Los precios de las entradas para cines en el Perú son muy variables. En cadenas como Cinemark, Cineplanet, Cinépolis y más, los valores de los boletos fluctúan dependiendo del tipo de modalidad que ofrecen; es decir, la tarifa va acorde a si la película que verás está en 2D, 3D, o se incluirán servicios especiales. Si bien esto no ha sido objeto de críticas, los clientes parecen no estar del todo de acuerdo con una situación muy particular: el costo de la canchita y demás snacks que se ofertan en la confitería.
La canchita es uno de los snacks más consumidos en los cines. Foto: La República
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Aunque ahora ya se puede consumir alimentos que no hayan sido adquiridos en el mismo cine, gracias a una medida impuesta por Indecopi, muchos espectadores aún prefieren acompañar su experiencia con algún snack que puedan encontrar en venta dentro del local.
Sin embargo, cuando hablamos de un combo personal (pop corn + gaseosa) por algo de S/30, la decisión tarda en tomarse. Es que el precio iguala y hasta supera el del mismo ticket. Ello es más dramático cuando se compara con lo que se vende en la calle (hasta cuatro veces más barato). ¿Por qué sucede esto?
Un reporte del Graduate School of Business de Stanford y la Universidad de California en Santa Cruz explica que hay lógica detrás de este ‘sistema’: “Al cobrar precios altos por las concesiones (venta de alimentos), las salas de exhibición pueden mantener bajos los precios de las entradas, lo que permite a más gente disfrutar de la experiencia de la gran pantalla”.
Según las cifras, los cines suelen conseguir mayores ganancias por los alimentos que venden. Foto: Facebook Festival de Cine de Lima/ Carlos Contreras/La República
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Con lo expuesto anteriormente, se podría decir que vender snacks más caros permite que el precio de las entradas se mantenga más accesible al público.
Esto podría generar cierta polémica, pues muchos espectadores podrían creer que es excesivo que un vaso de gaseosa y una porción de palomitas de maíz cuesten en conjunto casi 30 soles, pero quizá debamos entender un poco cómo funciona el reparto de ganancias entre distribuidores y cadenas.
Según explica el portal The Hustle, cuando un cine quiere proyectar un largometraje, debe pagar un porcentaje de las entradas vendidas, que suele ser mayor durante las primeras semanas de exhibición. Este suele mantenerse en un 70%.
Es decir, según cifras del citado medio, si un boleto se vende por 9 dólares, el local se queda solo con 2.70 dólares. En contraste, una bolsa de palomitas (de acuerdo con Richard McKenzie, profesor de la Universidad de California) cuesta 0.90 dólares en producirse. Si esta se vende en 7.99 dólares, el sobreprecio es del 788%.
Si es justo o no, es discutible. Lo cierto es que el libre mercado no permite regular del todo esta situación. A fin de cuentas, nadie está obligado a comprar lo que venden en el cine.