El telescopio espacial James Webb, lanzado en diciembre del 2021 por la NASA, nos sigue sorprendiendo con las imágenes que captura al mirar a través de las profundidades del universo. La agencia espacial estadounidense consiguió tomar otra fotografía de la nebulosa L1527, en la que se ve un 'reloj de arena' colosal.
Esta curiosa formación es el resultado de una explosión de "fuegos artificiales" proveniente de la constelación de Tauro, a 460 años luz de la Tierra. En aquel lugar, una estrella está naciendo al despejar el gas y el polvo de sus cercanías.
La NASA acaba de publicar una escena deslumbrante del cosmos, parecida a una explosión de "fuegos artificiales". Capturada con el MIRI (Instrumento de Infrarrojo Medio del telescopio James Webb), esta imagen revela una protoestrella en proceso de formación en el centro de un brillante 'reloj de arena' de la nube molecular L1527, ubicada en la constelación de Tauro.
En el 'cuello' del reloj de arena, una joven protoestrella, con aproximadamente 100.000 años de antigüedad, se está desarrollando. Esta estrella naciente acumula material de un delgado disco protoplanetario, visible como una línea oscura en la imagen. Todavía rodeada por su nube molecular original de gas y polvo, la protoestrella se encuentra en una fase crucial de su evolución.
La región de L1527, ubicada a unos 460 años luz de la Tierra, fue previamente observada con la cámara NIRCam del telescopio James Webb, lo que reveló detalles vibrantes de la nube molecular y la protoestrella. En la nueva imagen de MIRI, la luz azul y las estructuras filamentosas provienen de compuestos orgánicos conocidos como hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), mientras que el centro rojo indica una gruesa capa de gases y polvo energizados alrededor de la protoestrella.
Nueva vista de la nube molecular L1527, captada por el telescopio James Webb. Foto: NASA, ESA, CSA, STScI
Tanto las imágenes de NIRCam como las de MIRI muestran los flujos de salida emitidos en direcciones opuestas a lo largo del eje de rotación de la protoestrella. Estos flujos crean ondas de choque en la nube molecular circundante, esculpiendo la brillante estructura de reloj de arena. La diferencia entre NIRCam y MIRI es que esta última muestra cómo estos flujos afectan el polvo y los gases más densos de la región.
Las áreas azules en la imagen representan moléculas carbonosas conocidas como hidrocarburos aromáticos policíclicos, mientras que la protoestrella y la densa capa de polvo y gases que la rodean aparecen en rojo. MIRI también revela una región blanca directamente arriba y abajo de la protoestrella, una mezcla de hidrocarburos, neón ionizado y polvo espeso, indicando cómo la protoestrella impulsa esta materia lejos de ella.
A medida que la protoestrella envejezca y continúe emitiendo chorros energéticos, destruirá y dispersará gran parte de la nube molecular. Eventualmente, este espectáculo cósmico se desvanecerá y la estrella se volverá más visible para los telescopios.
El análisis combinado de las imágenes de infrarrojo cercano y medio del telescopio Webb proporciona una visión completa del comportamiento de este sistema estelar. Otras estrellas en la región de Tauro se están formando de manera similar, lo que puede influir en que protoestrellas periféricas no logren 'romper el cascarón', según la NASA.
La siguiente imagen del telescopio Spitzet funciona como un ejemplo de cómo son las protoestrellas:
Imagen de la protoestrella llamada Herbig-Haro 46/47. Fue tomada por el telescopio espacial Spitzer utilizando luz infrarroja cercana para atravesar la nube oscura. Foto: NASA/JPL
Una de las misiones fundamentales del telescopio James Webb de la NASA es observar las primeras galaxias y estrellas que se formaron después del Big Bang. Al captar la luz infrarroja emitida por estos objetos antiguos, la sonda nos permite ver más lejos en el tiempo y el espacio que cualquier otro instrumento anterior. Esto ayuda a los científicos a entender mejor cómo se formaron y evolucionaron las estructuras cósmicas en los primeros 1.000 millones de años del universo.
Otro objetivo clave del telescopio James Webb es la investigación de exoplanetas, especialmente aquellos que se encuentran en la zona habitable de sus estrellas, donde las condiciones podrían permitir la existencia de agua líquida y vida. Además, analizará una amplia variedad de fenómenos cósmicos, como supernovas, colisiones de galaxias y la dinámica de objetos en nuestro propio sistema solar.