
El oro volvió a brillar en los mercados internacionales al superar los US$3.950 por onza, alcanzando un máximo histórico de US$3.957, impulsado por la búsqueda de refugio financiero ante la incertidumbre económica global y la expectativa de nuevas medidas de estímulo monetario.
“El impulso del metal precioso responde a la creciente demanda de refugio ante el posible shutdown del gobierno de Estados Unidos, las expectativas de recortes de tasas por parte de la Reserva Federal (Fed) y el debilitamiento del yen japonés, factores que reducen la rentabilidad de otras alternativas tradicionales”, explicó Gabriel Iturriaga, analista de estudios de Capitaria.
El especialista añadió que los bancos centrales reanudaron la acumulación de oro en agosto, fortaleciendo la tendencia alcista del mercado. Este movimiento institucional, sumado a la volatilidad política y fiscal en las principales economías, ha devuelto al metal su papel histórico como resguardo de valor en tiempos de incertidumbre.
En esa misma línea, Felipe Mendoza, analista de mercados de ATFX LATAM, señaló que el metal precioso seguirá dominando la preferencia de los inversionistas: “Mientras persista la incertidumbre política y económica, el oro seguirá siendo la principal alternativa de protección frente a la volatilidad”.
Por su parte, Jorge Manco Zaconetti, economista e investigador de la UNMSM, ya había anticipado que la tendencia alcista se mantendrá en los próximos meses.
“Las consultoras internacionales proyectan precios de US$3.500, US$3.700 e incluso US$4.000 hasta diciembre, debido a la confrontación entre China y EE.UU., la pérdida de confianza en el dólar y la política errática de Trump frente a la Fed”, indicó a La República.
El avance del oro ocurre en un contexto de tensión financiera global, con inversionistas que buscan alternativas seguras ante la fragilidad del dólar, la posible paralización del gobierno estadounidense y el enfriamiento de la economía china. Estas condiciones han impulsado la salida de capitales de activos más riesgosos hacia refugios tradicionales.
El auge internacional del oro también tiene repercusiones directas en el mercado peruano, donde el incremento de precios ha potenciado tanto la actividad minera formal como la expansión del circuito ilegal.
Según un informe de Bank of America (BofA), con base en cálculos del Instituto Peruano de Economía (IPE), las exportaciones de origen informal alcanzarían este año los US$12.000 millones, equivalentes al 4% del PBI, cuadruplicando su volumen desde 2019 y acercándose por primera vez al nivel de las exportaciones legales.
El economista y exviceministro de Gestión Ambiental José De Echave advierte que esta tendencia refleja una distorsión estructural: “El año pasado hemos producido más o menos 90 y pico toneladas de oro, y hemos exportado 170 toneladas aproximadamente. Estamos en el momento de mayor diferencia entre exportaciones y producción. Se está exportando de lejos mucho más oro del que se produce”.
De Echave ha constatado en trabajo de campo la expansión de la minería ilegal en regiones como Cusco, Apurímac, Piura, Ica o Arequipa, un fenómeno que, según el IPE, podría incluso superar a la producción legal.
“Por lo menos va a alcanzar [a la producción legal], hay una probabilidad no menor de que la vaya a superar”, precisó Víctor Fuentes, gerente de políticas públicas del IPE, quien atribuye el “blanqueo” a la proliferación de plantas procesadoras que facilitan el ingreso del oro ilegal al circuito formal.
Aunque algunos congresistas han propuesto que el Banco Central de Reserva (BCR) compre oro para apoyar la formalización, Fuentes rechaza la idea de plano:
“El BCR no tiene por función apoyar la formalización minera. Su función está en la Constitución: la estabilidad de la moneda. Romper ese principio no es una buena idea”.
Para De Echave, el problema tiene raíces más amplias. Y es que lo que ocurre siempre en un escenario de enfermedad holandesa es que se aprecia la moneda, se encarecen las exportaciones de otros sectores como la manufactura, y se abaratan las importaciones. Esos son los factores que hoy predominan, y mientras los precios del oro y del cobre se mantengan en niveles históricamente altos, la situación seguirá igual.
En suma, el récord alcanzado esta semana confirma que, ante los temores de desaceleración y la falta de claridad en la política monetaria global, el oro vuelve a ser el termómetro de la desconfianza mundial. Pero en el Perú, su brillo también revela las sombras de una economía donde la informalidad minera y la sobredependencia de los commodities siguen siendo el gran desafío estructural.

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