Estados Unidos, uno de los países con mayor acceso y disponibilidad de vacunas en el mundo, se encuentra en una grave crisis debido a la ralentización de la vacunación en todo el país y la aceleración de contagios de la variante Delta, que se propaga entre la población no inoculada de una manera alarmante.
El último viernes 23 de julio, Pfizer Inc. y su socio alemán BioNTech anunciaron que el Gobierno estadounidense compró 200 millones de dosis de su vacuna COVID-19, las mismas que tienen también como destino a niños menores de 12 años. Con esta compra se busca enfrentar la alta tasa de casos por el virus SARS-CoV-2.
Según la directora de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, en inglés), Rochelle Walensky, la cifra de contagios en las dos últimas semanas se ha triplicado al llegar a más de 37.000 casos diarios. Resultado en su mayoría de la variante Delta que representa el 83% de los contagios por COVID-19. En sus palabras, es un “aumento drástico” que va acorde con la cúspide del 48% de las muertes en la última semana.
Walensky advirtió que la de Estados Unidos es una “pandemia de personas no vacunadas”, ya que el 99% de los fallecidos en el país en las últimas semanas son los no inmunizados, idea con la que concuerda el presidente, Joe Biden. “Tenemos una pandemia para los que no se han vacunado: es así de básico, así de simple”, sostuvo en un programa de la cadena CNN.
La CDC informó en la última semana que la cantidad de personas que solo han recibido una dosis supera al número de personas que cuentan con la pauta completa: 56,3% contra 48,8% respectivamente.
Una investigación realizada por The New York Times reveló que un gran porcentaje del grupo que no quiere recibir la segunda dosis, teme a los efectos secundarios o consideran que están lo suficientemente protegidos con una de ellas.
Dos tercios de los condados de Estados Unidos tienen solamente un 40% de su población vacunada. Este dato revela que existe un problema mucho más amplio y está en que un gran sector de la población estadounidense no quiere vacunarse, a pesar de que el virus ya ha matado a más de 600.000 personas en todo el país.
El problema es tan grave que el aumento de contagios por el coronavirus ha llevado a funcionarios y legisladores a promover la vacunación. Varios de ellos postean en sus redes sociales o animan en declaraciones a la población a aplicarse las dosis de la inyección contra la COVID-19.
Los condados se han visto obligados a ofrecer incentivos para alentar a sus ciudadanos. Uno de ellos es Dekalb en Georgia, estado que cuenta con una de las tasas más bajas de vacunación en el país. Por ello, el director ejecutivo del condado de Dekalb, Michael Thurmond, dispuso, para el pasado sábado 24 de julio, regalar tarjetas de débito prepagas de $50 a las primeras 300 personas que se vacunen.
Pero, ¿cuáles son las razones por las que la población estadounidense no quiere inmunizarse con siquiera una dosis? Para ello, La República entrevistó a Jesús Anampa, médico investigador del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York.
El doctor hace una reflexión en torno a las distintas culturas que existen en Estados Unidos y comenta que ese es el verdadero dilema por el que está pasando el país norteamericano. “Es un país con muchos micropaíses”, asegura.
La meta del presidente estadounidense era de un 70% de personas vacunadas para el día de la independencia, el 4 de julio; sin embargo, ha habido un retraso significativo, fruto de la gran ola de desinformación.
Esa es una de las principales razones por las cuales, sobre todo los jóvenes, no se están acercando a vacunarse. Anampa menciona que cuando recién llegaron las vacunas era sumamente difícil encontrar cita porque la población adulta mayor, al ser considerada la más vulnerable, tenía mucho miedo y los centros de inmunización siempre estaban llenos.
Ahora que están en la etapa de inoculación a jóvenes, “ellos tienen la percepción de que son más fuertes y que pueden combatir al virus”, sumado a las teorías conspirativas en las que creen. Es por eso que se llegó a disminuir la velocidad con la que se estaba vacunando.
El médico afirma que hay jóvenes que, incluso, tienen ideologías teológicas que van en contra de sus creencias al pensar que la vacuna no es adecuada porque es un “signo divino o del más allá y sería impensable que esté en tu cuerpo”
Jesús narra que tuvo una paciente en donde ella y su esposo se vacunaron, pero tienen un hijo de 21 años que decidió no hacerlo por la teoría del chip. El doctor tomó la decisión de llevar al joven a su consultorio para intentar convencerlo con información científica que pudiera hacerlo entrar en razón. El joven le dijo: “Por qué me voy a poner una vacuna que tiene menos de un año, estás loco”.
A pesar de la explicación del médico al afirmar que la tecnología usada en las vacunas se viene aplicando desde hace años, no logró convencerlo. “La Pfizer o Moderna no estaban disponibles en humanos, pero los estudios se estaban haciendo desde antes, mucho antes del COVID”, le replicó.
“En el humano la desconfianza es natural, pero por eso hay que informar a la población, la información debe ser muy cuidadosa. Una tarea grande tenemos en EE. UU.”, opina Anampa.
La población afroamericana y latina cuenta también con algunos grupos que se resisten a la vacuna, así lo manifiesta el médico. Esto sucede porque son grupos étnicos que han sido históricamente segregados, por lo que es normal que ellos siempre estén a la defensiva cada vez que aparece algo nuevo, pues creen que serán utilizados como conejillos de indias.
Y es un estigma que la historia se ha encargado de trasladar a la actualidad. “Es algo que sucedió en el pasado y la comunidad científica aprendió que eso no debe suceder, pero en este contexto es algo crítico”.
Un artículo publicado el 9 de febrero por Joseph Mercola, un médico osteópata estadounidense, afirmó que las vacunas contra la COVID-19 son “un fraude médico”, incluso aseguró que las inyecciones no previenen infecciones, tampoco ofrecen inmunidad ni son capaces de frenar la transmisión de la enfermedad. Además dijo que las inyecciones “alteran su codificación genética, convirtiéndola en una fábrica de proteínas virales que no tiene interruptor de apagado”.
Si bien tales afirmaciones del médico son refutables, los investigadores dicen que Mercola es el difusor de información errónea sobre el coronavirus más influyente en línea. Lo que ha traído como consecuencia de que su contenido ha llegado, según CrowTangle, a más de 400.000 personas en Facebook y se tradujo en pocas horas del inglés al español y al polaco, además fue replicado y compartido por comunidades antivacunas, lo que convierte a este personaje en alguien sumamente peligroso para el objetivo de la campaña de vacunación.
Los grupos antivacunas han elegido la red social con más visitas en todo el mundo: Facebook. Esta web tiene la facilidad de crear contenido que será compartido al instante y visto inmediatamente. Es así como llega a los usuarios, quienes son blancos fáciles para recepcionar cualquier información que vean.
Según una investigación de la NBC News, existen diversos grupos estadounidenses en contra de las vacunas, que usan palabras clave para camuflarse y así evitar las prohibiciones de la red social. Esto con el objetivo de desinformar a las personas sobre los fármacos anti-COVID-19. Los grupos son difíciles de identificar porque se disfrazan con nombres como Dance Party (Fiesta de baile) o Dinner Party (Cena de gala).
Ante la gran desinformación que se está generando en Facebook y que ocasiona el rechazo hacia la vacuna, Joe Biden acusó a la red social de ayudar a difundir información falsa. “Están matando gente”, aseguró el presidente, e incitó a Mark Zuckerberg a hacer más para evitar la desinformación.
Facebook ha rechazado las afirmaciones de Biden. “No nos distraerán las acusaciones que no estén respaldadas por hechos”, declaró a AFP, y ha contratado un ejército de verificadores de datos independientes para limpiar el contenido falso de su plataforma.
El mandatario estadounidense se encuentra en un terrible problema, dados los efectos de la inmensa desinformación generada. Puesto que, como se ha visto, los no inoculados son la causa de la crisis en el sector salud en EE. UU.
Frente a ello, Biden debe acrecentar sus medidas o mejorar sus estrategias para hacer cara a la pandemia de los no vacunados.