Ahorrar, invertir y arriesgar es la receta de éxito de Dora Rodríguez, quien encontró en el negocio de helados el espacio ideal para cosechar triunfos y, al mismo tiempo, saciar el calor de millones de peruanos. La emprendedora ayacuchana empezó su trabajo como distribuidora y con los años logró posicionar a Helatony’s SAC, más conocida como Yámboly, dentro del rubro.
En 2018, la mujer de negocios obtuvo el premio Líderes Empresariales del Cambio (LEC-2018), una iniciativa que buscaba visibilizar a las personas capaces de transformar el país a través de su aporte frente al crecimiento económico y social. Sin embargo, su actual estabilidad tiene un inicio doloroso que se remonta a su adolescencia. ¿Cuál es la historia?
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Dora Rodríguez no acababa la secundaria en su tierra natal, Huanta, Ayacucho, cuando los miembros de Sendero Luminoso amenazaron con reclutarla. Su padre, quien posteriormente fue víctima de la masacre terrorista, decidió enviarla a Lima, a la casa de una tía, con la esperanza de que tuviera un futuro menos violento.
Con apenas 15 años, la actual empresaria se mudó a una barriada de San Juan de Lurigancho. Durante un tiempo, fue vendedora en un mercado y luego cambista. Gracias a la compra y venta de los dólares, pudo ahorrar cierto capital para incursionar en la venta de los helados Chantybón.
Dora en la premiación de LEC, en 2018. Foto: difusión
Entre 1997 y 2005, Dora se posicionó como distribuidora de aquella marca ya extinta y forjó su propia cartera de clientes. Cuando tuvo la oportunidad de comprar la fábrica de Chantybón, no lo pensó dos veces y adquirió las instalaciones por unos 180.000 dólares, los ahorros de toda su vida.
El camino fue arduo: la propiedad no contaba con suministro de agua y luz debido a la falta de pago. Sin embargo, con el respaldo de su familia y de 15 trabajadores, Dora se abrió paso en un negocio dominado casi en su totalidad por Nestlé.
Marca de helados ha logrado posicionarse a pesar de la dura competencia. Foto: Captura / Youtube
En 2006, cuando necesitó comprar máquinas para incrementar la producción, muchos bancos le negaron la posibilidad de un crédito, pero el BCP le dio luz verde y, desde entonces, Helatony´s no ha dejado de crecer.
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Durante una entrevista para la revista Mujeres Ejecutivas, le preguntaron sobre el significado del galardón de Líder Empresarial del Cambio. “Estoy agradecida por este reconocimiento. Me siento motivada para seguir creciendo como empresa, ayudar a mis colaboradores y a mi país, así como en el primer día”, respondió.
Yámboly, para este 2022, apunta a ingresar a un nuevo mercado. Hay un esfuerzo que respalda esta expectativa: el aumento en un 50% de la producción de helados en la planta de San Juan de Lurigancho.
Aquilino Flores es el empresario peruano que impulsó la creación de Topitop. Foto: composición La República / referencial / captura YouTube / Senati
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Es normal que cuando una transnacional ingrese a un mercado tenga la opción de comprar las empresas competidoras. Esta dinámica ha ocurrido en Perú en los últimos 30 años: empresas que, al no poder vencer a sus pares, no tuvieron otra opción que adquirirlas. A continuación, las marcas peruanas más conocidas que fueron vendidas a extranjeros.
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Con 21 años de edad, Pietro D’Onofrio, conocido en Perú como Pedro, decidió dejar su ciudad natal para buscar fortuna en América. Fue así que llega a Argentina, país en el que empezaría a trabajar como heladero, gracias a la ayuda de un amigo. No obstante, al ver que no podía cumplir con su meta de vida, decidió viajar a Estados Unidos para encontrar una mejor suerte.
Los años pasaron y, al igual que en el país sudamericano, el italiano no podía lograr su objetivo. Casado y con hijos, se sentía un poco frustrado, por lo que le aconsejaron que viajara a Lima para vender helados, ya que este producto era desconocido para la población.
En 1897, con 41 años de edad, Pedro D’Onofrio llegó a Perú y se estableció en el barrio de Chacarilla. Con la ayuda de una pequeña carretilla de madera y bajo la marca, el hombre empezó a comercializar sus helados por diversas calles de la capital peruana. La innovación de sus elaboraciones y el curioso sonido que producía con su corneta hizo que su fama se incremente rápidamente.
Foto: Arquitectura contemporánea