Alcanzar una vacante en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) no es nada sencillo. Esta casa de estudios ofrece uno de los exámenes de admisión más respetados y difíciles del país, por lo que solo unos pocos logran ingresar.
Actualmente, la prueba consta de 100 preguntas de opción múltiple con respuesta única y distribuidas en 30 de habilidades en Razonamiento Matemático y Razonamiento Verbal, y 70 de conocimientos. Sin embargo, esto no siempre fue así. Hubo una época en la que el examen era oral, tal como lo muestra un documental corto sobre San Marcos fechado en 1944.
En el clip producido por Julien Brayan para la Coordinadora de Asuntos Interamericanos se puede ver cómo Raúl Porras Barrenechea, catedrático de Literatura e Historia de la época (quien hoy aparece en los billetes de 20 soles), ejercía como uno de los jurados del examen.
En la década de 1940, el examen de admisión se llevaba a cabo en la casona de San Marcos, ubicada en el Parque Universitario, Cercado de Lima. Todos los postulantes debían tener nervios de acero, ya que la prueba no se realizaba con lápiz y papel como ahora, sino que se tenía que argumentar oralmente todas las respuestas frente a un jurado de tres académicos.
La cartilla con las preguntas se extraía de una urna, por lo que nadie sabía lo que le iban a preguntar hasta que estuvieran ahí. El resto de los postulantes presenciaba la escena a escasos metros mientras algunos repasaban sus anotaciones y otros se desajustaban el nudo de la corbata. Hacerlo por escrito, para ellos, hubiera sido “un chancay de a 20″.
En la década de los 40, los postulantes debían rendir su examen frente a tres jurados. Foto: captura Centro Cultural de San Marcos.
Con el pasar de los años y el aumento de las vacantes, el sistema tuvo que cambiar por la prueba escrita. En los años 70, por ejemplo, San Marcos ofrecía para el examen por proceso ordinario un total de 3.425 vacantes para 38 programas académicos. En total, 42 colegios de Lima tuvieron que prestar sus instalaciones para que los más de 33.000 aspirantes rindieran la prueba.
Durante esa época, las academias preuniversitarias empezaron a ganar popularidad, ya que cada vez era más necesario la ayuda de una institución que pudiera suplir las carencias de la educación secundaria y ayude a jóvenes a alcanzar una vacante en la UNMSM.
Un edificio emblema de la Universidad San Marcos es la Casona. Este recinto fue una de sus sedes donde se impartían las clases. En la actualidad es patrimonio declarada por la Unesco y un lugar donde aún se celebran algunos eventos importantes de la Decana de América. Además, ahí funciona el Centro Cultural.
María Laura Esther Rodríguez Dulanto nació en Supe, Barranca. Cuando fue niña su familia migró a Lima, donde estudió primaria. Uno de sus planes era cursar secundaria porque sentía curiosidad por los temas abordados en esa etapa escolar.
Dada la nula oportunidad de estudiar, la adolescente esperaba en casa a su hermano Abraham para tomar sus apuntes y alimentar sus conocimientos escolares, ya que solo a los varones se les concedía este derecho. Así, gracias a su plan, Rodríguez Dulanto cumplió su objetivo.
Al ver su dedicación sus padres consiguieron que un jurado especial de la Dirección de Instrucción la evaluara cada cierto tiempo y terminaron aprobándola con una nota sobresaliente. A pesar de la inexistencia de colegios y universidades para mujeres, ella soñaba en convertirse en la primera médica del Perú.
En mayo de 1892, a sus 19 años logró ingresar a la Facultad de Ciencias de la UNMSM con una calificación de 20, el cual marcó un hecho histórico en el país y en la lucha de los derechos de la mujer en el Perú y Latinoamérica.
En 1994 se matriculó en la Facultad de Medicina. Por su excelente desenvolvimiento el Congreso anunció un dictamen en 1895 para ofrecerle un subsidio equivalente a 40 soles hasta que termine su carrera.
En 1898, obtuvo el grado de doctora en Ciencias; pero siguió sus estudios de Medicina y, en 1899, logró convertirse en bachiller. Un año después, recibió el título de Médico Cirujano y pasó a ser la primera mujer en Perú en realizar el juramento de ética que exige la carrera.