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Juan Acevedo: “Mi cuarto abuelo fue el creador del Escudo Nacional del Perú”

Se acaba de publicar el libro 'El Cuy', todas las tiras, desde que nació hasta ahorita, edición que reúne más de 600 páginas del celebrado personaje de historieta.

Escritor Juan Acevedo. Foto: La República
Escritor Juan Acevedo. Foto: La República

Rápido en las ideas, en la forma, en el trazo, el Cuy, desde que nació de la tinta del historietista Juan Acevedo -a fines de los 70-, se ha convertido en una suerte de piedra en el zapato de los peruanos de a pie, y de los que van en carro, también. Cáustico, reflexivo, en más de cuatro décadas no ha cesado de interactuar, desde la orilla izquierda, con la vida peruana. En realidad, el Cuy, como personaje de historieta, es un ciudadano más en este país convulso. En su larga existencia ha vivido las tribulaciones cotidianas, los vaivenes de la política, el poder de las dictaduras, la violencia terrorista que asoló el país. Nada le es ajeno y es, como muchos peruanos, un sobreviviente de la reciente pandemia del coronavirus.

Pero el Cuy, además de un perfil, también tiene entrañas y vida íntima que se ha ido moldeando con el curso del tiempo y los cambios, como dejar de ser machista o reconocer los derechos LGTBIQ. Además de sus amigos, como el perro Humberto, con el que apareció en el mundo gráfico, el Cuy, en la tira cómica, como cualquier ciudadano, se hizo de familia (su esposa, la Pericotita), hija, hasta de nietos, como Pelito. Y por supuesto, también ha tenido amigos coyunturales, como Senderito o Videchet.

“El Cuy trabajaba sobre lo que nos pasa, y nos pasa a los de la izquierda como a los de la derecha, como a todo el mundo. Nos enamoramos, por ejemplo”, subraya Juan Acevedo en nuestra conversa en la Casa de la Literatura Peruana. La noticia es que el Cuy se vino con todo. Se acaba de publicar El Cuy, todas las tiras, desde que nació hasta ahorita, una edición de Reservoir Books, para el sello Penguin Random House. Son más de 600 páginas para roer.

-Has dicho que el Cuy apareció cuando buscabas dibujar un animal que sea visible para todo peruano, ¿tenemos a la vicuña en el Escudo del Perú?

Sí, buscaba un animal representativo. Mira, has citado el escudo peruano. Sabes, el autor del Escudo Nacional del Perú es mi cuarto abuelo, Gregorio Paredes. Bueno, pasó a la historia con ese nombre porque su nombre completo es José Gregorio Fernández de Paredes Ayala. Yo soy el cuarto nieto y llevo el apellido Fernández de Paredes porque yo soy Juan Acevedo Fernández de Paredes. Él, junto a otros, en competencia, presentaron sus respectivos bocetos. Gregorio Paredes era médico y político, discípulo de Hipólito Unanue y en ese momento era presidente del Congreso, que en el año 1825 aprobó el escudo peruano.

-¿El abuelo de tu tatarabuelo, Gregorio Paredes, también era dibujante?

No me consta que fuese dibujante, porque el diseño del escudo más antiguo que se encuentra en la colección del Banco Central de Reserva es de Francisco Javier Cortés, pintor quiteño, que era un patriota y vivía en Lima y que había venido en una expedición científica cuando era jovencito y se quedó en nuestra ciudad. Trabajaba con Gregorio Paredes en la Escuela de Medicina. Entre los bocetos que se presentaron, estaba los de Hipólito Unanue, pero ganó el de Paredes en la votación que se hace allí, y fue por primera vez, en el año 1825, que ese escudo se inscribe en la moneda peruana y que hasta hoy día es el mismo escudo que ha unificado nuestra historia.

-En el escudo se opta por los tres reinos naturales…

Sí, como científico Gregorio paredes prefiere los tres reinos naturales, porque es una salida, si se quiere, unificadora del Perú. Hay quienes postulan al sol inca, el inti, pero para él tiene una significación religiosa, que lo optó Uruguay y Argentina. Él quería una cosa más conciliatoria, pero también más moderna. Y en el reino animal, eligió la vicuña.

-O sea que tú, tras muchas generaciones, como cuarto nieto, buscaste otro animal para tu historieta…

Sí, yo pensé en Gregorio Paredes cuando quise hacer mi dibujo, pero lo pensaba como un reto. Mi antepasado había creado eso y yo, que no soy solo otra generación sino otra mirada, otra sensibilidad, otra época, me decía, yo quiero crear algo también que nos represente, que nos unifique como nación.

-¿Pudo ser el cóndor, también, que lo ensalza Chocano?

También, y lo ensalza en sus poemas y en la historieta Chile lo ha hecho ya con Condorito, y con legitimidad. Yo decía, un animal que se reconozca en todo el Perú, entonces me acordé mi infancia. Yo había visto desde niño cuyes en el pueblo donde había nacido mi papá, Chanchacap, en la sierra de la Libertad. Allí empieza bosquejarse el Cuy.

Entraña y perfil del cuy

-Pero el Cuy tiene una personalidad particular, ¿cómo lo explicas?

Mira, nací y crecí en Pueblo libre, estudié en el Mariano Melgar, en Breña. Entonces, digo yo, dos cosas explican al cuy: uno, la experiencia andina y dos, el Mariano Melgar de Breña, por ser un colegio muy popular. Yo tenía calle, la de Pueblo Libre, que era un barrio de clase media, neto, bien media y tenía Breña, que eran chicos más pueblo, pueblo, más callejones también, tenían la picardía, a veces malicia, más popular. Creo que esos dos afluentes concurrieron para que yo hiciera al Cuy. Eso ocurre a mis 27 años. Y yo no era tan consciente como te hablo ahora de todo esto, pero sí pensé en el antepasado y pensé en la sierra, en un animalito que se conociera también en la costa, como es el cuy y hasta en la selva. Y no solo peruano, es tan autóctono del Perú como de Bolivia, Chile, México, Guatemala. Luis Guillermo Lumbreras localiza 5 mi años antes de Cristo, restos de cuy en las cuevas ayacuchanas, mucho antes del imperio wari.

-Los cuyes son animalitos tiernos, pero tu Cuy parece no tener inocencia…

(Risas)… Tiene su chispa. Su inocencia, si quieres, lo tiene en sus valores. Su inocencia en el mejor sentido, no de ingenuidad, sino de pureza. El Cuy tiene sus valores, pues cree en la solidaridad como un valor inherente a lo humano, y cree en el socialismo como un sistema en el que podemos relacionarnos más entre iguales. Ahí estamos hablando de un socialismo de los 70 y este socialismo, yo creo, ha evolucionado en el tiempo que vivimos y en muchas partes ya no se llama socialismo, pero lo es, porque trabaja por los valores humanos, como el de solidaridad, el respeto entre todos que no había antes. Antes, alguien podía ser socialista, pero podía ser homofóbico o podía ser machistas. Nosotros somos personas de generaciones en tránsito, que nos ha tocado abandonar esos moldes. El cuy, originalmente, es machista, pero en este momento ya no, ha tenido que cambiar porque tiene a su hija. La hija no entra en vainas, es luchadora feminista. Ya la hija no solamente era feminista, era niñista, porque decía que había mucho centralismo, no solo en relación de macho sino al adulto, que tomaba todas las decisiones.

-¿Esos valores en el Cuy están definidos por una orientación ideológica?

Así es.

-¿No tuviste ningún reparo en que tenga ese perfil ideológico?

Lo busqué. Inicialmente, no, porque el cuy nace, no públicamente -las primeras 17 secuencias que hago y están en el libro-, en 1977. Y esas secuencias están impregnadas de un humor blanco, no tienen compromiso político. ¿Por qué? Es el régimen de Morales Bermúdez en el momento en que lo creo. Morales Bermúdez ha heredado de Velasco los diarios expropiados. Y él clausura de las revistas independientes como Caretas, Marka, Equis X. El Cuy se publica por primera vez el 19 de noviembre 1979, y ese es el día que celebro porque lo anterior ha sido su gestación.

-¿O sea, el asunto era cuidarse?

Sí, cuidarse. Y a mí me interesaba publicar mis dibujos porque era mi vocación. Entonces, yo decía, Morales Bermúdez ha cerrado las revistas, pero no me ha cerrado a mí, yo quiero llegara a la gente. Entonces, decido hacer este personaje que represente lo peruano y con un humor para todos y que no origine problemas políticos. Sin embargo, no lo aceptan en los dos periódicos que lo postulé, El Comercio y La Prensa. Sus directores de entonces no se interesaron y lo puse a dormir al Cuy y siguió esperando su nacimiento.

Entrevista al escritor Juan Acevedo. Foto: La República

Entrevista al escritor Juan Acevedo. Foto: La República

Gestación y nacimiento de un héroe

-¿En qué circunstancias nace el Cuy? Sé que nació en el semanario La Calle.

Cuando yo era editor de la página de amenidades en el semanario La Calle, un día se me habían acabado los autores que yo daba difusión. Presentaba dibujos de autores de América Latina, peruanos también. Entonces, busco mis dibujos del Cuy y los publico. Pero hubo un amigo que me criticó, me decía qué hacía con ese animalito, que no era el trabajo serio que yo hacía, que era una tontería. Me bajó la moral y no publiqué el Cuy la siguiente semana. Y el director, que era Ernesto Hermoza Denegri, me dijo vuelve con el Cuy, la gente lo está reclamando, les ha gustado. Para qué me dijo eso, ya no paré.

-Pero el Cuy se fue transformando…

Sí, cuando llegué a la secuencia 17, comenzó a tener ideología. Apareció, por ejemplo, un pajarraco que era traficante de armas para darle a la Contra en la Nicaragua sandinista. Entonces, ya empezó a aparecer poco a poco lo político. Cuando paso al Diario de Marka, en mayo del 80, convierto al Cuy en tira cómica. La tira cómica se politiza más.

-¿Tomas al Cuy como un medio para plantear tus posiciones y planteamientos críticos y políticos?

Sí, de manera más clara, pero desde el universo de la tira. O sea, no hacía política coyuntural, no necesariamente, aunque algunas veces caía en la tentación.

-O sea, ¿opina el Cuy y no tú?

El Cuy opinaba sobre cosas de nuestra sociedad, pero no metía al ministro tal o cual, no se metía con personajes conocidos, sin embargo, en el año 83, por ejemplo, meto a Alfonso Barrantes Lingán, para apoyar a su campaña. Lo hago con el cuerpo del Cuy, pero con la carita de Alfonso. El Cuy se mete en una semana en la campaña, pero para mí sorpresa, porque no me pidieron autorización, en el último minuto de la campaña, aparece en televisión un Cuy en dibujo animado. Todavía no sé quién lo hizo. Tuvo esas sorpresas el Cuy, pero, como digo, desde su propio mundo, no del mío, que me tocaba vivir como ciudadano.

-El Cuy es propiamente un ciudadano, ciudadano de a pie…

El Cuy trabajaba sobre lo que nos pasa, y nos pasa a los de la izquierda, como a los de la derecha, como a todo el mundo. Nos enamoramos, por ejemplo. Sin embargo, para el pensamiento de la izquierda de entonces eso era secundario. El mundo subjetivo de los militantes no era algo que debiera tratarse públicamente. Lo principal era la revolución. Pero el Cuy trató esos temas en las tiras, se enamoró de la Pericotita.

-El Cuy maneja se maneja en un marco ideológico, ¿se maneja también en una lógica y sentido común?

Sí, pero la lógica racional la maneja más Humberto dentro de la tira del Cuy. Y es aquí donde hablamos qué es el Cuy. Hay dos dimensiones. El Cuy como personaje y el Cuy como tira. El Cuy personaje es el que reconocemos, es un cuycito y tiene sus propias contradicciones también, y esas contradicciones se ventilan abiertamente, pero en la tira. Pero la tira es más que el Cuy. La tira, por ejemplo, no es machista. El cuy puede ser machista, la tira, no, porque en la tira Humberto opina y es más claro. A veces el Cuy tiene que asumir roles machistas para que la tira pueda exponerlo públicamente. Hay esa dinámica.

-Creaste un personaje con identificación ideológica, ¿tú no has tenido una militancia partidaria?

-No, orgánica, no. Nunca milité en ningún partido. Me cuidé de no hacerlo porque pensaba que el partido puede darte consignas con las cuales no estás de acuerdo y tienes que cumplirla como militante que eres. Yo pensaba que a lo mejor me van a decir dibuja esto y yo no estaba dispuesto. En ese sentido, para mí la creación era algo muy personal. Sobre la creación de mis personajes, de mis historias, yo era el dueño. Varias veces me propusieron para que yo integrase sus partidos, yo se los agradecía, pero les decía no. Sin embargo, en el último tramo… mira, qué curioso, cuando Izquierda Unida se partió, a mí me dio pena y me dio coraje, y me inscribí en Izquierda Unida. Quise hacerlo formalmente. Y me acuerdo que meses después cayó en nuevas crisis, yo dije, saben qué, renuncio, me salgo. La compañera que estaba a cargo me dijo “no, tú no puedes salirte del partido, no se puede porque aceptamos renuncias” (risas). Pero me fui. No necesité de hacer una carta pública…

-Pero sí lo hiciste cuando renunciaste al Diario de Marka.

Sí, hice una carta de renuncia, pero ellos la publicaron dos meses después.

-¿Cuál fue el motivo de tu renuncia?

Por un suceso. Se había dado un cambio. Cada cierto tiempo en el Diario de Marka hubo golpes también. Entre gallos y medianoches, cambiaba las correlaciones de fuerzas y se decidía darle golpe al compañero tal y entraba otro compañero, que representaba la nueva correlación de fuerzas. Muy bien, entonces entró Ricardo Letts, con quien tenía una relación cortés, amical. Pero él, entre sus primeras acciones, decidió cambiar al personal al Caballo Rojo y sacó a Toño Cisneros, que era el fundador, el creador de El caballo Rojo y puso a un amigo mío como director, al poeta Leoncio Bueno. En el esquema de Ricardo, seguro estaba el poeta proletario versus el poeta miraflorino (risas). Yo no estuve de acuerdo con esa forma de interpretar y aunque yo aprecio mucho a Leoncio, me pareció que no estaba bien haber sacado a Antonio Cisneros. Ahí decidí renunciar.

El cuy le dijo no a Sendero

-Tú eres testigo, ¿cómo se ubicó el Cuy ante Sendero Luminoso, por ejemplo?

El Cuy nunca hizo propaganda a Sendero Luminoso como mucha gente de la izquierda, pero, a diferencia de mucha gente de izquierda, el Cuy, llegado el momento, de manera explícita, rompe con toda confusión. En la tira, hay dos personajes: Senderito y Videchet. Es decir, esos extremos están enamorados de la muerte. Yo cree un personaje que era la muerte, que era el esqueleto de una rata, y los dos están enamorados de la muerte y los dos están contra el pueblo. Entonces, una ruptura explícita en varias tiras, y que las sostengo hasta el día de hoy. Y la muerte estaba enamorada de los dos, pero la muerte, como es glotona, no solamente tenía dos maridos, sino quería agarrarse al Cuy también, pero el Cuy la detesta. En una tira, por ejemplo, a la vuelta de la esquina, la muerte se tira a sus pies y le dice: “¡tómame, soy tuya!... dime qué quieres y te será concedido”. El Cuy se espanta y le grita: “¡Déjame vivir en paz!”. La muerte lo mira y dice: “Solo piensa vivir, qué cruel eres conmigo” (risas).

-Justo te quería comentar, el Cuy también educa, social y cívicamente al militante, al ciudadano, en general, contra los tabúes. Llega un momento en que en el Cuy aparece con sexo explícito, como en Humberto, el perro.

Así es. Y qué bien que lo digas así porque inicialmente el Cuy no lo presenta explícito. Humberto, que primero es humano, no le pongo los genitales, pero, en la segunda tira, cuando se convierte en perro, se los dibujo, como son los perros cuando los vemos por la calle. Pero con el Cuy no me animaba, porque, pensaba, a los cuyes no le vemos los genitales, habría que voltearlos. Pero llegó un momento en que me pareció que tenía que hacerlo. Al principio, lo hago con mucha timidez, una cosa pequeñita, hasta que poco a poco tiene una proporción más visible, más natural al personaje en sus proporciones, y se quedó con su sexo explícito para siempre. Me han dicho, no he hecho la investigación, que es la primera tira en el mundo que hace eso públicamente. Hay otras tiras, como Underground, que lo ha hecho antes, en los años 60, en los Estados Unidos, pero eso era de Underground, que era un tipo de tira explícitamente provocadora para públicos pequeños, más bien. Pero en el caso del Cuy, es para cualquier lector. Y lo admite la gente, lo acepta. Lo toma natural al personaje. Alguna gente me ha dicho, que, cuando algunas niñas lo vieron, les llamaba la atención (risas) y con curiosidad infantil se acercaban y hasta le preguntaban, “¿papá y esto?”, y el papá humm.., pero se estaba exhibiendo, ayudaba también a que se hable de eso de manera natural. Lo que hice fue naturalizar. Sin embargo, uno de mis hijos, siendo niño, me reclamó por qué las que son “mujeres”, es decir, hembras, en la tira del Cuy no exhiben sus sexos (risas). En ese caso he sido pudoroso, contradictorio. A ellas les hacía vestiditas…

-Como la Pericotita…

Sí (risas), con su blue jean, y al comienzo con falda, pero siempre vestida. Son contradicciones que uno tiene. En algún momento tú me hablabas de estas nuevas banderas que se tiene para actitudes de cambio. Entonces, ¿el Cuy era machista, sí, lo era. Varias veces lo exhibió desembozadamente. Justamente, para poder ser criticado, tenía que mostrarse machista. El Cuy actor, ese es el papel que le toca desempeñar en esta obra que es la tira del Cuy. ¿Quién explicita que el Cuy es machista? La hija y la esposa, la Pericotita. Y la tira se ha ido refrescando. Por ejemplo, con Pelito, el nieto del Cuy.

Y no podrán matarlo

- Pelito es la posta del Cuy…

Exacto. Le ha dado oxígeno a la tira, porque antes la había hecho larga con la personalidad del Cuy era ser enamorador, por ejemplo. Pero ya el Cuy está en la tercera edad, ya es abuelo, aunque todavía pudiera, tiene derecho a tener pareja, porque se divorció también, pero ya está un poquito pasado también, no podría emplear para tener pareja nueva con las mismas tácticas de su juventud.

-A ver, el Cuy tiene 44 años de edición. Cuando apareció públicamente, tú tenías 29 años. O sea, en esos 44 años el Cuy se ha desarrollado, ¿la vida no te va a alcanzar para desarrollar a Pelito?

Quien sabe (risas)…qué preguntasa la que haces, ah… Quizás llegaría a hacerlo hasta joven, pero quien sabe. Tú has reparado en Pelito, pero en el Hay Festival de Arequipa me preguntaron sobre el futuro del Cuy, porque se habló de cómo el Cuy envejece, no es como aquellas tiras en las cuales el personaje no cambia su edad. El Cuy va a tener que morir en algún momento. Qué pasará, o me tocará a mí morir antes y no llegaré a dibujarlo…no lo sé. Pero a estas alturas del partido, tengo 74 años y hace años que pienso en la muerte, no en el sentido obsesivo, pero es una cosa que va a ocurrir. Yo me acuerdo en este punto de mi amigo mexicano Rius. Lo llamé cuando me enteré que estaba con un cáncer terminal, le pregunté cómo estás. “pos mira, me enterado que soy mortal” (risas), me respondió. Pelito ya podría tomar la posta, incluso en este momento, que el Cuy, como ya lo ha hecho, ensaye un retiro, sin necesariamente morir. Pelito tomaría la posta.

-Pelito, vive otro tiempo, por ejemplo, es solidario con los LGTBIQ…

Claro, es su generación y tiene un trato entre iguales. Hay otro niño, que es el nieto de Videchet, con el cual se junta mucho, es su pata, y el Cuy está celoso, le dice qué andas tanto con el hijo de ese fascista, mientras que Videchet le reclama qué haces tanto con ese nieto del comunista. Y los niños no tienen esos problemas, nacen en otra generación, otro sentir, se sienten unidos por cosas que les ocurre por su edad. Y el nieto de Videchet es un entusiasta, no encarna la opción, porque es una criatura también, pero él tiene la bandera de los siete colores y junto a él, con toda convicción, va Pelito. Pelito lleva un corazón, porque lo que le importa es amar. Si alguien ama a una persona de otro género, muy bien, y si ama a una persona de su propio género, muy bien también. Esta conclusión yo no la he tenido siempre, yo llego a este grado de madurez, creo, porque la época va cambiando. Yo fui forjado por una sociedad machista, desde luego, no voy a hacer hipócrita en eso, pero mis esquemas van cambiando conforme pasa el tiempo.

-¿Gastronómicamente el cuy un potaje rico, pero tu Cuy, para los retrógrados o la DBA, no les resultará muy sabroso?

Quien sabe, pero si así fuera, se lo pierden (risas). Quienes así digan, se lo perderán, no le sabrán, no le degustarán, salvo los de las mentes más abiertas. Yo creo, sinceramente, también hay gente ampliamente abierta y que aman al Perú, sino que su ideología es de derecha, han crecido así. Hay gente retrógrada en todas partes y esos detestarán, Cuy, los satanizarán, lo tirarán…

-¿Y no podrán matarlo?

Sí, ¡y no podrán matarlo!