Por: Mireya Fabian
Sao Paulo fue la ciudad que abrazó el primer gran logro de Rodrigo Santillán. A sus cortos 14 años de edad, el paranadador arribó a la competencia internacional que definiría su pase a Lima 2019. Una sorprendente marca en 50 y 100 metros lo condujo hacia la clasificación para sus primeros Juegos Parapanamericanos. A casa regresó con cuatro medallas y un nuevo anhelo: cantar el himno nacional en el podio, esta vez en territorio nacional.
Rodrigo es el paradeportista más joven de Lima 2019 y uno de los cuatro representantes del Perú en la disciplina de paranatación. Desde su clasificación, la joven promesa ha aprendido, al lado de su madre, a dividir su rutina entre la escuela y los entrenamientos. De cara a los Parapanamericanos, reducir el tiempo que marca en los estilos libre y espalda por los cuales competirá se convirtió en su prioridad. En el agua, su competencia ha sido contra el cronómetro, un reto que, confiesa, es lo que más le apasiona de la disciplina adaptada.
“Elegí la natación porque es un deporte completo. Me gusta jugar con el tiempo, ganarle”, señala Rodrigo con una admirable determinación. Y es que no se pone barreras. Las tareas complejas como la técnica que demanda su desplazamiento en el agua, dada su discapacidad motriz, las ha podido superar.
“Lo complicado ha sido la técnica, él no puede mover las cosas, le cuesta pero poco a poco lo está superando”, confiesa Mónica Cruz, su madre y fiel compañera en cada entrenamiento. Como exige la categoría S2, una de las más severas en la paranatación, Rodrigo realiza sus competencias con asistencia dentro del agua. Con apenas un año de haber aprendido a nadar, se ha convertido en uno de los mejores en el rubro.
La polineuropatía lo acercó hacia la natación a los 12 años como un método curativo para tratar la discapacidad de movilizar sus extremidades; sin embargo, de aquella práctica a la paranatación había una brecha grande por recorrer, pero decidió arriesgarse.
“Yo soy el pie de Rodrigo”, menciona orgullosa la madre, quien recuerda todas las peripecias que juntos han debido atravesar para trasladarse hacia sus entrenamientos en el Estadio Nacional y ahora la Videna.
Desde su clasificación, el joven talento que utiliza una silla de ruedas para movilizarse ha debido costear un promedio de cuatro taxis y dos viajes en tren pues vive en Pachacámac. Cerca de la competencia, ausentarse en los entrenamiento fue una opción que descartó. De esta forma, a su lista de prioridades se sumó el encontrar auspicios para seguir en carrera: “Los entrenamientos se volvieron más exigentes, no podía faltar. Si antes lo hacía era por el tema de la movilidad”, señala Mónica.
Con la ilusión que caracteriza a todo adolescente, Rodrigo espera algún día ver una sede para las disciplinas paralímpicas en nuestro país, mientras tanto seguirá apostando por el deporte, pues es la mejor vía para destruir barreras.