La comunidad de Tanta debe ser la más alta y fría de Lima. Está ubicada a 4278 metros sobre el nivel de la Costa Verde. Tan alto que no crecen árboles pero sus jardines de ichu despeinado por el violento y gélido viento altoandino complementan el azul de sus lagunas y de su cielo serrano. Sus tormentas son las del fin del mundo. Más de una vez he soportado temperaturas nocturnas de 10 grados bajo cero que se superan con la calurosa bienvenida de sus pobladores. Es el paraíso para las manadas de camélidos. No sorprende ver tarukas y pumas.
La primera vez que visité Tanta fue a fines del siglo XX. Le dediqué un reportaje por sus “cien años de soledad” (estaban de aniversario) y como puerta de entrada para conocer el santuario del apu nevado Pariacaca. Ascendimos hasta el santuario al mejor estilo “llama treck” como para no olvidar la esencia pastoral de los tanteños. El tramo de su qhapac ñam no tiene nada que envidiar a las veredas incas de Cusco, pero aquí se añaden los cientos de peldaños pétreos de Escarelayoc que llegan hasta Cuchimachay, una caverna con la galería de arte rupestre más bella del mundo andino. Su entorno geológico de gigantescas piedras desperdigadas y vetas de granito nos dan una idea de combate mítico de Pariacaca versus Huallallo Carhuincho. Los detalles figuran en el Manuscrito Quechua de Huarochirí.
Por todo esto celebro la decisión de Sernamp y Mincetur de elevar a Tanta a la categoría de nuevo emprendimiento de turismo comunitario. Un buena noticia como para celebrar el 27-S, Día Mundial del Turismo.