La final de la Copa América se disputa este domingo entre Perú y una de las selecciones fútbol más emblemáticas el mundo: Brasil. El resultado es incierto, pese a todas las proyecciones que puedan elaborarse. Sin embargo, hay un partido que al parecer ya ganamos, el del crecimiento económico.
Brasil es la economía más grande de la región, con un Producto Bruto Interno(PBI) que creció 1,1% en el 2018. Sin embargo, este año el banco central del país del carnaval prevé una expansión de solo 0,8%. Esto, luego que entre enero y mayo del 2019 se registrara una contracción de 0,2%(en comparación al mismo periodo del año anterior).
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Los datos macroeconómicos, como el desempleo de alrededor del 12%, revelan que la administración de Jair Bolsonaro tiene problemas para reactivar la actividad económica. El mandatario entró al gobierno con la promesa de llevar a cabo reformas pendientes, como aquella del sistema de pensiones que pronto se debatiría en el Congreso.
Otra variable que indudablemente ha afectado la economía brasileña es el escándalo Lava Jato. Dicha polémica llevó al país a registrar tasas de decrecimiento en su PBI de -3,8% y -3,6% en el 2015 y 2016, respectivamente.
Podemos considerar a Brasil como un gigante que avanza a paso lento en el ámbito económico, intentando recuperarse de una etapa sumamente difícil. Pero la historia de Perú es distinta. Somos una economía pequeña en desarrollo con una mayor expectativa de crecimiento.
Debemos admitir que el casi nulo avance de la economía peruana de 0,02% en abril, y algunos indicadores de confianza empresarial desmejorados, pueden desalentarnos. Sin embargo, no cabe duda que el crecimiento anual de nuestro PBI será mayor que el del rival del domingo.
El Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) decidió ayer bajar las expectativas de crecimiento para el 2019, pero de 4% a 3,4%, mayor al 0,8% de Brasil. La corrección a la baja de nuestra autoridad monetaria se explica a que ahora se esperan menores resultados en sectores primarios como pesca y minería.
Pese a lo mostrado, no olvidemos que compartimos con Brasil una necesidad de concretar reformas estructurales pendientes. De otro modo, la corrupción nos seguirá frenando en el camino del desarrollo.