Se puede decir que su novela, más que por la realidad, está invadida por una biblioteca. Se titula Habitar el desasosiego (Ed. Quimérica) y es parte de un lejano proyecto, que era escribir cuatro novelas cortas en torno a las figuras de Kafka, Saramago, Ribeyro y Fernando Pessoa. Todas se quedaron en el partidor, menos la de Pessoa porque, precisamente, Habitar el desasosiego –que se presenta hoy en la Feria del Libro del Bicentenario, Miraflores, 8 p.m.– es un homenaje al Libro del desasosiego, cuyo autor, con el semiheterónimo Bernardo Soares, es el gran escritor luso.
“Siempre me subyugó ese libro y decidí darle a Soares una vida propia porque en la obra es casi un enigma, un personaje que no se deja conocer”, afirma Eric V. Álvarez, que labora en esta casa editora.
La metanovela cuenta la historia del crítico peruano Javier Deustua que viaja a Lisboa en busca de Soares con el fin de obtener textos para publicarlos en la revista Póstumo Remordimiento que dirige en Lima. No solo conocerá a Soares, sino también a otros heterónimos de Pessoa y a Isadora, una muchacha de provincia, pero quedará “desgajado en su propia identidad”.
La historia corre paralela en dos épocas, con una escritura que no se desgañita ni amaga efectismos. El tren narrativo es sostenido, cadente, en las casi 300 páginas con las que el autor ha querido atrapar esa creatura de Fernando Pessoa.
¿Qué te llevó a buscar a Bernardo Soares?
En el inicio, la novela estaba fundada en cuatro novelas cortas que iba a escribir sobre Kafka, Saramago, Pessoa y Ribeyro, pero se me ocurrió hacerlo cuando tenía veintitantos años, cuando estaba en La Cantuta. La única que pude llevarla a cabo fue esta, que se fue ampliando conforme transcurrieron los años. Me subyugó siempre mucho el “Libro del desasosiego”, esa obra magna de Pessoa en la figura de su heterónimo, Bernardo Soares, y decidí darle una vida propia porque es casi un enigma en el libro, no se deja conocer, críptico lo ha llamado el crítico español Ángel Crespo.
¿Qué hubo en Pessoa para buscar heterónimos? ¿Una crisis identitaria o una necesidad de abolirse él como autor?
Creo que es una cuestión de la psique de Pessoa porque desde niño creaba amigos imaginarios y conforme pasaron los años les fue dando personalidad, una vida, incluso una carta astral a cada una de sus creaciones. Y les dio, además, una obra poética diferenciada. Eso primero, y luego esa frase que tú has utilizado y es perfecta, abolir al autor como identidad unitaria, es un teatro en gente, como llamaba él a su creación heteronímica. Otro factor ha podido ser la vanguardia de esa época, que Pessoa conocía muy bien.
Javier Deustua, el protagonista de tu novela, va en busca de Soares, es un viaje a la ficción...
Sí, claro, porque el personaje fue pensado como un crítico peruano engominado, pegado a la letra que decide romper con su vida en el Perú y se escapa, incluso de su propia mujer, para ir a Lisboa, en una aventura de la que va a salir un poco desgajado de su propia identidad. Creo que esa manera de entender la literatura es la que prima en mí, esa manera de viajar a otros mundos que nos son necesarios ante esta realidad asfixiante y cerrada.
Eric V. Álvarez Habitarl el desasoiego
Has hecho que estos personajes ficcionales, que son ficcionales aunque tengan carta astral, se convierten en personajes cotidianos ante los ojos de Javier Deustua.
Yo creo que en Lisboa todo es posible. Una vez instalado, Deustua ha sido capaz de conocer los heterónimos de Pessoa, incluso hasta los menos conocidos, hasta el mismo Pessoa, aunque aparece rápido, como un fantasma.
Hablando de personajes y fantasmas, Deustua va en busca de Soares para publicar en su revista Póstumo Remordimiento, que dirige en Lima.
Sí...
Ocurre que tú, en La Cantuta, publicabas una revista con el mismo título. ¿Hay algo de alter ego?
Quizás tenga elementos de lo que yo hubiera querido hacer si viajaba alguna vez a Lisboa y por eso se me ocurrió nombrar la revista que dirige Deustua aquí, en Lima, como yo, alguna vez, en mi juventud, dirigí junto a un amigo en La Cantuta. Solo en ese sentido, sí.
-Si pensaste trabajar Kafka, Saramago, Ribeyro, o sea, ¿concebiste un proyecto metaliterario?
Sí, concebí, como te dije, un libro de cuatro novelas cortas acerca de estos autores a la manera de Antonio Tabucchi que tiene un libro que se llama Los tres últimos días de Fernando Pessoa, que es una novelita corta, pero también influenciado por la novela de Saramago, El año de la muerte de Ricardo Reis. Esa representación que hace Saramago me subyugó a tal punto que yo también quise escribir algo parecido. Creo que ese también fue el punto de partida. Y se me ocurrió de cuatro autores, pero finalmente pude hacer de uno, hasta ahora.
¿Podemos decir que tu novela más que invadida por la realidad concreta está invadida por una biblioteca?
Sí, claro que sí, porque he necesitado de algunos textos para poder comprender Portugal de aquellos años, pero sobre todo de una biblioteca virtual porque he recurrido mucho al buscador web para comprender cómo era Lisboa y, claro, la lectura del Libro del desasosiego, siempre, de todas ediciones que poseo.
Sabes, por la visión catastral que haces de Lisboa, estaba casi persuadido de que habías viajado a Lisboa, pero también pensé en Google Maps...
Claro, me interesaba que la novela transcurriera en un lugar determinado, pero irreconocible, pero, además, popular, por ejemplo, la Plaza del Comercio, el Rossio, donde están las librerías. Todos esos lugares aún existen desde la época de Pessoa y me han llevado a construir esa Lisboa ficticia que aparece en la novela aun sin haber estado allá.
-En el río El Tajo, de Lisboa, y el río Rímac, de Lima, hay un puente: Javier Deustua...
Digamos que trata de unir a ambas culturas, la peruana y la portuguesa. En ese sentido, es el puente que se tiende entre estas dos orillas, porque, en esos años, Pessoa era un desconocido absoluto en Latinoamérica. Recordemos que Pessoa recién empezó a traducirse en México, con Octavio Paz, en la década del 50, y en Argentina el 60, pero yo quise que en mi novela el Perú sea el primer país que acogiera a ese genio.
Casi al final de la novela, Soares se mira en el espejo y ve a un hombre de anteojos redondos y los bigotes peinados hacia abajo, que casi cubre su labio superior. ¿Soraes ve en su retrato a su creador, Pessoa?
En esa parte se me ocurrió confundir todos los heterónimos en esa imagen, del padre fundador de todos ellos...
Pero resulta revelador, el punto concéntrico es la imagen del espejo que Soares rompe de un puñetazo, pues cada fragmento son los heterónimos de Pessoa. Esa es la metáfora. Como que Soares descubre que es parte de un ser múltiple...
Esa metáfora está hecha adrede y qué bueno que se haya comprendido porque yo tenía el temor de que no se entendiera, pero me alegra que tú la descubrieras.
En la escritura de esta novela has extirpado lo vivencial, a no ser que lo vivencial está en que “el hombre que lee siempre deja en los libros un poco de su alma”, como se lee en tu novela.
Creo que lo vivencial entendido como aventura o como suceso que nos acontece en momentos determinados y exaltan parte de nuestras vidas ha sido dejado de lado en esta novela, pero también el hecho de leer se vuelve en una fuente formidable de vivencias y desasosiegos. Creo que no he puesto nada de mi vida en este libro.
¿Y la revista Póstumo Remordimiento de La Cantuta?
(Risas) No, me refería a unas acciones concretas... Creo que los libros son vivencias más intensas que cualquier otra que pueda darnos, por lo menos desde mi perspectiva, que tengo una vida más urbana y casi monótona, pero de vez en cuando que viajo sí siento cosas más diferentes, pero siempre más en los libros, siempre hallo más fuerza de vida en los libros.
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En el Libro del desasosiego se lee “escribir equivale a despreciarse”. ¿Cómo asumes la escritura?
No sabría cómo interpretarla en el contexto de mi propio libro. Pero la verdad no tengo una respuesta para esa pregunta que es amplísima. Siempre se le adjunta un verbo, pero en mi caso creo que escribir es mi forma de estar en el mundo. No es una actividad que yo haga a diario, porque no soy un escritor de horarios fijos, pero sí cuando siento un impulso vital, sí he llegado a encerrarme. Por ejemplo, en la primera versión de este libro me encerré un mes, todo febrero del 2010. Escribir para mí es un asalto que me da la ficción. Un asalto emocional, porque cuando me ataca la escritura de alguna historia que tengo en la cabeza no hay nada que me mueva de mi hoja en blanco.
¿Isadora es parte de tu ficción o es cosecha de Pessoa?
Cuando escribí la novela tenía en mente a la novia de Pessoa, Ofelia Queiroz, entonces, con lo poco que sabía de ella, por las cartas que se escribieron con Pessoa, empecé a trazar ese personaje. He tomado de ella y de mi propia inspiración para construir a Isadora.
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La línea biográfica de Isadora es interesante, es toda una incursión de una provinciana en la metrópoli...
Me imagino que estaría pensando inconscientemente en la llegada de mi propia madre aquí, a Lima, a los 21 años, cuando ya había nacido yo. Creo que trasunto un poco lo oculto de la vida de mi madre. Yo estoy descubriendo con tu entrevista los lados ocultos de esta novela, pues pensé que no tenía nada de biográfico.
O sea, no solo es un homenaje a Pessoa, a Soares sino también a tu madre...
Creo que sí, porque mi madre es una figura tan fuerte y constante en mi vida que no la puedo en absoluto desechar de mis creaciones porque, incluso, el libro está dedicado a ella. Incluso prevalece en mi apellido.