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¿Por qué los jóvenes no quieren casarse ni tener hijos?

Las bondades de la era en la que la libertad de expresión y la conectividad son protagonistas no alcanzan para acercar a un público hacia los anillos y baberos. ¿Cuál es la razón?

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Desde aspectos económicos hasta demográficos, conoce aquí las razones que empujan a los jóvenes a decirle no al matrimonio y a los hijos. Foto: composición de Fabrizio Oviedo/La República/Pexels

Cuando un “para siempre” franquea canciones, películas y publicaciones en Instagram, Pierina prefiere erigir sospecha antes que ilusión. Es marketera, tiene 24 años y le abre los brazos a un trabajo estable, no al matrimonio, tampoco a los hijos.

Hector, arquitecto y fotógrafo, le coloca la misma cerradura a sus proyectos. Tiene 31 años y hace dos se mudó de ciudad para expandir su talento. Ahora, en su espacio capitalino, solo caben trazos y flashes, las expectativas de sostener un núcleo familiar están fuera de las maquetas.

Los desafíos para ambos transitan la senda laboral: si alguna guerrilla con ánimo amoroso aparece en el camino, apuestan por desalojarla. Bien lo dijo el periodista Manuel Chaves: “Las masas modernas lo soportan todo, menos la incomodidad material, física”. ¿A qué se debe?

¿Qué opinan los jóvenes sobre el matrimonio y la parentalidad? Foto: Pexels

Tendencias culturales

La República sostuvo una charla con Gloria Huarcaya, máster en Matrimonio y Familia, y recogió los componentes que empujan a los jóvenes a prescindir tanto de la vida matrimonial como de la parental. Aquel que encabeza la lista es la búsqueda del placer y del confort.

“Los productos culturales priorizan la satisfacción individual, pocos tratan a la familia como una meta compartida. (...) Está documentado: las nuevas generaciones, así como tienen valores sociales muy destacados, anteponen mucho las metas individuales”, señala la especialista.

Y sobre metas individuales, Pierina vislumbra qué vías la llevan hacia ellas, el matrimonio no forma parte de las alternativas: “Siento que casarme sería como una atadura”. Hector, por su lado, afirma que no quisiera cargar con una responsabilidad más: “No necesito complementar con un hijo mi felicidad”.

Las fuentes de esta nota prefieren saldar sus aspiraciones individuales antes que cumplir con lo socialmente establecido. Foto: Pexels

Tendencias demográficas

La experta reconoce que la postergación de la maternidad o paternidad y la opción de la convivencia sobre el matrimonio son fenómenos clasificados en la “segunda transición demográfica”. “Es algo muy marcado en occidente, a partir de la década de los 60, cuando eclosiona la revolución sexual, es decir, cuando hay una separación del sexo frente al matrimonio y la procreación”, detalla.

Asimismo, pone sobre la mesa un antecedente nacional histórico: “En el caso de Perú, existe una tradición muy arraigada de convivencia. Antes de que llegaran los españoles no existía el matrimonio como institución civil o religiosa. Los incas practicaban el servinacuy —prueba de convivencia durante seis meses o un año—”.

Esta medida sí encaja con el panorama de Pierina: “No quisiera casarme, pero sí convivir. Es más una opción de libertad”. Y sucede incluso con aquellos que contemplan la posibilidad de procrear en alguna etapa venidera. Es el caso de Cecilia, también marketera de 24 años, quien considera la concepción futura. “Me gustaría estar acompañada, sí, pero hay ciertas cosas que no permitiría solo por estar en un matrimonio”, alega.

Ambas circulan con la alarma bajo el brazo porque en sus núcleos hay evidencias de matrimonio sujetados solo por una firma. “El miedo a un compromiso permanente, que significa casarse con alguien, puede surgir porque se ha vivido en carne propia el fracaso matrimonial de los más cercanos. A los jóvenes les es difícil apostar por un tipo de familia permanente, aunque lo deseen”, respalda Huarcaya.

Muchos jóvenes prefieren la convivencia en lugar del matrimonio. Foto: Pexels

La inmediatez, un factor de la vida posmoderna

Wendy Quintasi Mercado, especialista en terapia de familia y de pareja, además de docente de la UPC, rescata un ingrediente propio de la época: la inmediatez.

“Las parejas son circunstanciales. Si funcionan, bien, asumen hasta que aparecen los primeros conflictos. Consideran la separación como primera opción (...) porque las relaciones son líquidas: no se busca la perdurabilidad de las cosas. Tiene que ver con esta forma de pensar del posmodernismo. Lo nuevo siempre será mejor no solo en la tecnología, en los vínculos también”, argumenta.

Existe, como consecuencia, una dinámica en la era tecnológica: la obsolescencia programada. “Este mecanismo instala una manera de ver. No se tolera la incomodidad, sino que se busca una solución inmediata: la inmediatez a un clic”, agrega.

Huarcaya refuerza este concepto y caracteriza las reglas del juego de las relaciones líquidas: “En ese tipo de convivencia moderna se manifiesta una voluntad no matrimonial, vivir con la pareja, pero sin cumplir con los rasgos naturales del matrimonio: exclusividad o monogamia, fidelidad, apertura a los hijos y la unión permanente”.

El uso de la tecnología también dibuja una percepción en los jóvenes. Foto: Pexels

¿Y el aspecto económico?

El dinero también agrieta las ganas. Pierina, Cecilia y Hector apuntan a un campo no menos importante: el monto que se desprende tras una boda o un embarazo. “No tener un empleo estable, las facilidades suficientes para una vivienda o conciliaciones en el trabajo —son pocas las empresas que ofrecen medidas conciliativas— son aspectos a considerar”, alude Huarcaya.

Pese a que la elección de una pareja ya no sea fundamental para la constitución de la familia, como indica Quintasi, las nuevas formas de parentalidad exigen una solvencia económica para amparar una fecundación in vitro, por ejemplo.

Y hay también reflexiones que escapan de la billetera. “Todos hablan del luto de romper relaciones, amistades, pero nadie habla del luto que una mujer pasa cuando es madre”, enfatiza Pierina, quien se sobrecoge no solo ante la idea de que el cuerpo ya no vuelva a ser el mismo, sino ante el olvido de la faceta personal para enfocarse en la maternal. “Una persona que va a depender de mí hasta que me vaya a la tumba”, exterioriza.