Por Carlos Páucar
Noche de premiación en la antigua Radio Nacional. Un discurso se suma tras otro en el auditorio a sala llena. Le llueven elogios a Delfina Paredes.
Le rinden tributo, cantan, danzan, actúan en su honor. Cuando se acerca al micrófono y todos esperan que hable sobre sus personajes o su larga trayectoria en el teatro, cine, televisión y radio, ella pide a un conocido suyo que se acerque al estrado, por favor, y le alcance unas páginas.
-En estas listas -dice ella, muy pero muy preocupada- tengo anotadas a muchas personas que quiero agradecer.
Y menciona a numerosa gente que la apoyó cuando ella laboraba en esa emisora y pidió donaciones para comprar equipos, recuperar un transmisor, pagar la electricidad u organizar la biblioteca. Da las gracias a todos. Su lista es extensa.
En realidad, a Delfina no le gusta hablar de sí misma. No escapa a esa timidez que es su marca de vida. Pero poco a poco se acostumbra a que le digan primerísima actriz del Perú.
A los 84 años, la mollendina Delfina Cristina Paredes Aparicio aún no acepta los homenajes, pero debe prestarse a ellos.
Si pudiera cambiar todos estos tributos por otro momento, de seguro elegiría estar en el Cusco, en los tiempos en que enseñó teatro a niños colegiales de Tungasuca, Surimana, Pampamarca, Cochapata, Ccarhuayo, Ocongate, Quispicanchis, es decir, los territorios donde Túpac Amaru se levantó erguido para entrar directo a la historia.
¿Por qué lo hizo, Delfina, por qué decidió irse al Cusco?
Un día lo decidí y me fui a tierras cusqueñas. Quise de alguna manera trabajar, pagar el sacrificio de todo ese grupo humano, con Túpac Amaru y Micaela Bastidas a la cabeza, entonces fue que trabajamos con niños en los colegios.
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Con ellos montó obras de teatro como “Fernanducha visita el apu Ausangate”, que escribió en memoria del hijo menor del rebelde cusqueño, testigo de la tortura y muerte de toda su familia. Cuando Delfina recuerda esta experiencia, los ojos le brillan. Pero no puede llorar, porque se lo impide el ojo seco.
Aunque a veces le entra esa gana ubérrima, de la que hablaba César Vallejo, de soltar esa pena tan suya por los otros.
“Antes lloraba mucho cuando era chica, lloraba mucho por cualquier cosa... ahora lo hago a veces internamente, pero no por nuestros problemas, sino por todo lo que nos rodea”.
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Delfina, de padre arequipeño y madre cusqueña, estudió química en la San Antonio Abad y San Marcos, y se formó en la Escuela Nacional de Arte Escénico. Es una mujer comprometida con los problemas del país.
Incluso ahora evita mencionar el nombre completo del gobernante de los 90, porque considera que le hizo mucho daño al país. Hoy mismo sería muy feliz si pudiera estar enseñando teatro o interpretando a Vallejo en las comunidades.
Pero una dolencia en la columna, y el paso de las ocho décadas, le impide hacer más actividades como quisiera.
“Yo te agradezco, Delfina –le dijo el padre jesuita Carlos Rodríguez Arana, quien la conoció en la parroquia de Urcos (Cusco)-. Gracias por tanto bien que has hecho. Recuerdo las luchas por conseguir la electrificación de Quispicanchis, por agua potable. Gracias por tu compromiso con el país, para que sea más justo, más humano”.
Delfina agradece a su mamá haberle leído poesías desde muy niña. Durante nuestra entrevista se emociona viendo pasar a la pequeña Itzel, su bisnieta, hija del rapero que peruanizó el hip hop, Pedro Mo, quien nos sirve café en esta visita.
Una vez en su casa es imposible no darse cuenta de que es una de las que más se dedica a interpretar (no recitar, aclara) al más universal de nuestros poetas. Aquí, en su hogar, se respira a Vallejo. No hay día que transcurra en que Delfina no piense en el significado de sus frases.
Desde ese lejano 1972 en que dio su primer recital, han pasado 47 años en que ella siente a fuego la poesía vallejiana.
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno! / ¡Oh patrióticos asnos de mi vida! La señora de los grandes ojos describe cada término que pronuncia. Roedores, sentimiento judicial, patrióticos asnos. Metáforas que reflexiona y analiza.
Y entona otra construcción. /La hormiga traerá pedacitos de pan al elefante encadenado / a su brutal delicadeza.
Cuando uno está a su lado puede escuchar en cualquier momento versos del poeta liberteño. / Por el analfabeto a quien escribo, por el genio descalzo y su cordero, por los camaradas caídos, sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino.
Pregunto, nos dice Delfina, ¿quién es ese ‘genio descalzo y su cordero’ citado por Vallejo?, y se responde a sí misma, es Cristo, el pastor de ovejas, al que el poeta ubica con sus camaradas.
Delfina, ¿todavía te consideras de izquierda?
Claro que sí. Aunque es verdad que los de izquierda pensamos que basta una revolución y todo cambia. No es así, hay fuerzas tan poderosas, se necesita mucho esfuerzo, mucha dedicación...
¿No te preocupó que te califiquen de izquierdista radical? Ya sabes, ese famoso terruqueo.
No, no... Pero curiosamente muchos de izquierda trataron en cierto momento de evitarme. En algunos mítines, había personas al lado de candidatos, pero procuraban que no aparezca al lado. No me decían: pasa, Delfina... Bueno, tampoco me interesaba aparecer.
De este sector ideológico proviene su fuerte amistad con Ricardo Letts, quien se recupera de graves dolencias.
Por su compromiso político y social, la actriz siempre estuvo presente en marchas, medidas de fuerza de pobladores, gremios, trabajadores. Y llevo su arte tanto en lujosas salas de teatro como en locales populares.
Delfina es una apasionada de la actuación. Lo es desde los años en que reinaban las radionovelas. Uno de los personajes que la identifica es Evangelina. Una ‘chola’ que llegó a presentarse en televisión al lado de Tulio Loza. Evangelina no fue personaje decorativo, hacía críticas que disgustaron a funcionarios del gobierno militar.
Pese a todo, Evangelina resistió al paso del tiempo. Surgió a inicios de los 60 en la obra de teatro ′La chicha está fermentando′, llegó en los 70 a la televisión, en 1986 se presentó haciendo comentarios al mensaje político de Luis Bedoya Reyes y Enrique Bernales. Luego, en este siglo, regresó al teatro.
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En esta nueva versión, Evangelina se une a un soldado del batallón liderado por el ‘brujo de los andes’ Andrés Avelino Cáceres. Delfina reescribió la historia y la ubicó como rabona en la Guerra del Pacífico.
“La Evangelina de esta época es una vendedora de papas que regresa de noche a su casa, cansada, abre su libro con el que está aprendiendo a leer, muerta de sueño... empieza a soñar y se oyen disparos, y ella está con su marido en el cerro Intiorko donde se amontonan los muertos y donde los chilenos están repasando a los heridos...”.
Y así como Evangelina son muchos sus personajes memorables. ¿Sus mejores obras? Sus hijos Mario, Gabriela, Ricardo y Diego, de su relación con el actor Mario Velásquez. En los homenajes, como el de radio Nacional, ellos están presentes. Siempre están.
Y esta mujer dedicada a la belleza y la vida, a la dramaturgia, a su distrito Ate, a tantos rincones que conoció porque su padre era jefe del ferrocarril, siempre tiene presente al Perú y especialmente a los más necesitados.
Delfina ha vivido en la intensidad. De la actuación, de los versos vallejianos, de la búsqueda de un país más justo, del ojo seco que no la deja llorar.
- Teatro. Micaela Bastidas, Madre Coraje, Ña Catita, Las brujas de Salem, Evangelina retorna a la Breña, La Chunga, Edipo Rey, Luz de gas.
- Cine. Djungeläventyret Campa Campa (1976), Kuntur Wachana (1977), La agonía de Rasu Ñiti (1990), Caídos del cielo (1990), Y si te vi no me acuerdo (1999), El bien esquivo (2001), Diarios de motocicleta (2004), Páramo (2005), Casadentro (2013), La deuda, Hasta siempre (2015).
- TV. La Fábrica (1972), Evangelina (1975), Gorrión (1995).
Ricardo Velásquez, primogénito, actor
Delfina es madre, abuela, bisabuela… Pero, sobre todo, es viuda entusiasta de Túpac Amaru, Cáceres, Vallejo. No pretende reemplazar a Micaela, Antonia o Georgette. Solo honra la memoria de estos ilustres peruanos. Como una viuda fiel y tenaz. Para ella, honrarlos es una manera lógica y contundente de ser ciudadana de este país. En realidad, busca comportamientos modélicos y apodícticos que la ayuden a ayudar al Perú y su gente. Los busca también en sus padres. En sus hijos. Delfina es actriz. Pero, sobre todo, es una mujer de acción. Para los actores, la “acción” lo es todo. Y ella se lo ha tomado a pecho. Por eso, su currículo artístico terminará siendo apenas un párrafo en su extensa hoja de vida. Ella hace, dice, lee, escribe, hace, reacciona, protesta, reniega, sigue haciendo, se para en el escenario, habla, recorre la calle, mira los rostros de los otros, hace y hace, sonríe, abraza, vuelve a hacer… Delfina actúa, sí, pero, sobre todo, hace. Delfina es vocación y voluntad. Delfina es principio. Delfina es.