Con cada secuela, Rápidos y furiosos dio un paso sin retorno para desplazar al automovilismo y convertirlo en un lejano recuerdo. Mucho ha pasado desde que Dominic Toretto viviera un cuarto de milla a la vez. Ahora, el protagonista dejó las pistas para tener una vida pacífica con su familia, pero esto se vendrá abajo rápidamente con el regreso de su hermano menor Jakob.
Desde los minutos iniciales, la película nos da un vistazo al pasado de Toretto y cómo se forjó la cruda enemistad con Jakob. Aún con el intento de los escritores para que todo encaje y cobre sentido, la reciente existencia de su hermano nunca termina siendo creíble. En realidad, evidencia la falta de ingenio para alargar apropiadamente una saga que se quedó sin gas hace muchos kilómetros atrás.
Para desconcierto del espectador, esta adición sacada de la manga es incluso más digerible que el hecho de que la familia de Toretto se haya convertido en la misma Fuerza de misión imposible. Su objetivo: evitar que el Proyecto Aries caiga en manos equivocadas y ponga en peligro al planeta. En tal sinsentido, los héroes incluso irán al espacio exterior y uno se pregunta si están creando las bases para un crossover con los Transformers.
Así es cómo la saga cinematográfica desafía nuevamente los límites de la credibilidad y las leyes de la física. Sin embargo, la película comete el error de tomarse en serio, a diferencia de anteriores entregas, donde eran más conscientes de su absurdo y empleaban mejor la comedia y vanagloriaban cada locura. Ahora, lo extraordinario se ha vuelto ordinario, las excentricidades pierden valor en un mundo donde las reglas no significan nada y el bostezo del espectador es el verdadero protagonista durante el visionado.
Hasta la fecha, Rápidos y furiosos fácilmente se puede segmentar en tres bloques, aunque más de uno hubiera deseado que acabara con la familia disfrutando su vida soñada tras el robo de la caja fuerte o la emotiva despedida a Brian O’Conner (Paul Walker).
Justin Lin fue el cineasta elegido para liderar la saga cinematográfica desde la tercera hasta la sexta entrega: un periodo que apostó por un nuevo rumbo creativo que agigantó los ingresos y afianzó la dirección tomada. Esto dijo el entonces presidente de Universal Pictures, Adam Fogelson, a Deadline sobre la transición:
“La pregunta que planteó Fast five fue: ‘¿podemos dejar de ser películas de cultura automovilística y convertirnos en una verdadera franquicia de acción?’ Si estas cintas todavía se trataban de carreras callejeras, probablemente había un límite en cuántas personas compraría boletos”.
Rápidos y furiosos 9 se estrenará en el Festival de Cannes 2021. Foto: composición / Universal
De esta manera, Rápidos y furiosos finalmente salió de la sombra de Point break, se despojó de su carácter underground y abrazó una segunda etapa palomitera donde primaba la acción, persecución, insólitas piruetas y risas cómplices. No obstante, con la novena entrega ya ninguna chispa queda, nada más que una sombra trasfigurada e irreconocible de lo que alguna vez fue la saga.
Posiblemente, se trate del mejor ejemplo de cómo una saga se descarrila, pierde su identidad, no evoluciona, sino que se desvía y toma la apuesta más segura. Todo para que los verdes sigan entrando a costa de la calidad, las expectativas de los fans y la chatarra que disfrazan de película.
Para ser una secuela, la parodia Superfast! tiene más la esencia de la obra original. Y ciertamente, su inverosimilitud está por alcanzar al de su remedo donde Vin Serento recibe balas en la cabeza y las devuelve por la boca. Seguro que a Vin Diesel y compañía les haría gracia.