación Española de Banca, José María Roldán, le dio la razón durante la firma del nuevo protocolo: “San Juan nos ha hecho ver a todos que necesitamos atender a quienes no pueden ir tan rápido y a quien siempre necesitará una ayuda por sus circunstancias personales”.
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Desde que estalló la crisis financiera de 2008, que dio paso a una consolidación del sector en España, han desaparecido más de la mitad de las oficinas bancarias —quedan unas 20.000— y el número de empleados cayó casi un 40%, pasando de 276.500 en 2008 a 172.000 en 2020, según cifras del Banco Central Europeo.
Ello arroja una media de ocho empleados por oficina, mientras que otros países grandes de su entorno, como Francia, con sus 402.000 empleados y 32.000 oficinas, tienen una media de 12,5. La pandemia de coronavirus y sus confinamientos consolidó la digitalización —“no hubiéramos sobrevivido a la pandemia sin los medios tecnológicos de los que hemos dispuesto”, afirmó Roldán—, y la tendencia a la reducción de empleos en España persiste.