Juan Chávez tiene más de 40 años dedicados a la crianza de alpaca en el distrito de Conduriri, zona alta de la provincia de El Collao-Ilave, al sur de Puno. Vive en una cabaña con techo de paja sin servicios básicos. Sus ingresos por la venta de fibra de este animal apenas le permiten sobrevivir junto a su familia. Es la realidad del alpaquero peruano.
La esquila es la actividad en la cual los criadores cortan el pelaje de la alpaca para vender la lana. Lo pueden hacer solo una vez por año. Es fundamental en su economía.
Juan, no obstante, ya no tiene esperanzas de progreso. Su rostro está quemado porque la crianza se realiza sobre los 4.000 metros sobre el nivel del mar. El clima aquí es inclemente. Por ello se sorprende de que prendas hechas con la lana de estas alpacas que nos rodean se vendan tan caro en otros países, mientras ellos reciben apenas 15 soles por libra. Es otra historia de desigualdad económica en perjuicio de los más humildes.
Esta inequidad, ante la cual el apoyo del Estado en tecnología y legalmente es insuficiente, se puede apreciar desde el mercado local, donde los productos son comercializados en tiendas exclusivas a costos que oscilan entre 1.000 y 6.000 soles.
Perú es líder mundial en producción de fibra de alpaca, pues posee el 87% de estos animales en el mundo, según el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri). Puno y Cusco ocupan los primeros lugares.
Solo en el altiplano puneño, según el Proyecto Especial de Camélidos Sudamericanos (Pecsa), existen más de 7.000 productores de fibra de alpaca. Hay muchos agrupados en organizaciones y cooperativas.
Las cifras parecerían ser una buena noticia. Cada año, se exportan cerca de 200 millones de dólares, principalmente hacia Estados Unidos, Italia y China.
No todos se benefician por igual, claro está. En Perú son las compañías que transforman la fibra de alpaca. Este listado lo encabezan dos grupos. El primero es Grupo Michell, que opera bajo la razón social Michell & Cía S.A.; y Grupo Inca.
No todos se benefician por igual, claro está. En Perú son las compañías que transforman la fibra de alpaca. Foto: Liubomir Fernández / LR
Lo mismo sucede con las comunidades dedicadas a la crianza de vicuña, cuya lana es llamada “la fibra de los dioses” porque es de color dorado principalmente. A diferencia de la alpaca, esta especie no domesticada tiene la mayor calidad deseada. Se calcula que actualmente hay más de 200.000 vicuñas en Perú, casi la mitad en el continente.
La marca italiana Loro Piana, propiedad del conglomerado LVMH, que incluye marcas como Luis Vuitton, Christian Dior, Fendi, Mard Jacobs, entre otras, vende un suéter hecho con lana de vicuña peruana en unos 9 mil dólares en Nueva York, Milán o Londres. Sin embargo, consigue la materia prima por 280 dólares.
LVMH es manejada por Bernard Arnault, cuya fortuna se estima en 233.000 millones de dólares según la revista Forbes.
En esa línea de ejemplos, una indagación de Business Insider afirmó que fabricar los bolsos de Dior cuestan alrededor de US$57, pero se venden hasta en US$2,780, mientras que los de Armani pasan de US$99 a US$1,900.
Volviendo al contexto peruano, cabe señalar que una norma dada por el gobierno de Alberto Fujimori a finales de su gobierno puso en desventaja a los campesinos nacionales. La esquila de vicuñas fue prohibida desde 1969 para proteger la especie.
En 1994, a través de una ley, se permitió que se comercializara su fibra, respetando reglas y con acuerdo de la comunidad que los tuviera en su terreno libremente. Sin embargo, en el 2000, antes de fugar del país, el régimen fujimorista permitió que las empresas también se puedan dedicar a esta actividad con los mismos derechos que las poblaciones locales. En esa situación, Loro Piana compró terrenos y tuvo luz verde para criar, esquilar y comercializar directamente.
Así logró implementar Mallkini, la granja más grande. Se ubica cerca de Muñani, en Puno. Al respecto, una investigación de la organización PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales) puso en evidencia presuntos actos de crueldad. Con videos como pruebas, reveló que, durante la esquila, los animales eran dejados con heridas o cosidos sin alivio del dolor. El caso fue llevado ante la justicia. Hay cinco imputados por maltrato animal. El caso está en manos de la Corte Superior de Justicia de Puno en Azángaro.
En Mallkini, una investigación de la organización PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales) puso en evidencia presuntos actos de crueldad. Foto: Liubomir Fernández / LR
Menancio Flores, productor alpaquero de Santa Lucía, provincia de San Román, sostiene que la situación se hizo crítica cuando estas grandes empresas ingresaron a la crianza y producción porque planteó una competencia injusta. Negociar el precio se hace cada vez más improbable. “Por ejemplo, el Grupo Michell ya cría alpacas. Tiene su fundo Mallkini. Tiene derecho de invertir en lo que desee, pero hay un detalle. Ellos tienen gran inversión y eso les permite optimizar su producción. En cambio, el campesino, por más capacitación, no tiene recursos para invertir en tecnología. Es más, siendo ellos los compradores y productores, entonces es más difícil lograr mejores precios por nuestra fibra”, advirtió.
La situación se hizo crítica cuando estas grandes empresas ingresaron a la crianza y producción porque planteó una competencia injusta. Foto: Liubomir Fernández / LR
Tomás Medina vive en el centro poblado de Jatucache, distrito de Laraqueri, provincia de Puno. Desde niño se dedica a la crianza de alpacas. En tiempos lluviosos trabajar al aire libre supone jugarse la vida porque los rayos en cualquier momento pueden sorprender a quien sea. En medio de la nevada, el frío y granizo tiene que cuidar a sus alpacas.
“Dónde me iría si acá están mis tierras. Mis animales son producto de mi esfuerzo. Además, es la zona donde crecí”, declara resignado.
Recuerda que por cada libra de fibra de alpaca se paga solo 15 soles en Perú. El precio incluso baja cuando hay poca producción. Por cada animal se obtienen entre dos y tres libras, es decir, un ejemplar genera ingresos anuales de cerca de 45 soles como máximo. La crianza resultaría rentable únicamente si tienes una gran cantidad de camélidos. La mayoría de alpaqueros locales posee de 70 a 300 ejemplares, algo insuficiente.
Medina Mamanchura añade que la necesidad a veces obliga a sacrificar sus animales. “Para una buena esquila hay que esperar un año. La mayoría tiene hijos en edad escolar. De eso se aprovechan”, exclamó.
El tiempo de gestación de una alpaca es de 11 meses y solo da una cría. Foto: Liubomir Fernández / LR
Álex Montufar es investigador y productor de camélidos en el fundo Irpajso, Conduriri-Ilave. Sostiene que la crianza en estos terrenos, golpeados incluso por heladas que impiden otras actividades, es una de las pocas formas de generar dinero, pero que cada vez es menos viable. Explicó que sí es factible lograr menores precios, pero se requiere una fuerte organización de productores locales. Estimó que la libra debería pasar de 15 a 35 soles. “De algún modo compensaría el esfuerzo que vivir alejados y en esas condiciones”, sostuvo.
Según la Sociedad Nacional de Criadores de Alpacas y llamas del Perú (SPAR), al 2023 el altiplano puneño tiene una población de 2 millones 131 mil cabezas de alpaca. Esta población de camélidos produjo 4 millones 170 mil 820 de libras, cuya venta generó un movimiento económico de 62 millones 562 mil soles.
Queda evidenciada la brecha que existe entre las costosas prendas a base de materia prima peruana y el exiguo dinero que se le paga al productor local. Lo que es glamour para unos, para otros es trabajo a bajo precio.
La crianza en estos terrenos, golpeados incluso por heladas que impiden otras actividades, es una de las pocas formas de generar dinero, pero que cada vez es menos viable. Foto: Liubomir Fernández / LR