Tan colorido como el folclore nacional, el torito de Pucará ocupa un lugar sobresaliente en el código cultural colectivo: conforma la lista de piezas cuya carga simbólica se relaciona con la protección y prosperidad.
La silueta de este mamífero, adornada con trazos y flores, roba la mirada de oriundos y foráneos y, además, en el sur peruano no solo es protagonista en las mesas de los hogares, sino también en los techos y puertas. ¿Por qué la fuerte creencia ha posicionado a esta cerámica como una de las más queridas?
Según recoge Perú Info —respaldado por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo—, durante la época precolombina hubo en el pueblo de Pucará, Puno, una sequía que alertó a los pobladores. Frente a ese escenario, un campesino decidió entregarle una ofrenda al dios Pachacámac: subió con un toro hasta un peñón y, en medio del forcejeo, uno de los cuernos del animal hincó una roca. El agua comenzó a salir y el pueblo dejó de sufrir.
Otra referencia tiene que ver con la festividad de la Santísima Trinidad. Durante los festejos de la época colonial, algunos toros eran marcados para interactuar con ellos en prácticas poco amigables. El impacto de esta actividad ocasionó que los espectadores retrataran al animal de manera artística para convertirlo en un símbolo del festejo.
Los detalles de esta pieza también poseen una acepción propia: el agujero de la espalda representa la fecundación; el asa, la unión del hombre y la mujer en el matrimonio; los ojos, la autoobservación. Asimismo, los espirales dibujados representan los giros de la vida: todo lo que se da regresa.
Sin embargo, en el sur del país, está en primer lugar el sentido de la dualidad andina. Por eso, en los techos de las viviendas suele haber dos toritos para representar la complementariedad y conjunción de energías.
Dos toritos de Pucará sobre el techo de una vivienda local. Foto: Perú Info
El caolín, la dolomita y la arcilla gris, amarilla, verde y rojiza hacen posible la creación de este encantador objeto, aunque también se usa arcilla apizarrada y chocolate. Su cocción soporta temperaturas de 800 a 2.000 °C y se suele complementar con una maceración y tamizado.