“Atención: se convoca a niños y niñas este sábado al local comunitario para la película Willaq Pirqa. Vengan todos los que quieran”.
Los altoparlantes de la radio comunal de Maras, en Cusco, anunciaban la filmación de una película que ya contaba con protagonista: un niño desconocido de 11 años llamado Víctor Acurio. Eran inicios de 2017 y hacía falta el resto de compañeros para una historia en una escuela del alto Ande cusqueño.
Filmada principalmente en Pacahuaynacolca, comunidad a 3.850 msnm, Willaq Pirqa (pronúnciese wíyaj-pírja) es la historia de Sistu (Acurio), un niño a quien el viento le trae un volante promocionando la llegada de un cine itinerante –en realidad, un tipo con un proyector viejo en su camión– al pueblo cercano. El cine tendrá un profundo impacto entre los comuneros, quienes debatirán las “historias de otros pueblos” que aparecerán en la pantalla.
En Willaq Pirqa un niño descubre el cine, al estilo de Cinema Paradiso.
En su audición, Acurio cautivó a los responsables del filme. “Las cosas más ricas ocurren en los castings”, dice la productora Jedy Ortega, quien dio uno de los vistos buenos. “Yo estaba al borde de las lágrimas escuchándolo. Tenía un rostro superexpresivo, un ángel de niño, hablaba perfectísimo el quechua”. Cuando terminó su audición, Ortega y sus colegas se miraron felices. “Ya sabíamos que era él”.
Antes de ello, Ortega y su equipo habían hecho una búsqueda en Ayacucho y Huaraz; con el casting en Cusco llegaron al centenar de audiciones solo para el rol principal. Ana Correa, actriz de Yuyachkani, le recomendó a Ortega hablar en Maras con dos gestores de la Asociación Artístico Cultural Piel de Sal Maras, Jesusa Segovia y Amílcar del Castillo. Parte de las actividades de Piel de Sal incluían turismo vivencial para extranjeros; allí Acurio participaba desde muy niño junto a su mamá y su hermana. Del Castillo le dijo a Ortega “ya tengo tu protagonista” y era cierto. Víctor Acurio se convirtió en Sistu, el pícaro protagonista del filme.
El video de su audición es un deleite. Con el fondo de una vieja pared de adobe, agujerada y con la pintura blanca chorreando desgastada, Acurio es Sistu, contando de memoria un cuento en quechua con un aplomo encantador.
La vida de Víctor Manuel Acurio Sicha, nacido en Maras, ha dado un vuelco desde que Willaq Pirqa: el cine de mi pueblo (nombre completo de la película) se mostrase en agosto en el Festival de Cine de Lima. A la ovación que recibió en su estreno, se sumaron los premios a mejor película (Premio del Público), mejor película peruana (Premio del Jurado) y mejor película peruana de la sección Hecho en el Perú (Premio Comunidad PUCP). Willaq Pirqa, que literalmente significa “la pared que habla” –la forma más cercana de decir “cine” en quechua–, se ha vuelto la cinta peruana más esperada por quienes ya sintieron la pegada del comentario boca a boca. Varios críticos la consideramos la mejor película peruana de 2022, bien arriba junto a otros títulos recientes como Canción sin nombre, Retablo y sí, Wiñaypacha. Sus virtudes: las excelentes cinematografía, actuaciones y producción general, el guion inspirado, la música de Karin Zielinski y la dirección de César Galindo. Pero por sobre todo, Willaq Pirqa es un sorprendente filme andino hablado en quechua, conmovedor y muy feliz.
Con César Galindo, el director del filme, en Pacahuaynacolca, a 3.850 msnm. Foto: Paul Gambin / La República
Las insufribles postergaciones de su estreno –originalmente estaba pauteada para setiembre– no han hecho sino crear ansiedad en muchos, especialmente cuando se rumoreó que podría pasar a verse recién en 2023. “Voy a llorar”, publicó entusiasmado el crítico Héctor Turco cuando se anunció por fin como fecha de estreno este 8 de diciembre.
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“Por supuesto que me hubiera gustado que se estrene años antes, pero así son las cosas en el Perú”, dice Acurio, hoy un adolescente de 17 años. En Hollywood, Macaulay Culkin saltó a la fama en 1990 con Mi pobre angelito, grabó una secuela, un video con Michael Jackson y otras tres películas en solo cinco años. Acurio se está reencontrando con Willaq Pirqa y con el cine después de esos mismos cinco años. Esto porque desde su concepción por Galindo hasta su estreno, la película ha tomado unos diez años en ver la luz. Hoy sus días comienzan en el Cusco a las 6 a.m. trabajando en un taller de mecánica, y luego estudia teatro de 6 a 9 p.m. De más está decir que ya no luce como el niño cachetón y tierno de los afiches de Willaq Pirqa.
Entre tanto, la prensa lo empieza a buscar con insistencia y poco a poco se familiariza con Lima. Hace unos días conoció el Parque de las Aguas y también fue recibido por Astrid Gutsche en Astrid&Gastón. Volvió al Cusco y se le espera en Lima de nuevo para otra función de prensa. Si Willaq Pirqa resulta el éxito que se anticipa, Acurio podría pasárselas entre festivales internacionales en 2023. Muchos apostaban a que el filme sería la carta fija al Oscar, antes del estreno de El corazón de la luna. Por ahora, Acurio es un adolescente cusqueño común y corriente. Es muy correcto en las entrevistas, pero tiene amigos chacoteros con quienes intercambia insultos en quechua (“asno suwa” es “ladrón de burros”, “kachi siki” es “culo de sal”, “machu asno” es “burro viejo”); le gustan las películas de acción (su favorita, Sniper –Francotirador, 2014– con Bradley Cooper) y –oh, sorpresa– dice “no ser tan fanático”, de escuchar reguetón. Le gusta sí la saqsa, una danza originaria de Paruro.
“Mis profesores me dicen: ‘¿Por qué pierdes el tiempo estudiando mecánica y no te dedicas a la actuación?”, confiesa Víctor, quien pisó por primera vez una sala de cine este año, en la función de Willaq Pirqa del Festival. “La verdad, yo me siento halagado”.