Joaquín Sabina nació el 12 de febrero 1949 y sus temas musicales han durado más de 19 días y 500 noches. A sus 73 años, el también poeta nacido en Úbeda acumula una fama que lo ha posicionado como uno de los mayores referentes de la música libre: él combina pop, rock, trova y fragmentos de su propia poesía.
Pero el hijo predilecto de Andalucía y artista condecorado con el premio Grammy Latino a la excelencia musical en el 2021 destina parte de su inspiración, y por tanto de su éxito, a la cara opuesta del amor, el sentimiento más festejado durante esta temporada. Si eres de aquellos que considera que San Valentín posee una popularidad más comercial que sentimental, la siguiente lista de reproducción hará que te preguntes quién te ha robado el mes de abril... o de febrero.
¿Qué es peor que alguien huya con la cartera y con el ordenador? Que se fuera, además, robando el corazón de la víctima. En este tema, Joaquín Sabina habla sobre un amor que empezó con una caminata, continuó con una cena —sopa, vino tinto, pan y salchichón —, se prolongó en una cama y terminó en un hurto. Fue una rubia que vestía medias negras y que, lejos de despertar la furia del autor, estimuló su creatividad para crear un blues.
A veces, cuando la distancia entre los amores es como la que existe entre España y Argentina, no queda más que decir “Mándame una postal de San Telmo. Adiós, ¡cuídate!”. Una ruptura no solo deja la frente marchita, también hace lo mismo con el corazón. En un escenario así, las horas durante un San Valentín ya no pasan deprisa entre el humo y la risa.
El título de la canción funciona también como el argumento de aquellos que desean permanecer solteros: cerrado por derribo. Porque, como diría Sabina, en este hacerse mayor sin delicadeza el corazón puede resultar a veces maltrecho y ajado, a veces con manchas de soledad. Y así como hay rumbitas que no saben enamorar, hay canciones que no pueden deshacerse del papel de himnos.
De acuerdo con Sabina, un beso no sabe igual cuando ya no es ayer sino mañana. Esta pieza relata la tristeza detrás de un amor que se va sin decir “llámame un día”. Frente a esta renuncia, el autor sugiere que no hay más que dejar que la vida siga como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Las historias de verano no siempre suceden en un pueblo con mar, pero comparten un adiós y, solo a veces, un “ojalá volvamos a vernos”. En este tema, el español destaca las bromas macabras del destino, ese rebelde azar que impide un segundo encuentro al final de un concierto. Pueden pasar las diez, las once, las doce, la una, las dos y las tres, pero desnudos al anochecer los amantes ya no se encontrarán con la luna.