El presidente ruso Vladimir Putin comenzó a preparar su futuro político al anunciar un nuevo gobierno y reformas constitucionales, coincidieron el jueves analistas, editorialistas y opositores, quienes recordaron que el actual marco legal le obliga a dejar el Kremlin en 2024.
Putin dijo que decidió revisar el superpresidencialismo ruso, prometiendo reducir las prerrogativas del jefe de estado y aumentar las del Parlamento que designará al Primer Ministro.
Los expertos dicen que quiere restringir los poderes presidenciales en coincidencia con su salida del Kremlin, mientras se prepara para un nuevo cargo.
"Creo que Putin seguirá siendo la figura principal en Rusia, como lo ha sido durante 20 años", señala la experta rusa Maria Lipman.
Algunos lo imaginan como el árbitro supremo, por encima de la refriega política con una posición a medida, como lo hizo Nursultan Nazarbayev en Kazajstán al convertirse en 2019 en una especie de padre de la Nación, dejando la presidencia a un allegado obediente.
Putin podría, por ejemplo, mantenerse como jefe del Consejo de Estado --un cuerpo político reforzado por su reforma constitucional-- y además del poderoso Consejo de Seguridad.
O también podría encarar algo completamente diferente.
“Vemos ciertas piezas del rompecabezas, hay algunas que no vemos y otras que nunca veremos. Pero hay un plan, y está en la mente de Putin”, señala Lipman.
A pesar de una popularidad de alrededor del 70%, el presidente ruso sabe que la erosión amenaza su poder tras 20 años de ejercicio.
Una "demanda de cambio ha surgido claramente dentro de la sociedad", dijo el miércoles en su discurso ante la élite política rusa.
Ilustración del malestar, Moscú fue escenario durante el verano de 2019 del mayor movimiento de protesta ruso desde el regreso de Putin al Kremlin en 2012, que había abandonado provisoriamente para ser Primer Ministro, debido a la limitación de mandatos presidenciales.
En septiembre de 2019, el partido pro presidencial, Rusia Unida, era tan impopular que sus candidatos en las elecciones locales de Moscú se presentaron bajo otros rótulos partidarios.
En 2021 están programadas elecciones legislativas y Rusia Unida, según encuestas, tiene el respaldo de un tercio de votantes, lejos del 54% obtenido en los comicios de 2016.
El presidente ruso, Vladimir Putin, observa los ejercicios conjuntos de las flotas del Mar Negro y del Norte desde el crucero Mariscal Ustinov en el Mar Negro frente a la costa de Crimea el 9 de enero de 2020.
Debido a un nivel de vida en descenso, el leal primer ministro Dmitri Medvedev, en el cargo durante ocho años, vio su popularidad estancarse entre el 30 y el 38%.
El nombramiento de otro jefe de gobierno, por lo tanto, significa un nuevo comienzo. Y Mijail Mishustin, jefe del Servicio de Impuestos Federales, es ciertamente un desconocido pero no un recién llegado.
A los 53 años, se le considera un alto funcionario particularmente eficiente y defensor de la digitalización. Fue capaz de transformar la oficina recaudadora de impuestos, una burocracia esclerótica y corrupta, en un órgano eficiente y temido.
Además con este perfil más tecnocrático que político, no aparece como un posible sucesor y menos como rival.
"Su nominación como primer ministro apunta a tener una jefatura de gobierno basada en la eficiencia y centrada en la agenda nacional", señala en Twitter Dmitri Trenin, director del centro Carnegie en Moscú.
La razón de esta prioridad al sector interno es clara: según una encuesta del instituto Vtsiom, el 52% de los rusos piensa que desde un punto de vista económico, "lo peor está por venir".
En su discurso del miércoles el jefe de Estado estableció objetivos complejos: enriquecer a los rusos, detener la crisis demográfica, modernizar el país. Y todo antes de 2024. Un programa que demandará inversiones por unos 379 mil millones de euros.