
Stuart Flores ha publicado en este 2025 una novela que lo posiciona no solo como uno de los escritores peruanos más relevantes de la actualidad, sino también como una voz con evidente proyección internacional. Preludio a los delirios de un joven pianista sin cabeza (Dendro) es una gran novela metaliteraria (y no solo porque está compuesta por artistas y escritores, sino del mismo modo por los discursos que se plantean en ella en cuanto a la vocación creadora en medio de un ambiente opresivo), pero, en especial, es un proyecto que explora las parcelas emocionales de sus personajes, todos de alguna manera rotos por las circunstancias de contexto como por sus propios demonios (aquí hay una cruel radiografía de lo que es la salud mental). El aspecto emocional los universaliza. Esta novela, de título largo, está ambientada en un país llamado Urojenia (en polaco, se refiere a delirio o creencias falsas), el cual está sujeto a una tiranía. El autor no pudo haber tomado mejor opción porque, al ser un territorio inventado, lo convierte igualmente en un espacio geográfico próximo para el lector (a saber, ¿acaso Perú no va camino a ser una Urojenia?). Preludio a los delirios de un joven pianista sin cabeza es la novela metaliteraria que desde hace rato necesitaba nuestra tradición y la radiación de su lectura va más allá de la temporada editorial que está por acabar. La República conversó con Stuart Flores.
-Preludio a los delirios de un joven pianista sin cabeza es una novela de estructura compleja y también voluminosa. La ambientas en Urojenia. ¿Apostar por la distopía te permitió no estar sujeto a un contexto inmediato y, por ello, a tener más libertad para escribir?
-A mí me gusta la tarea de inventarlo todo, de crear un mundo desde cero porque siento que desde allí podré trabajar con total libertad. Por eso, todo lo que escribo trata de no poseer anclajes. Yo siento que por fin he terminado de escribir algo cuando lo he despojado de toda huella de identidad, de referencia lingüística o geográfica. En el caso de esta novela, nunca planteé una distopía. Simplemente intenté contar una historia de desamor, y lo demás fue escribir esquivando a la realidad. El resultado de eso es que surge otra realidad en el texto, y esa realidad se parece mucho a esta. Mis personajes sufren y se enferman, como sucede en este lado del espejo, pero si fuman, solo van a fumar una marca de cigarrillos que solo se encuentra en ese mundo en el que habitan, o si leen novelas, estas son de autores que solo existen en su universo. Solo a partir de ese margen de libertad me puedo divertir, y es allí cuando juego con las formas y hago de la novela un artefacto complejo y laberíntico. Un caos controlado.
-Bogdan Tetmajer es un personaje fascinante. Es un escritor que lucha contra la tiranía, pero luego algo pasa. La novela es a la vez una metáfora sobre la resistencia de la vocación artística ante la opresión, pero ¿esa vocación se pone a prueba ante el poder (a toda clase de poder)?
-Bogdan representa un tipo de escritor, uno que quizás es muy frecuente porque es aquel que vive anhelando escribir algo verdadero, que refleje su interior. Su vocación, puesta a prueba, es lo que al final nos dirá si podrá realizar este deseo o no. Por eso, toda vocación que resista al poder (pero sobre todo al poder que desea acallarla) debería ser tomada en serio porque es un indicador de que algo inusual triunfó en un medio inhóspito. Que uno desee escribir y se convierta luego en escritor pese al contexto adverso en el que habitó no debería ser visto como algo normal. En el mejor de los casos es un prodigio, pero desde ningún punto de vista escribir debe ser una señal de normalidad. De hecho, que alguien desee convertirse en escritor es un síntoma claro de que algo no anda bien con esa persona y con la forma en que se relaciona con la realidad.
"Preludio a los delirios de un joven pianista sin cabeza". Imagen: Difusión.
-La sensibilidad de los personajes de tu obra está ligada a la inquietud de la creación. En tu novela hay muchos artistas. ¿La sensibilidad del artista te ayuda a exponer la condición humana, tus personajes no sufren solo por la tiranía de Urojenia?
-Me interesa el artista puro. Ese que no sabe lavar platos ni socializar con el resto, y que es incapaz de mantener a una familia. Ese que es, en suma, un inútil para la sociedad. En un entorno que privilegia la productividad, esa clase de artista es un completo marginal que desafía las leyes sociales. Pero sucede además que el artista sensible tiene algo de niño. Hay una capacidad de asombro que en él no se agota nunca y, al mismo tiempo, posee una oscura tendencia a explorar toda clase de heridas, tal como lo haría un infante. El sufrimiento es una experiencia universal de la cual uno sale para continuar con el ciclo de las emociones, pero la clase de artista que yo admiro es aquel que crea desde el interior del dolor. Y lo admiro porque mientras pinta o compone o escribe, se va consumiendo con su propio fuego. Y ese es un espectáculo tan triste como hermoso.
-El mundo está en cambio permanente. Lo de Urojenia no es algo muy lejano. Además, se ha dicho que es una novela total, pero ¿esta es una novela total hacia dentro? Todos tus personajes están rotos en lo emocional.
-Esa es una buena definición. Una novela total hacia dentro funcionaría como un artefacto que representa emociones complejas. Y sí. Suscribo eso a plenitud. Me interesa mucho el plano afectivo de las personas que llevan fracturas, tal vez porque sus heridas terminan construyendo su identidad. Cuando uno se jode por dentro, ya no hay vuelta atrás. Es mentira si se dice lo contrario. Hay paliativos, pero no existe nada que te «desjoda». Y es sorprendente lo que uno puede aprender del mundo solo observando las heridas ajenas. Y, más aún, narrándolas. Porque escribir es una forma de conocer. Yo soy del tipo de persona que prefiere no entender o que huye de las explicaciones, pero admito que escribir te permite tener una visión inusual de cualquier fenómeno.
Stuart Flores: "Hay una intención poética en todo lo que escribo. La poesía es música, y yo trato de imprimir esa música incluso en el sentido del texto". Foto: Mario Colán..
-Las referencias de la novela son centroeuropeas. ¿Qué te gusta de su tradición literaria?
-Uno de mis objetivos, y esto sí fue adrede, era que esta novela pudiera ser leída como se lee una novela escrita por un autor polaco, traducida además al castellano (casi como si hubieras comprado un libro de Acantilado). De esa tradición de Europa Central me maravilla la normalidad con la que se toman asuntos atípicos, o la inusual y provechosa convivencia con un entorno bélico. Un hombre que se despierta convertido en un insecto y cuya principal preocupación es cómo podrá ir al trabajo. Un avión de guerra que cae en medio de un pueblo y es desmantelado por sus habitantes porque es chatarra útil.
-Se viene indicando que en la novela usas varios registros. Pero ¿es la poesía la que marca la pauta en el tono de la narración? Toda tu narrativa tiene mucha poesía.
-Hay una intención poética en todo lo que escribo. La poesía es música, y yo trato de imprimir esa música incluso en el sentido del texto. Lo hago porque es mi manera de permanecer vinculado a la poesía, que es para mí la esencia única de la literatura. Yo intenté ser poeta, y no pude. Entonces ahora trato de camuflar mi poesía escribiendo narrativa.
-¿Qué fue más importante para ti como escritor: encontrar el tono o el tema?
-Nunca he buscado temas. En mi caso, van apareciendo solos, y yo los voy tomando sin discriminar ninguno. El tono sí me resulta más importante. Nada más hallarlo, la escritura fluye con naturalidad, y hasta me atrevería a decir que es lo único que me permite continuar con un proyecto largo. Suena poserísimo lo que voy a decir, pero a veces salgo de mi cueva con el único fin de encontrar ese clima emocional que me ayude a avanzar con aquello que estoy escribiendo. Por propia voluntad, me vinculo con gente que no debería, me entrego para ser lastimado, porque uno sabe de antemano que lo van a herir. Y así, con la herida abierta, vuelvo a mi escritorio, abro el Word y sigo en lo mío.
-Hay un factor que recorre tu poética: el mundo emocional del creador. Tienes varios libros, pero ¿alguna vez esta sustancia fue puesta en duda como para ir por otro tópico?
-Nunca me he planteado de manera consciente la tarea de perseguir determinado tópico. Si mis libros hablan del mundo interior del creador es porque es el único que conozco de manera auténtica, y es también la única dimensión en la que puedo desplazarme sin máscaras. Sé que lo preferible y estratégico sería buscar un tema y adueñarse de él, pero hay procesos que prefiero mantener en piloto automático. Si ese piloto me lleva a recorrer otros paisajes temáticos, los tomaré y escribiré a partir de ellos sin darme cuenta.
-En el año 2013 presenté tu primer libro, el cuentario La muerte es una sombra, en la Casa de la Literatura Peruana. Ahora eres un autor importante en el panorama de la literatura peruana actual. Por ejemplo, tienes un Copé y tu última novela candidatea a mejor novela del año. ¿Te sientes un autor reconocido? o ¿qué es el reconocimiento para ti?
-Quizás ahora podría ser un autor algo más visible que aquel de 2013. De ningún modo creo que sea un autor reconocido. Tal vez esta novela me otorga mayor resonancia porque es ambiciosa, compleja y arriesgada, y sus casi 700 páginas y su título larguísimo no pasan desapercibidos incluso si no se la lee. Pero me basta con que un lector se acerque a mi novela, se adentre en ella y luego salga y me diga que aunque sea una página o una escena lo sacudió. Con eso tengo suficiente y sería el mejor de los halagos. Además, una forma de reconocimiento es esta entrevista, ¿no? Valoro que alguien se detenga sobre tu obra y la aprecie y te haga algunas preguntas porque le ha generado cierto interés.
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Dato:
En estos días, Stuart Flores se encuentra en la Feria del Libro de Guadalajara.

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