Muchas canciones, muchas letras, muchas emociones. Pablo Milanés le cantó al amor, a la vida, a la justicia para los pueblos.
Utilizando la trova, la canción protesta, el filin, el son, este cubano grande, universal, único, que solía aparecer guitarra en mano al empezar sus conciertos en medio de los aplausos de sus fieles seguidores, marcó a diversas generaciones del continente con sus propias composiciones.
En el Perú se le recuerda, por ejemplo, cuando llegó para el SICLA, en 1986. Aquella vez cantó en Villa El Salvador y en la Plaza de Acho. Con él también se presentaron Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Irakere, Leon Gieco, entre otros artistas.
También ese año, y es imposible olvidarlo, se presentó en Palacio de Gobierno, invitado por el entonces presidente Alan García.
Milanés, ajeno a todo acercamiento al poder, decidió interpretar su canción más comprometida, la que suelen entonar las izquierdas para recordar al presidente chileno Salvador Allende y su gobierno de la Unidad Popular, Yo pisaré las calles nuevamente.
… Y evocaré en un cerro de Santiago / a mis hermanos que murieron antes.
Los reporteros de entonces comentaron que hubo bastante desagrado en la embajada chilena en Lima por ese acto en plena sede del gobierno peruano.
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Al Perú, Milanés vino tantas veces. En el Polideportivo de la Universidad Católica o el Gran teatro Nacional, por ejemplo. En todas esas veces tenía un público capturado, fiel, devoto de su lírica y del contenido de sus canciones.
Para sus incondicionales muchas de sus canciones eran verdaderos himnos de vida.
Se podía ser testigo de cómo debatían sus seguidores por cuál de sus composiciones era la que marcaba mucho más su obra en las distintas generaciones.
Para algunos era El breve espacio en que no estás (todavía quedan restos de humedad / sus olores llenan ya mi soledad).
Según otros Para vivir (que no bastaba que en mis fracasos yo me refugiara en ti).
Decían muchos Yolanda (cuando te vi sabía que era cierto / este temor de hallarme descubierto).
Y sin duda otro buen número de melómanos añadía Yo pisaré las calles nuevamente (en una hermosa plaza liberada / me detendré a llorar por los ausentes).
Precisamente al cantautor cubano, en una entrevista en España, a inicios de este año, se le recordó la importancia de esas canciones y el fervor con que la gente las asumía.
Con total sencillez, que le daba mucho más grandeza, comentó que era el summum del placer cuando “los sentimientos que tú estás expresando o lanzando al público son acogidos con el mismo fervor con el que tú se los das. Es cierto que se produce un duende entre el público y tú cuando hay comunicación emocional. Y eso es hermosísimo; eso no tiene precio”.
En nuestro país tiene partidarios, devotos partidarios, que no dejarán de lamentar su adiós a los 79 años.
Y que cantarán sus tonadas eternas: La vida no vale nada si yo me quedo sentado / después que he visto y soñado que en todas partes me llaman…