Hace algunos días, recibí la primera edición de la revista Pulsión: psicoanálisis y cultura, dirigida por Carlos de la Puente y Juan Carlos Tafur. Siempre una revista impresa en nuestro país es un logro que debemos celebrar. Más aún una como esta que abarca temas que no son de interés masivo, sino de unos pocos.
La carátula es un fragmento de uno de los Amazogramas de Roberto Huarcaya. No solo el fotograma embellece la carátula, sino que hay una sección dedicada al fotógrafo que próximamente representará al Perú en la bienal de Venecia. Carlo Trivelli explica el método de trabajo de Huarcaya aplicado en los fotogramas que trabaja hace muchos años. El fotograma, o fotografía sin cámara, explica, contradice el sentido tradicional de la fotografía como una reproducción de lo que vemos. Por el contrario, al trabajar con negativos y opuesto, Trivelli propone que “los fotogramas pueden entenderse como pertenecientes a un régimen visual distinto. Quizá los fotogramas de-forman lo visible. O lo re-forman”. Además, el artista trabaja con materiales vencidos. “Se los fuerza a hacer algo que ya no están en capacidad de hacer”, escribe el autor. De esta manera, el artista trabaja cediendo el control, lo cual, en este caso, enriquece la propuesta. El desorden en la ejecución de la pieza sugiere y se opone a la ejecución racional del medio artístico para dar espacio a la oscuro. No solo con la luz, sino que el movimiento y el azar destruyen el entendimiento de la fotografía como prueba o registro objetivo de un momento de la historia o un fenómeno de la naturaleza. No en vano, Trivelli dice que “hacer fotogramas es no hacer fotografía” porque “es renuncia a un modo de producción, distribución y consumo de la imagen y de los valores que se le asignan a la fotografía, como el espacio racionalizado, la descripción visual precisa o la veracidad documental”. El resultado es magnífico y deja claro que, a pesar del disgusto de muchos, no sorprenda que se elija a un artista como Huarcaya para ocupar el pabellón de nuestro país en Venecia.
Volviendo al inicio, nos encontramos con un artículo de Marcos Herrera titulado “¿Cómo ayuda el psicoanálisis?”. Herrera explica el método de trabajo del psicoanálisis de manera superficial y simplificada. Es claro y se lee con fluidez, pero poco muestra una postura personal o ideas desarrolladas a profundidad. No obstante, no tiene que hacerlo, pues el texto funciona como un vehículo de ingreso a quienes no están familiarizados con el psicoanálisis y quizás pueda despertar nuevos intereses; más aún si se considera la guerra que se le ha declarado a la disciplina recientemente desde diversos frentes… El artículo “Psicoanálisis y filosofía política: la teoría crítica y Donald Trump” de Carlos de la Puente sí lo encuentro muy general. Hace un buen recuento del surgimiento de la Escuela de Frankfurt y desarrolla muy bien algunas ideas geniales de psicoanalistas como Melanie Klein y Donald Winnicott. Sin embargo, puede ser un poco repetitivo y no creo que llegue a aterrizar la larga explicación en el caso de Donald Trump. Resulta asimétrico en cuanto a extensiones. Lo que sí hace es que ayuda mucho a leer un siguiente artículo de la revista, “Las emociones en la política” de Hernán Chaparro.
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Chaparro desarrolla con claridad, investigación y lucidez el tema tan actual de la emocionalidad al tomar posturas políticas. Para ello, evalúa distintos aspectos que crean el escenario de polarización al que estamos acostumbrados. No se limita a exponerlo, sino que lo analiza psicológicamente rastreando cómo operan las emociones. Las ideas de Melanie Klein explicadas por De la Puente dialogan muy bien con eso. Klein propone que durante la infancia dividimos al mundo entre lo malo y lo bueno. En lo bueno ubicamos todo lo que nos alimente y asumimos como malo todo lo que nos frustra. A partir de ello, potenciamos ideales que nos resultan positivos y los perseguimos; y descargamos nuestra agresividad y frustraciones en todo lo que los debilite. Algo similar explica Chaparro en su artículo que sucede con las preferencias en política. El populismo que parece apoderarse de la masa actualmente se vale de discursos que dirigen mucha violencia contra quien es visto como diferente o amenazante a los ideales propios. La emocionalidad que amenaza el intercambio de ideas y el debate que requiere un sistema democrático opera según sentimientos de atracción y rechazo identitarios. La discusión de ideas que legitima la democracia muere con la polarización afectiva que desarrolla Chaparro. Por el contrario, a lo único que dirige este sistema es a la fragmentación, a la radicalización y a la desinformación de una sociedad.
El artículo “¿Alguna vez sabremos qué es la conciencia?” elabora un rastreo de los límites del conocimiento que tenemos acerca de la manera en la que opera y en la que definimos la conciencia. Para ello, Braun refiere a una serie de estudios científicos y psicológicos que postulan a distintos mecanismos y definiciones de conciencia. Además, el autor se vale de la discusión filosófica que se plantea cómo nos relacionamos y qué sabemos sobre lo que nos rodea. No obstante, Braun no se queda en lo humano, sino que trae a discusión el dualismo que se ha planteado entre animal y hombre. La teoría animal introduce dos polos en la discusión filosófica caracterizada por el entendimiento dual occidental mente-cuerpo. Por último, abre la discusión con respecto a la posibilidad de imitar el mecanismo de conciencia y pensamiento a través de la cada vez más popular Inteligencia Artificial. Braun pone sobre la mesa la clásica preocupación epistemológica que no deja de estar vigente y con gran fuerza en nuestro tiempo.
Pertinente resulta el artículo de Gonzalo Gamio “La actitud liberal” debido a que, como señala, en nuestros tiempos se suele confundir el término “liberal” con “libertario”, palabra que refiere a “la doctrina que cree que el solo ordenamiento del propio mercado puede garantizar la justicia y la corrección de las transacciones humanas en todos los escenarios sociales”. Gamio, al igual que el Vargas Llosa liberal, parte de que el liberalismo es más una actitud que una doctrina. Esta actitud liberal se caracteriza por el respeto de la libertad del individuo en cuanto a creencias y valores, tanto personales como públicos. Es, por eso, primero una actitud y luego una forma de diseño institucional en lo político y lo social. Su origen lo encontramos en John Locke, quien defendió la tesis de que son los individuos quienes deben buscar la salvación y la plenitud de la vida y no el Estado. La libertad de conciencia es la expresión del derecho de cada persona a creer o no creer en algo. De ahí a que el modelo dependa del principio de tolerancia hacia las diferencias como garante de una coexistencia social saludable. Hoy parece que la tolerancia se ha olvidado. Vale la pena que nos lo recuerden.
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No podría estar más de acuerdo con lo que Miguel Giusti explica, con la magnífica prosa que lo caracteriza, en su artículo “Tiempos apocalípticos”. No podríamos estar más dirigidos hacia el fin del mundo desde la perspectiva que miremos la actualidad. Esto, como señala el autor, aplica tanto para el mundo como para el Perú. La responsabilidad la tenemos todos y la ilusión de un país o un mundo distinto parece perderse del todo y solo encontrarse tras lo que autor explica implica la palabra bíblica. “Apocalipsis” viene del griego “retirar (apo) el velo que cubre (kalyptein)”, como explica Giusti. No en vano se habla en la Biblia del “Libro de la Revelación”. Se debe a que el fin del que se habla no es otro que el que sugiere el fin para el inicio de lo diferente. Así, el apocalipsis anuncia un mundo ulterior que estará libre de las maldades que hoy nos destruyen. Por ello, tiene relación con la figura del mesías que impone su autoridad par a instaurar un orden nuevo y pacífico. La noción mesiánica que implican tiempos apocalípticos como los que vivimos aparece de manera constante. Las condiciones provocan la tentación política que los líderes extremistas y radicales aprovechan para ganar popularidad a costa de discursos de odio y legitimidad emocional (ya lo explica Chaparro). De hecho, explica Giusti que la democracia que hoy parece ahogarse surge de las ideas liberales propuestas también como el fin o salida de un sistema fallido, de un enfrentamiento entre las naciones europeas (la Guerra de los Treinta Años). Solo en ese contexto, Hobbes postularía a concebir un “pacto o contrato social” que instaurará un nuevo sistema de reglas políticas, un “Estado de derecho que permita la convivencia”. Ahora, lo que cabe preguntarse es qué nuevo modelo podría sacarnos del aprieto en el que estamos. Como señala el autor, “hace falta un colosal cambio de rumbo para impedir que el deterioro sea mayor y, sobre todo, para generar condiciones más justas y equitativas en el sistema de reglas de convivencia en el planeta”.