Por: José Víctor Salcedo
La vida de Roberto Herrscher está marcada por diez palabras. Cada una resume un episodio en su vida. “Son como objetos que guardamos en la memoria”, dice el periodista, escritor y docente, quien dictó un taller sobre periodismo narrativo en la VI Feria Internacional del Libro Cusco 2019.
Goleta es una de esas palabras que guarda en la memoria. Le recuerda a aquel velero de madera construido en 1927, bautizado como Penélope, que lo llevó a la guerra de Las Malvinas en 1982, cuando apenas tenía 18 años. Una experiencia que marcó su juventud e inspiró su primer libro: Los viajes del Penélope.
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Roberto Herrscher es argentino y en esta entrevista reflexiona sobre el periodismo narrativo y los retos que afrontan los periodistas.
Además del tango, ¿qué otra cosa lo maravilla?
El tango es mi música, la que siento que me hace vibrar. Hay un instrumento musical que me gusta. Para algunos puede ser la quena, arpa o violonchelo, y para mí es el bandoneón, que habla como hablamos los argentinos. Me maravillan las historias bien contadas, los artistas que hacen cine, teatro, los pintores.
¿Diría que en este momento Argentina es un tango triste?
Sí. No terminamos de salir de la crisis. Nos costó mucho recuperar la democracia, mucha gente murió por ello, porque pueda haber elecciones y no gobierne un general golpista, sino alguien elegido por el pueblo. Estamos a las puertas de una elección donde la mayoría va a elegir por descarte a alguien que no termina de gustarles, para que no vuelva el otro que les parece mucho peor o para que no llegue uno que les parece un desastre.
¿El brote del populismo o liberales radicales en América del Sur amenazan la democracia?
Antes de seguir quiero decir que cada uno es experto en lo suyo. Yo respeto muchísimo a los politólogos, historiadores y sociólogos a quienes tendrías que preguntarles esto. Dicho esto, sí siento que este es un momento muy complicado. Nos parecía que había un flujo y reflujo entre una cierta derecha y una cierta izquierda, pero eso cambió con el surgimiento de líderes que en algunos casos han llegado a la presidencia como Bolsonaro y Trump. No llamaría liberales ni neoliberales, y en ningún sentido liberales a esta gente que vira entre la ultraderecha y el fascismo.
¿Qué es y qué no es periodismo narrativo?
Contar historias que no sean ciertas, que no sean relevantes informativamente, no es periodismo narrativo porque no es periodismo. Lo primero que se debe hacer es centrarse en echar luz mediante lo narrativo en problemas y asuntos de interés público y hacerlo con la verdad. Utilizar las riquísimas herramientas de la literatura y de las artes para con estructuras creativas, uso de palabras, metáforas y juego verbal, no llevar a los lectores a que digan qué bien escribe este, sino ahora entiendo mejor lo que me quiere contar. Eso es para mí el periodismo narrativo.
¿Sigue siendo el periodismo narrativo, como escribe en su libro, ‘una cenicienta sucia y zaparrastrosa sometida a las burlas y menosprecio’?
Tal vez no tanto. A partir de los talleres de la Fundación Nuevo Periodismo y de cursos sobre cosas que tienen que ver con periodismo narrativo hay muchos periodistas que quieren hacer crónica, perfiles y reportajes narrativos. Hay alguien que yo conozco desde que nadie la conociera, la cronista Leila Guerriero. Es alguien que representa esta idea de encontrar la propia voz, no perderse en una voz anónima sin estilo, sino hacer dos cosas a la vez: hacer periodismo para contar la verdad y encontrar la propia voz.
¿Le molestan aquellos periodistas, como dice en su libro Periodismo narrativo, dedicados a dar primicias y pontificar en vez de contar historias?
Si la primicia es algo no chequeado y sin relevancia pública, sí me molesta. Hay muchos casos en los que el periodista que estaba investigando algo no lo publica porque no lo había terminado de revisar, y otro se adelanta. Al final la noticia era cierta, pero el que lo publicó primero era el que no la chequeó. Los periodistas tenemos que parecernos más a un arquero que a un goleador. El goleador tira 40 veces, la mitad se va lejos del arco, pero mete un gran gol y esa es la escena viral que todo el mundo retuitea. El arquero ataja todo bien, y una vez comete el error le meten un gol, y esa es la escena que todo el mundo va a recordar. Los periodistas tenemos que ser cuidadosos y tratar de que no nos metan ningún gol.
¿Qué defectos debemos superar para hacer buen periodismo?
Debemos ser más humildes, pensar más en el público y en sus cambios, aprender a tener un diálogo con nuestros lectores, ser creativos y estar atentos a las distintas formas de contar. Estar menos preocupados en nosotros mismos y más mirando haciendo afuera, hacia nuestro público y hacia otras formas de contar.
¿Cómo es su método de trabajo y cuánto tiempo demora construir una historia?
Hay cosas que me salen muy rápido. Escribí en el New York Times algo sobre cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a los muertos en la guerra de Las Malvinas, que además es mi guerra. La mitad de los que quedaron sembrados en el campo de batalla fueron llevados por un oficial británico al cementerio y no tenían nombre. Yo escribí algo que lo hice en dos horas, pero es algo que venía pensando hace 25 años.
¿Y el método?
Leer mucho, escuchar a mucha gente, darle vueltas a cómo contarlo, pensar en muchos comienzos. Me sirve escribir, no solamente pensar; a veces partes centrales, pero sobre todo los comienzos. Escribo 20 comienzos y muchos títulos. Entonces, primero siempre tratar de saberlo todo, leer mucho, leer cosas sobre el tema y también cosas de otros temas que son de la forma que quiero contarlo.
Recomienda “pasar de las fuentes a los personajes y de las declaraciones a las escenas”.
Sí. Contar las historias con las declaraciones es como los legajos de un juicio, es como la sentencia de un juicio. Es una forma jurídica de contar más que una narrativa. En cambio, las escenas colocan al lector en el lugar y le permiten entender qué de lo que está pasando es algo con lo que puede identificarse.
Le traslado una pregunta que le hicieron a Ryszard Kapuściński. ¿Qué tendencias vislumbra en el periodismo actual, tomando en cuenta las diferencias entre el reportero de calle y el reportero de internet, que hace su trabajo desde casa?
El que no sale a la calle no es reportero. En realidad, el reportero de internet es un refritero. En Argentina llamamos refrito al que toma cosas ya publicadas por otros y lo vuelve a escribir. En ese sentido, eso es una catástrofe. Hay que salir, ir a la calle, hay que oler lo que pasa.
¿Cuál es el principal reto que enfrenta un periodista en esta nueva era de la información?
Dos que están vinculados. Primero, no mentir, no engañar, no ser un rehén de los likes. Siempre los escándalos de los ricos van a dar más likes que la explicación de por qué no funciona la salud pública. Segundo, no volvernos irrelevantes, ahora que hay una inundación de falsas noticias, intrascendentes, mentirosas, chismes. Seguir siendo periodistas y no ser irrelevantes.
¿Las fake news y el fenómeno de la posverdad son las nuevas amenazas del periodismo?
Las fake news no son entes, no son gente, la amenaza al periodismo es el poder que arriesga la vida del periodista. La amenaza peor es que vengan con una pistola y te maten o te secuestren y te torturen y con eso silencien a los demás. Antes las dictaduras y mafias trataban de cometer sus atrocidades fuera de las cámaras, por eso que los desaparecidos están desaparecidos, no hay fotos ni videos de cómo torturaban. Lo querían hacer a oscuras. Ahora matan en público, a la vista del periodista y matan al periodista. Triunfan las noticias falsas cuando no hay noticias verdaderas.